Javier Fernández Arribas-El Correo

  • El prestigio, los intereses, la credibilidad y la imagen de España sufren gravemente

La política exterior de un país serio, confiable y defensor de sus intereses debe ser consensuada entre los grandes partidos con opción de gobierno y explicada en el Parlamento, además de estar planificada con una perspectiva entre 20 y 30 años. Una política de Estado que influye directamente en las relaciones políticas, económicas, comerciales, sociales y culturales de ese país. En el mundo actual, la pertenencia a la Unión Europea y la OTAN exige compartir ámbitos de soberanía en sectores relevantes como la economía y la defensa, principalmente, pero sin una cesión total.

Por supuesto que hay diferencia de criterios e intereses contrapuestos en algunas ocasiones, pero existen los mecanismos necesarios para solucionar los contenciosos. En el caso del Gobierno presidido por Pedro Sánchez, las desavenencias y los conflictos ideológicos y de interés político-electoral han sido evidentes en estos años donde el carácter supuestamente progresista del Ejecutivo ha servido para tapar los problemas. El caso de la política exterior afecta a la reputación y a la imagen, sobre todo, porque las decisiones en el ámbito económico, judicial, fiscal, social e, incluso, deportivo también provocan reacción y pérdida de credibilidad y prestigio. Además, esa inestabilidad política provocada por un Gobierno dividido resulta la peor opción para inversores internacionales. En este momento, Sánchez da por hecho mantener en su Ejecutivo a una vicepresidenta como Yolanda Díaz que considera una dictadura a Marruecos, vecino y aliado estratégico de España. Y a unas ministras de Podemos que apoyan a los enemigos de Marruecos y la autodeterminación.

Los ahora englobados en Sumar se manifiestan en contra de la OTAN y muestran más o menos su simpatía por Putin. Por supuesto, su debilidad son las dictaduras en Cuba, Venezuela, Nicaragua y los Gobiernos de extrema izquierda en otros países de América Latina. El colmo se produce con una ministra del Ejecutivo en funciones, Ione Belarra, líder de Podemos, que acusa al primer ministro de un país amigo de España como Israel de llevar a cabo un genocidio en Gaza y ser un criminal de guerra. Pedro Sánchez, a la misma hora, condenaba el ataque terrorista de Hamás contra Israel. Justo al día siguiente de la foto con los herederos de la banda terrorista ETA. El resultado de esta incoherencia es la pérdida de peso internacional de España, que no cuenta ni para condenar conjuntamente la masacre terrorista de Hamás. El prestigio, los intereses, la credibilidad y la imagen de España sufren gravemente y no lo remedia eso de progresista.