El Remero canadiense, en el Registro Gary Halpin, preocupado por la deriva que la Presidencia de Donald Trump trae a EEUU y al mundo, me ha remitido la siguiente carta:

Leí tu artículo publicado el miércoles 16 abril, con interés, ya que refleja un patrón paralelo, quizás con más detalle, que lo que ocurre actualmente en Estados Unidos bajo el régimen de Trump. Un artículo reciente en Quora Digest me llamó la atención porque capta el contraste entre el liderazgo presidencial, o la falta de él, bajo Trump en comparación con sus predecesores. Fue escrito por Charles Pierce.

En mi opinión, quienes nos rodean y ocupan puestos importantes de influencia deben comprender este contraste entre los presidentes anteriores y el actual para tomar las medidas adecuadas dentro de su ámbito de influencia. Existen paralelismos entre lo que ocurre en Estados Unidos y el liderazgo actual, o la falta de él, en España.

Gary el canadiense

¨A lo largo de mi vida, he visto a John Kennedy hablar en televisión sobre los misiles en Cuba. Vi a Lyndon Johnson mirar fijamente a Richard Russell y decir: «Y venceremos». Vi a Richard Nixon renunciar y a Gerald Ford decirle al Congreso que nuestra larga pesadilla nacional había terminado. Vi a Jimmy Carter hablar del malestar y a Ronald Reagan hablar de una ciudad brillante sobre una colina. Vi a George H.W. Bush pronunciar el panegírico del bloque soviético, y a Bill Clinton consolar a los sobrevivientes de la locura de Timothy McVeigh en Oklahoma City. Vi a George W. Bush luchar por comprenderlo todo el 11 de septiembre de 2001, y vi a Barack Obama cantar «Amazing Grace» en el santuario herido de la Iglesia Madre Emanuel en Charleston, Carolina del Sur. Estos fueron los presidentes de mi vida. No eran hombres perfectos. No eran presidentes perfectos, Dios lo sabe. Ninguno lo era. Pero asumieron el cargo y subieron al podio con toda la seriedad que pudieron reunir, propia del cargo. Intentaron, al menos, alcanzar algo en la presidencia que estaba más allá de su alcance como seres humanos comunes. No todos se ennoblecieron con el intento, pero aun así lo intentaron.

Y ahora llega este bufón desesperado y cruel, y el público de bufones igualmente desesperados y crueles que rieron y vitorearon cuando se burló de una mujer cuyo recuerdo imborrable del trauma que sufrió es la risa de los perpetradores. Ahora llega él, un hombre envuelto en escándalos, sin ningún interés más allá de lo que pueda meter en su bolsillo y lo que pueda engañar a un universo de ingenuos, y hace algo así mientras ocupa un cargo que le dimos, y mientras está dotado de una confianza pública que deshonra cada día que despierta en la Casa Blanca. El vástago de una organización criminal multigeneracional, cuyos parámetros apenas comenzamos a comprender. Un vehículo para los peores elementos de la condición estadounidense. Y, además, un matón barato y desalmado. Nunca hemos tenido una falsificación de presidente* tan barata como la que ocupa actualmente el cargo. Nunca hemos tenido un presidente* tan completamente merecedor de desprecio y, sin embargo, tan insignificante en el cargo que casi parece una pérdida de tiempo y energía evocar el desprecio necesario.

Observen cómo una república muere en los ojos vacíos de un hombre vacío que no siente nada más que su propia grandeza imaginaria, y que no puede encontrar en sí mismo la decencia de simplemente callar, incluso cuando le conviene hacerlo. Los presidentes no tienen que ser héroes para ser buenos presidentes. Solo tienen que darse cuenta de que su humanidad es nuestra humanidad común, y que su comunidad política también es nuestra comunidad política. Obsérvenlo tras el sello del presidente de los Estados Unidos. ¿No es un hombre gracioso? ¿No es divertidísimo lo que le pasó a esa señora? Observen a los idiotas reunidos vitorear. Esta es la única historia ahora. ~ 

Charles Pierce