MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAMO-ABC

  • Estar ocultando y mintiendo todo el rato es una labor titánica en la era de la multicomunicación

‘Tú, niégalo siempre’, le recomendó un amigo a otro. Escuché la frase sin querer. El segundo parecía desesperado porque ella albergaba sospechas de cuernos. No quise saber más. De haber preguntado lo normal habría sido que mi amigo pusiera en práctica el consejo conmigo. Negarlo, siempre, a lo Judas, sea o no verdad la historia. Lo cierto es que para poner cuernos hay que valer. Estar ocultando y mintiendo todo el rato es una labor titánica en la era de la multicomunicación, las prisas y las urgencias. Sin embargo, no parece que exista una táctica de defensa más extendida para tapar una infidelidad que negarla. O no existía hasta la llegada de Yolanda Díaz al Gobierno que ha puesto todo patas arriba en el mundo de los cuernos, demostrando que sí, que hay otras maneras. Hasta Piqué se fustiga por no haberla consultado, sabedor que, de haberlo hecho, quizá se hubiera ahorrado algunos estribillos yugulares.

No sé si Yolanda Díaz y Pablo Iglesias se prometieron fidelidad política en algún momento, pero como en esas parejas que no han pasado por altar o ayuntamiento, se daba por hecho. Además, el enfado de Podemos demuestra que no habían pactado pareja abierta. La vicepresidenta ha puesto los cuernos políticos más transparentes, anunciados y públicos que hayamos conocido nunca. El suyo ha sido un modus operandi mucho más elegante que la burda negación. Sonrisas y muy buenas palabras como estrategia para introducir la infidelidad.

Porque Yolanda Díaz lleva meses reconociendo abiertamente que estaba jugando una doble vida. Con lo difícil que debe ser en gestión de tiempo y de euros. Porque el amor y la ternura, que diría nuestra mirla blanca, no salen baratos en ninguno de los dos ámbitos. Cuántas dudas. Si la vicepresidenta del Gobierno te monta un partido, ¿a quién le ha quitado el tiempo de laboro, al Gobierno de la nación o al partido que la eligió? A mí con ocho horas de trabajo, niña, familia, casa… no me da tiempo a montar una startup ni de emparejar calcetines. Pero mira, ahí está la vicepresidenta y ministra de Trabajo. Igual no tenía suficiente carga de trabajo, te concluye cualquier consultora especializada. Me tiene alucinada porque, además, ha escenificado la traición al partido que la encumbró físicamente en las antípodas de éste. Lo ha hecho en el seno de uno de los barrios con mayor renta per cápita de España, el Viso. Y el sitio es casi lo de menos porque el resto es lo de más. El campanazo está tan medido que llega justo nueve meses antes del Día D. La criatura en camino. Cuernos consumados y todo con sonrisa. Ha dicho Yolanda Díaz que su nuevo amor es ella misma y a lo mejor no es nuevo y sólo es que algunos no se habían dado cuenta. El ‘no eres tú, soy yo’ de toda la vida. Eso o que la fidelidad en política no existe. Cuídense, por tanto, de los vendedores de ternura.