Juan Van-Halen-El Debate
  • La ciudadanía me tranquiliza poco a corto plazo. Parece aceptar el muro levantado por el sanchismo. A quienes no compra los engaña, los anestesia o los desprecia. Cuando la mayoría social despierte será tarde

Conocí a Santiago Abascal Conde de jovencito comprometido ya con los principios en los que cree y, antes, traté a su padre, Santiago Abascal Escuza, un ejemplo de coherencia, entereza y valentía. Soy de la generación del padre y rescato aquí y ahora aquellas vivencias acaso para no soliviantar más a los amables comentaristas que, venga o no al caso, me reiteran que «sólo cuenta Vox». Aquellos eran tiempos ilusionantes, de verdades, de construcción, mientras estos son tiempos decepcionantes, de mentiras, de destrucción. Un dirigente sin ideales, sin límites éticos, conduce a nuestro país al caos desde el narcisismo, la ambición, y la ineficacia en la gestión. El socialista Helmut Schmid, canciller alemán, escribió: «La política sin conciencia tiende a la criminalidad». Ahí tenemos a Sánchez.

Hay columnistas, en los medios que sean, que opinan desde la obediencia debida, cambiante según sople el viento, como quienes un día conducen por la derecha y otro por la izquierda sin llegar a saber si están en Aranjuez o en Lancaster. Llamé a eso periodismo funcional. Si sólo cuenta Vox habría que esperar a que consiga mayoría suficiente para sacar a Sánchez de Moncloa. Una larga espera que daría tiempo al personaje, conociendo sus trampas y capacidad de maniobra, para acabar de desmantelar España. Sin contar el servicio a Sánchez que apuntala sus estrategias en el coco ultra y la Historia mentida.

La ciudadanía me tranquiliza poco a corto plazo. Parece aceptar el muro levantado por el sanchismo. A quienes no compra los engaña, los anestesia o los desprecia. Cuando la mayoría social despierte será tarde. Con las instituciones ocupadas, parte del potencial privado convertido en público o controlado, cada vez más medios subvencionados por cualquier vía imaginable, con un proyecto de ley de control, persecución y censura, mayor número de orientadores de opinión sumisos, y la ignorancia y mediocridad rampantes, no será posible la marcha atrás. Ya está ocurriendo en sus primeras fases. El espejo, no único, es Venezuela. Allí hay elecciones ¿para qué? Es la autocracia enmascarada que sueña Sánchez. Y, mientras, el Gobierno no condena el pucherazo venezolano.

Con este panorama es absurdo pretender que dos partidos, el PP y Vox, ofrezcan las mismas respuestas a los problemas y los electores reciban un único mensaje. Es bueno que en la alternativa existan dos cauces y resulta beneficioso que traten de recoger votos en diferentes caladeros sociales e ideológicos. Otra opción sería un error que no cometería nadie con un mínimo olfato político. Aunque ocurre. Otra simpleza es repetir que el PP es el PSOE; servirá a los desinformados. Cuando creo que el PP se equivoca, lo critico. Pero la insistencia del «sólo cuenta Vox» es un grave desquicio de la realidad. Tanto como lo sería «sólo cuenta el PP». La situación es la que es.

No es realista esperar a que Vox sea fuerza arrebatadora. Sólo puede convenir a los instalados, a quienes medran o aspiran a ello. Fraga unió a la derecha y lo viví desde dentro. No valoro los motivos de esa dispersión en la respuesta del centro y la derecha, pero no los ignoro. Los acontecimientos suceden porque deben suceder. La Historia lo constata. Debemos partir de donde estamos para acceder a donde queremos llegar. He reiterado que las guerritas entre el PP y Vox benefician a Sánchez las inicie uno u otro. Están condenados a entenderse. Antes de romper la baraja se avanza en la partida. Y se negocia.

Ya opiné que Vox se equivocó abandonando los gobiernos autonómicos con el chasco de que hubo no pocos que no lo acataron. Así desconocemos cómo actúan cuando gobiernan. Sin olvidar el abandono de Vox de figuras principales empezando por algunos fundadores. Sánchez aprovecha a Vox -y a todos- en su beneficio. Utilizó la moción de censura. Medios españoles y extranjeros presentaron la derrota de la moción como una victoria de Sánchez contra la extrema derecha (sic) con un candidato comunista (sic) porque el jefe de Vox no se atrevió a presentarse. Otra maldad.

Fue más grave, por sus consecuencias, el error en la votación que crearía, como en otros países, un órgano independiente para controlar los fondos europeos. Los votos errados de Vox supusieron que la UE desconozca, porque el Gobierno no informa, la cuantía y el destino detallado de esos fondos. ¿Dónde están? Se criticó al PP por apoyar subidas de pensiones y ayudas al transporte público. Sánchez acogió ese argumento falaz en una de las últimas sesiones del inútil control al Gobierno.

Más tarde Vox condicionó su apoyo a los presupuestos de ciertas autonomías a que el PP abandone acuerdos del PPE con el socialismo europeo en Bruselas. Es mezclar churras con merinas. ¿Caben imposiciones a miembros de una alianza que nada tiene que ver con presupuestos en autonomías españolas? El PP ya votó contra el nombramiento de Teresa Ribera. ¿De qué sirvió? La acción política es realista o no es. La fabulación sirve en la literatura, y algo de eso sé, pero se ahoga en las estrategias. Pedir lo imposible conduce a la melancolía, y si se trata de que no haya presupuestos, favoreciendo a Sánchez, es mejor no camuflarlo.

Vox no debe confundir la exitosa reunión en Madrid del grupo europeo o los guiños de Trump con su papel en España. Véanse los acuerdos de gobierno en Austria y Alemania. Las alegrías hay que medirlas; no es bueno venirse fabulosamente arriba. El camino responsable es el realismo o Sánchez se hará viejo en Moncloa y ganará elecciones, de una u otra manera, mientras las haya. Que no sé.