Xavier Vidal-Folch-El País
Rajoy ocultó la miseria propia: en 2016 España fue la peor clasificada en finanzas públicas. Y en 2017 repetirá
Mariano Rajoy realizó ayer un admirable ejercicio de colocar en su solapa medallas ajenas. Y de ocultar miserias propias. Sobre todo en economía, el cogollo de su mensaje, que lo de Cataluña fue casi propina obligada.
“Lo mejor” del ejercicio fue “la consolidación de nuestra recuperación económica”. Claro que sí, pero para no ser provincianos hay que añadirle que la nuestra es parte de la general recuperación europea.
Y que nuestros datos no son los más potentes. Están creciendo en 2017 más que nuestro probable 3,1% del PIB, Irlanda (4,8%) y los del Este (promedio del 5,3%) con Polonia en el 5% y Rumanía en el 8,3%.
Y no todo se debe a “las reformas que hicimos en su día”. Algunas generaron poco crecimiento del PIB: la laboral, solo medio punto; otras, las de los organismos reguladores o la ley de unidad de mercado, han sido trituradas o enmendadas por Bruselas y/o por la judicatura.
Y al cabo, no es nada transparente ignorar por entero el protagonismo de los vientos de cola exteriores, en los que no medió mérito español alguno.
Esos vientos impulsaron más la economía española que la de sus vecinos inmediatos (pues partía de peor nivel): el euro barato; los tipos de interés a cero; el petróleo, tirado; la demanda mundial creciendo incluso cuando se profetizaba lo contrario; la Comisión, tolerando expansión fiscal.
Lo peor para la propaganda oficial es que el FMI y el Banco de España cuantificaron la aportación de esos vientos. En casi la mitad (1,4%) del alza del PIB español en 2014 (el 3,2%), según el primero. Y después ha sido similar. Así que la mitad del éxito —que lo es— tiene medalla ajena.
Si en el crecimiento económico el papel de un Gobierno es relativo, en el control del déficit es superlativo. Por eso MR ocultó la miseria propia: en 2016 España fue la peor clasificada en finanzas públicas (4,5% de déficit sobre el PIB, frente a una media del 1,5%). Y en 2017, repetirá (Previsiones económicas de otoño, Comisión Europea): el 3,1%; seguida de Rumanía, 3%; triplicando la media de los Veintiocho (1,1%).
Además, en los éxitos sociales que se apuntó MR, por las nuevas normativas sobre desahucios y sobre cláusulas suelo, fueron determinantes las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE y las admoniciones de la Comisión. Mérito ajeno.
Peor asignación hizo del (rutilante) éxito del empleo. Se debió casi del todo a la bonanza general (méritos de muchos). Y cerca de nada a las abyectas políticas activas públicas de estímulo a la ocupación: desde 2014, la intermediación privada (ETT, Cáritas) atendió al 11% de los trabajadores asignados; la pública, solo contribuyó al 3% de las colocaciones.
De peor metal aún es la medalla en empleo juvenil. A España, primera beneficiaria del programa de Garantía Juvenil de la UE (6.000 millones), la Comisión le obligó (en 2016) a devolver 283 de los millones que le había otorgado, ¡por fallos burocráticos!, ¡por no poder “justificar suficientes pagos certificados”! Baldón propio. Y esperaremos el balance de eso en 2017…