ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 14/01/16
· Sánchez y Rajoy tienen en su mano dar una oportunidad al acuerdo con una salida elegante.
La constitución de las Cortes Generales se convirtió ayer en un espectáculo circense con banda de música, payasos y maestro de ceremonias encargado de la escenografía, incluida la vergonzosa exhibición de un bebé por parte de su propia madre. A costa del contribuyente, claro. Hacienda sí somos todos a la hora de pagar la cuenta de semejante espectáculo. No es que se abandonaran las formas de un mínimo decoro en el vestir o el comportarse, que también. Es que los integrantes de Podemos, sus mareas y los separatistas que han desembarcado en la Cámara se burlaron de la Carta Magna y, con ella, de todos nosotros, recurriendo a fórmulas grotescas para cumplir con el trámite legal de acatamiento de modo y manera tales a dejar clara su voluntad de afrentarla para terminar destruyéndola.
La Constitución, la unidad y, en última instancia, la democracia. Ellos se sienten más cómodos en los movimientos asamblearios de los que proceden, teledirigiendo acampadas callejeras o asaltando capillas universitarias. Ese es el lenguaje que dominan y acabarán imponiendo en el Gobierno de la Nación salvo que el sentido común, el patriotismo, la generosidad y la presión de quienes están en condiciones de presionar con eficacia fuercen a Mariano Rajoy y Pedro Sánchez a renunciar al poder para salvar a España.
En el Congreso de los Diputados la mediación de Albert Rivera ha hecho posible un pacto que otorga la Presidencia a Patxi López a costa de entregar el control efectivo del mismo a la suma de PP y Ciudadanos. Una especie de gran coalición constitucionalista a escala parlamentaria en la que todos obtienen algo a cambio de una renuncia. Que nadie extraiga de ahí conclusiones precipitadas. Ese acuerdo no se reeditará para la conformación del Ejecutivo mientras Sánchez y Rajoy sigan al frente de sus partidos. Su imposibilidad para entenderse es tan evidente como irreversible y ninguno de los da muestras de estar dispuesto a ceder con tal de favorecer un acercamiento de sus respectivos grupos. Los dos priorizan su propia ambición personal sobre el interés común y ese empecinamiento amenaza con echar a Sánchez en brazos de Pablo Iglesias y su «corte de los milagros», que hoy pone el grito en el cielo por la traición del socialista pero mañana preferirá en Moncloa a un presidente rehén antes de arriesgarse a perder una oportunidad como ésta.
Es cierto que el PSOE insiste en proclamar que no brindará su apoyo a un candidato popular, sea el actual o sea otro. No lo es menos que, más allá de Sánchez, cuyo apetito de poder es desmedido, otros dirigentes más sensatos son conscientes del riesgo inherente a dejar España en manos de quienes apenas ocultan ya su intención de reducirla a escombros. Tampoco en el PP se atreve nadie a reconocer públicamente que Mariano Rajoy se ha convertido en un lastre para el proyecto de centro derecha liberal que llegó a contar con 186 representantes electos, aunque muchos lo confiesan abiertamente en privado. Entre otras cosas porque, si en el mejor de los casos fracasaran los intentos de la izquierda por constituir un «frente popular» y hubiera que regresar a las urnas, el reparto de fuerza entre los bloques sería prácticamente el mismo y volveríamos a estar como estamos, con un Podemos crecido.
Por el bien de España y de los españoles es preciso alcanzar un gran consenso democrático que haga posible gobernar con seriedad ahora mismo, sin dilaciones, empezando por liquidar el golpe de Estado sedicioso perpetrado en Cataluña. Hay que intentarlo al menos, privando de coartadas a quienes buscan otra cosa. Sánchez y Rajoy tienen en su mano dar una oportunidad al acuerdo con una salida elegante.
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 14/01/16