Eduardo Rodrigálvarez, EL PAÍS, 14/9/12
Hace poco, hace nada, me he dado una vuelta por España, por media España para ser más exactos –por motivos laborales, no se hagan cruces con mis posibles– y me he dado cuenta otra vez de que el aire es sano, de que es magnífico que te pegue el aire, los aires, mejor dicho. Y comoquiera que otros dos meses he estado entre Madrid y Castilla León, mayormente de trabajo, algo de ocio (mis posibles son tan imposibles como los suyos), resulta que he estado tres meses prácticamente fuera de mi tierra natal y vital, lo cual es siempre saludable. Y estando fuera me enteré de la convocatoria electoral en Euskadi para el 21 de octubre. Como siempre, todo el mundo lo sabía y todo el mundo estaba avisado de las intenciones del lehendakari.
Bueno, es lo de menos. Lo de más es que en este tiempo he convivido con gentes de muchos sitios, edades y condiciones, españoles y extranjeros, que hablando en broma ironizaban sobre el triunfo de Bilduy hablando en serio preguntaban sobre qué es en realidad Bildu en estos momentos. Un colega, con la estirpe de la izquierda madrileña, después de negarme el aprovisionamiento de víveres fuera de las fronteras vascas si ganaba Bildu y, como el apóstol, cerraba Euskadi, me hizo la pregunta del millón: ¿Pero Bldu es o no es un partido de izquierdas, incluso de extrema izquierda? Me negué, porque es amigo y no quiero perderlo, a contarle la historia del movimiento abertzale, de ETA, de los cuatro frentes, de sus escisiones. Me lo agradeció y fuimos al grano. Bildu, considerado como un partido más y por lo tanto así valorado como uno más, desde que condenó la violencia, no tiene ideario conocido. Probablemente, lo tenga desconocido, en las viejas esencias de las guerrillas urbanas o de las guerrillas revolucionarias latinoamericanas que, como decía Vargas Llosa, tanto nos gustaban en Europa porque estaban en América, en su famosa polémica con Gunter Grass. Es decir, que nos gustaban más por ser sudamericanas que por ser revolucionarias.
La ideología no solo hay que tenerla (que no la tiene) sino que para practicarla (que no la practica) hay que entrenarla (que no la entrena). Durante mucho, mucho tiempo la ideología era la liberación nacional, así a palo seco y la obediencia debida a los mandamases del movimiento. Ahora es otra cosa, ahora son un partido de Gobierno en Gipuzkoa y en la mayoría de municipios vascos. ¿Ya, pero eso de las basuras es una chapuza?, cortó en seco mi colega. ¡Helo ahí!: las ideologías soñadas, nunca entrenadas y jamás practicadas suelen ser más frágiles que un flan, y una cosa es hacer mapas de soberanía y hojas de ruta a ninguna parte y otra, organizar los detritus urbanos de una forma razonable y práctica (otra vez la práctica…) ¿O sea, que no son de izquierdas?, resumió con una cierta pesadumbre. Bueno, quieren serlo y creen serlo, pero hoy por hoy su fotografía, es la de los contendedores de basura. ¡Qué curioso! Antes y ahora…los contenedores. Por cierto, hace muy poco se incineraban en plena calle sin temor a las dioxinas y los furanos.
Eduardo Rodrigálvarez, EL PAÍS, 14/9/12