Iñaki Ezkerra-El Correo

Todos necesitándose y todos huyendo de todos. Todos haciendo manitas con todos por detrás de la foto

Tú apóyame, pero que no nos vean juntos». Ésta es la frase que resume el actual momento español y la política de pactos. Hay quien habla de la amoralidad posmoderna, pero en lo que estamos es en la vieja inmoralidad de las apariencias, en el ‘que dirán’, en la hipocresía de toda la vida. Por esa razón, aunque no me gusta ni un pelo el estilo chulesco de Vox, creo que hay que reconocerle un punto de razón en su indignación ante Ciudadanos, un partido que quiere su apoyo en los pactos, pero de modo vergonzante y sin que le vean. Rivera se ve a sí mismo guapo en la foto con Macron, pero no se gusta en la foto con Abascal y éste reacciona como la amante a la que el hombre casado no le saluda cuando sale de misa del bracito de la parienta. Frente a los intempestivos insultos de la amante facha, ninguneada y racial -«¡acojonado, sinvergüenza, lameculos!…»- la respuesta que ha salido de Ciudadanos -el tema ‘Loco Vox’ de Locomía- viene a ser algo así como el santurrón y clásico «esa mujer está loca y no tiene que ver nada conmigo».

La política del ‘qué dirán’ es la consecuencia y el reverso del postureo. Quien quiere que se le vea haciendo algo con lo que cree que queda bien, lógicamente no quiere que se le vea haciendo algo con lo que cree que queda mal. Ésa es la única clave que marca todos los pasos tácticos de Rivera hasta el punto de que le ha llevado a cerrarse a sí mismo la puerta de un pacto con el PSOE. En realidad Rivera no quiere que le vean con nadie: ni con el PSOE ni con Vox, ni con el PP ni con UPN. No quiere que le vean con otra que no sea Malú. Rivera está desperdiciando lo que quizá sea el último tren de su carrera política -gobernar con Sánchez- por miedo al ‘qué dirán’ los que siempre dicen algo en contra, hagas lo que hagas. No es Rivera, sin embargo, el único que se anda con esos remilgos. También María Chivite quiere coger con guantes los votos de Bildu, como el PP quiere pactar con Vox pero sin foto de boda. El PP quiere proponerle a Vox matrimonio a tres metros de distancia y sin beso de tornillo. Lo que quiere Casado es un casorio inalámbrico. De ahí que la novia que no es presentable a las amistades le soltara lo de la «derechita cobarde».

Pero el que más lejos lleva la política del ‘qué dirán’ es Pedro Sánchez, que después de haberse acostado con todos y todas en la moción de censura que le llevó al Gobierno (con Podemos, ERC, PDeCAT, PNV, Bildu, Compromís y Nueva Canarias) ahora pretende que todos y todas le apoyen, incluidos Ciudadanos y el PP, sin tener que pedirlo y sin dar nada a cambio. Sánchez se ha reconstruido el himen político para ir de casto y puro. Hasta imposta virginalmente la voz cuando le pone pegas a Iglesias porque está a favor de la autodeterminación catalana. Todos necesitándose y todos huyendo de todos. Todos haciendo manitas con todos por detrás de la foto.