- Los españoles somos los europeos con mayor pérdida de poder adquisitivo situada en el 5,3%, los alemanes están en el 3,9% y los italianos en el 2,2%
¿Suena bien la palabra discapacidad? ¿Resulta bonita, atractiva?, creo que no. De hecho, si la palabra discapacidad afectara a nuestros políticos –además de a sus amigos o familiares-, si les afectara directamente, en el Congreso ya se habrían planteado sustituir ese término por otro más agradable, que no haga sentirse mal a quienes se le aplica este concepto. Los datos nos dicen lo poco sensible que somos como sociedad, por lo que adaptar una terminología positiva debería estar encima de la mesa del debate laboral. Lanzo, quizás ingenuamente, la propuesta para que, en lo que queda de legislatura, el gobierno modifique la manera de referirse a aquellos estudiantes, jóvenes, personas trabajadoras con capacidades diferenciadas del resto, a ser consideradas como personas a las que se les debe garantizar también una vida digna. Ese es el espíritu de la Constitución. No podemos sentirnos orgullosos cuando en España sólo un 8% de los jóvenes con discapacidad intelectual o del desarrollo tiene un empleo, y además perciben salarios casi un 20% inferiores pese a realizar el mismo trabajo, según datos de la Encuesta de Discapacidad y Empleo del INE, datos que pone encima de la mesa Plena Inclusión para denunciar una situación injusta. Jóvenes que no pueden soñar con un futuro en el que puedan ser independientes.
«Tienes discapacidad» y te dan el gran título de «discapacidad», incapacitándote ya sólo con la palabra, haciéndote sentir que vales menos que el resto. De la misma manera que la política, el periodismo ha ido modulando la terminología para dar un uso correcto a situaciones de abuso contra la mujer o los inmigrantes, ahora debería plantearse este reto para modificar esa expresión, discriminatoria, peyorativa. La palabra define la función, y el término que se utiliza, marca indefectiblemente a la persona a la que se le aplica.
Si se compara la cifra de desempleo en jóvenes con y sin discapacidad, la «brecha de desigualdad» se sitúa en casi el doble: un 59,3% frente a un 34,6%. Una enormidad
Días atrás, una psicopedagoga me comentaba cuánto bien haríamos si en lugar de hablar de discapacidad, habláramos de capacidad: Capacidad, capacitar, capacitado. No puedo estar más de acuerdo. Enfrentarte al mundo laboral no es fácil, menos si vas con un carnet de discapacidad. Quizás debería haber carnets para los discapacitados emocionales, que son muchos, para los discapacitados en política que también los hay. Mucho trabajo pendiente por este lado, a visibilizar a los mal llamados «discapacitados» en este día, porque los datos se alejan de la radiografía idílica del gobierno. Cierto es que cada uno ofrece los datos que mejor le convienen. Si se compara la cifra de desempleo en jóvenes con y sin discapacidad, la «brecha de desigualdad» se sitúa en casi el doble: 59,3% frente a un 34,6%.
Sólo un dato: sin ganar el SMI, que es de 1.080 euros, el autónomo paga una cuota de más de 300 euros, es decir que tiene que vivir dignamente con 700 euros
A la discapacidad podemos añadir los salarios, los autónomos, lo quemados que están muchos en su trabajo. También lo indican los datos: más del 70% de empresas han tenido problemas para encontrar personal, una de cada tres personas se siente disgustada y harta con su trabajo. De hecho, más del 50% de trabajadores abandonaría su ocupación si tuviera otra oferta. Los españoles, laboralmente hablando, no podemos estar más insatisfechos, por no mencionar a aquellos que aun trabajando no llegan a final de mes. Es la esclavitud de nuestros días, como indican datos oficiales que se dan a conocer con motivo del 1 de mayo.
No ha llegado aún el gobierno que mejore la vida del autónomo. Sólo un dato: sin ganar el SMI, que es de 1.080 euros, el autónomo paga una cuota de más de 300 euros, es decir que tiene que vivir dignamente con 700 euros. Imposible para un adulto con familia, imposible. Solo hace dos semanas que los autónomos salían en masa por las calles de Madrid para denunciar precisamente esto, que alguien que no llega ni al salario mínimo pague lo mismo que aquel que ingresa más de 2.000 euros. El pequeño autónomo sigue en este país sin derecho a enfermar, sin derecho a vacaciones. Emprender en este país sigue siendo una temeridad. Claro que ha habido mejoras laborales, por supuesto, pero también debemos reconocer lo que sigue sin funcionar para solventarlo. No puede ser que tengamos esclavos en nuestros días, trabajadores que aun haciendo sus 8 horas diarias no llegan a final de mes. Si no fijémonos en otro dato publicado por la OCDE: Los españoles somos los europeos con mayor pérdida de poder adquisitivo situada en el 5,3%, los alemanes están en el 3,9% y los italianos en el 2,2%. O lo que es lo mismo cesta de la compra disparada y menor salario. Somos el noveno país de la UE dónde más se ha devaluado lo que cobramos. Seguimos a años luz, seguimos siendo los pringaos de Europa con una discapacidad política gubernamental más bien generalizada.