Xavier Vidal-Folch
Dormirse en los laureles sería descansar en la imprudencia
Los populismos perdieron comba en 2017 y “parecen menos inevitables que en 2016”. El “impulso populista no es inevitable”. Puede “revertirse si Gobiernos y ciudadanos” le plantan cara.
Así lo sostiene el informe anual de Human Rights Watch (HRW), una entidad respetada, a medias oenegé y observatorio mundial.
HRW aflora su decepción por la deriva populista/vertical de los dos grandes anglosajones, EE UU y Reino Unido. Y una rendida admiración por su reverso, el presidente francés Emmanuel Macron y su oposición al ultra Frente Nacional, de la familia Le Pen.
Su militancia no era solo democratista, sino también europeísta, radicalmente europeísta, diáfanamente europeísta. Marine Le Pen perdió las elecciones, contra augurios y sondeos, porque Macron la abrumó con su apuesta por el euro y por la UE.
La derrota mundial del populismo (no su desaparición) en 2017 es, sobre todo, cosecha europea contra pronóstico en Austria (presidenciales), en Holanda, en Francia, en Alemania.
Atención: la victoria democrática autoriza algún sarcasmo sobre el eterno acierto de los casandras. Pero ningún ilusionismo de que la tarea esté cumplimentada: si acaso, la convicción comprobada de que la única receta practicable es la ofensiva democrática. Y federal: antiendogámica.
Dormirse en los laureles sería descansar en la imprudencia. Los populistas no han alcanzado el triunfo donde se descontaba, como en Francia y en Holanda. Y capotan en países como España, salvo en media Cataluña.
Pero se agarran a plataformas de influencia mediante coaliciones con la derecha convencional (Austria). O en la expectativa de retorcerle el hígado (Alemania): por eso debe reeditarse una Gran Coalición, de tinte más social. O en la reiteración del nacionalismo más racista, en Polonia o Hungría, por lo que la Unión deberá ser exigente. O sea, deberá proseguir su amenaza de sanciones, incluso hasta la de retirar ayudas económicas.
¿Por qué, pese a su sostenida amenaza, declina el populismo? Porque el azote de la Gran Recesión, el uniformismo identitario de la globalización y el neoliberalismo deshumanizado eran su caldo de cultivo. Agotado ese momento, ha perdido en buena parte su momentum. Pero alerta. Sigue ahí, coleando.