Antonio Casado-El Confidencial

  • No más obsoleto ni menos teatral es el clarinazo de Iglesias contra el fascismo que el de Ayuso contra el comunismo. “Absurdos enfrentamientos que nos distraen de lo que importa” (Gabilondo)

El descarado contubernio PSOE-Ciudadanos contra el Gobierno regional de Murcia tuvo los efectos de una inoportuna patada al avispero. No esperábamos otra cosa de una clase política cada vez más banalizada. La guerra de guerrillas en la lucha por el poder no venía a cuento. Y ahora estamos distraídos con las innecesarias hogueras que arden o han ardido como consecuencia de aquella insensata moción de censura.

 A saber: otra moción fracasada en Castilla y León, el frenazo del PP nacional en su pregonado viraje al centro, la descomposición de Ciudadanos y la inesperada convocatoria anticipada de elecciones en Madrid.

De la misma secuencia cuelga la llamativa renuncia de Iglesias Turrión a la vicepresidencia segunda del Gobierno y el liderazgo de Unidas Podemos so pretexto de frenar a “estos criminales” de la ultraderecha en Madrid. Y su consecuente réplica, por parte de la presidenta, Díaz Ayuso, con su no menos llamativo clarinazo contra el comunismo. No más obsoleto ni menos teatral que el de Iglesias contra el fascismo.

Madina, en la radio: “Los ciudadanos se ocupan más de los problemas de los políticos que los políticos de los problemas de los ciudadanos”

Para nuestra desgracia vamos de urnas y no de vacunas. Es la comilona de los medios de comunicación. Mientras tanto, los nubarrones de la economía aparecen cada vez más negros por el horizonte y los españoles van al psicólogo angustiados por la exasperante lentitud del proceso de vacunación. Eduardo Madina lo clavó en la radio: “Los ciudadanos se ocupan más de los problemas de los políticos que los políticos de los problemas de los ciudadanos”.
 Así constatamos que los televisados ritos de apareamiento han convertido la política madrileña, mero reflejo de la nacional, y al revés, en ‘La isla de las tentaciones’. Un telebanal espacio donde se pone a prueba la fidelidad de la pareja.

Tampoco la política catalana escapa a esta ola en el uso del contubernio y la puñalada trapera, tras la decisión de ERC de declarar socio preferente a la CUP, a espaldas de JxCat. Sartenazo en el bajo vientre de Laura Borrás, teóricamente aliada en el nuevo “embate” contra el Estado represor que se está fraguando en vísperas de la muy probable investidura de Pere Aragonés como nuevo presidente de la Generalitat.

 Los ritos de apareamiento han convertido la política en el conocido telebanal espacio que pone a prueba la fidelidad de la pareja

“El espacio público se llena de absurdos enfrentamientos que nos distraen de lo que importa”. Con esta denuncia entra en campaña el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid. No tanto por ser socialista (dice que es “un cabo suelto de la izquierda”), sino por ser Ángel Gabilondo. La voz sosegada de un drama nacional de farsantes, histriones y adictos a la reyerta con el adversario político

Gabilondo ‘for president’. Vale la pena rendir la neutralidad del columnista al elogio de la sensatez en tiempos recios de pandemia y antipolítica. “Con este Iglesias, no”, es su celebrado salmo respecto a eventuales pactos poselectorales. Valiente declaración de principios del candidato soso, serio y demasiado formal, pero mejor eso que narcisista, faltón y mentiroso.

Nadie tan dotado como este profesor de Metafísica para hacer creíble su voluntad de restablecer la dignidad de la política. “El descaro y el insulto no me representan”, “no me gusta vociferar”, escribía en su artículo del martes en ‘El País’. Un asidero fiable para quienes nos pasamos el día lamentando la degradación de política nacional y, al igual que él, creemos que los gritos ahogan a las razones, que la bronca no resuelve nada y que la injuria envilece el oficio.