Cuando le preguntaron por qué había aceptado presidir la Asociación de Víctimas del Terrorismo, José Alcaraz sacó la cartera, enseñó las fotografías de su hermano Ángel y de sus sobrinas Miriam y Esther, que murieron en 1987 por la bomba que puso ETA en Zaragoza, y respondió: «Yo estoy aquí por ellos».
Cuando le preguntaron por qué estaba allí, por qué había aceptado presidir la Asociación de Víctimas del Terrorismo pese a no cobrar nada por esa labor y a tener que desplazarse continuamente de Andalucía a Madrid, cosa que le obliga a desatender su propio trabajo, José Alcaraz sacó la cartera y enseñó unas fotos que van siempre con él, junto al corazón, en ese bolsillo de la chaqueta donde otros llevan el móvil. Eran las fotografías de su hermano Ángel y de sus sobrinas Miriam y Esther. Los tres murieron el 11 de diciembre de 1987 por la bomba que puso ETA en la casa cuartel de Zaragoza. El primero tenía diecisiete años y las niñas no habían cumplido aún los cuatro. Mientras mostraba esas fotos, José Alcaraz respondió a la pregunta que le habían hecho: «Yo estoy aquí por ellos».
Eran pocas palabras pero a mí me pareció que quemaban. Era imposible no percatarse de la fuerza con la que las decía, la candente mezcla que había en ellas de decisión y de ternura, de dolor pero también de nobleza, de verdad y de amor, de fe en la justicia humana y en que hemos venido al mundo para algo más que para comer kokotxas y salvar el propio culo. Hablo de esa fuerza interior que quizá nos rozó en un lejano día de la juventud pero de la que pronto nos disuadieron los otros, la realidad, el sentido práctico, las circunstancias Hablo de esa fuerza que es un diamante en bruto y que no es nada frecuente en nuestra sociedad. La mayoría de la gente no suele tener esa fuerza ni para seguir una vocación profesional ni para defender unas convicciones políticas, ni siquiera para las cosas más importantes y más ‘fuertes’ de la vida.
Hace unos días el Foro Ermua le ha otorgado a José Alcaraz el Premio José Luis López de Lacalle a la convivencia cívica y yo sé, sin haberlo visto y sin que nadie me lo haya contado, que en algún momento, en algún lugar, ante unos periodistas, él habrá vuelto a sacar con sencillez su cartera y a mostrar esas fotos, como esos detectives de las películas que siguen la pista de un secuestro e interrogan al dueño de una tienda o a la camarera de una hamburguesería. José Alcaraz «está aquí por ellos», para decir, por ejemplo, que le hiere que alguien mezcle las imágenes de los suyos entre las ruinas de un atentado con unas escenas de arrastre de bueyes aunque haya gente a la que eso le parezca el colmo de la sensibilidad. Yo creo que ese muchacho y esas niñas de la cartera de José Alcaraz nos interrogan también a nosotros. ¿Qué sabemos de ellos? ¿Los hemos homenajeado con dignidad o los hemos visto mezclados con unas escenas de arrastre de bueyes y hemos aplaudido?
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 18/10/2004