ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 28/08/14
· El abogado Juan Molins me envía el fallo del Tribunal Supremo que absolvió a Manuel Jiménez de Parga, aquella vez que dijo que los catalanes se empezaron a lavar más tarde que los andaluces. El documento prueba que el gobierno de la Generalidad demandó al jurista por haber atentado contra el honor y la dignidad del pueblo catalán.
No me sorprende que la Generalidad lo hiciera, pero sí que un gobierno pueda actuar jurídicamente contra un ciudadano por ofender la llamada dignidad de un pueblo. El asunto es y era obviamente discutible. La defensa de Jiménez de Parga negaba la legitimidad del Gobierno, y los propios magistrados dedicaban la mitad de su auto a justificarla. La justificación arrancaba con este párrafo: «Un gobierno tiene legitimación para actuar procesalmente cuando estime que se ha lesionado el crédito, dignidad, prestigio y autoridad moral de las instituciones de un Estado y, en particular, la dignidad de un pueblo.» De todos los supuestos es el particular el que resulta espectacularmente dudoso.
Si yo escribo ahora que «los catalanes son unos chorizos» o incluso que «hasta bien entrado el siglo XX los catalanes no se lavaban», el mensaje fundamental de mi aserción es nada. Son frases sin sentido alguno, tan macrocefálicas que a ninguna cabeza real apuntan. Tan macrocefálicas, por cierto, como la imposible palabra dignidad. Del hecho de que en abstracto sea sencillo invocar la dignidad de un pueblo a la evidencia de que resulte difícil concretarla parte la sentencia del Supremo, que reconoció a la Generalidad la legitimidad para invocarla pero absolvió a Jiménez de Parga del delito de haberla vulnerado.
Pero, naturalmente, ese caso y la sentencia revelan al tacto de hoy una zona erógena del más alto interés. Fue un hombre que compaginaba el más alto honor catalán con la evasión fiscal y de capitales el que se querelló, en defensa del pueblo de Cataluña, contra otro que dijo que los catalanes se empezaron a lavar más tarde que los andaluces. El hecho de que el Tribunal Supremo aceptara su legitimidad para hacerlo plantea ahora un asunto derivado: la posibilidad de que la Generalidad prosiga en su camino de ejemplaridad y demande al ex presidente Pujol en defensa de la dignidad y el honor de su pueblo.
Porque lo contrario sería realmente estupefaciente: que se hubiera levantado en querellas contra el que les llamó limpios tardíos y no lo hiciera ahora contra el que durante 23 años se negó a lavar su dinero sucio, siendo presidente de ese gobierno y ejerciendo el privilegio de querellarse contra los indignos.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 28/08/14