Eduardo Uriarte-Editores

El sanchismo le debe mucho al chavismo, el exceso de demagógica propaganda, populismo descarado, y la creación obligada de un irreconciliable enemigo. Es lo que los amigos de ZP pusieron en marcha en Latinoamérica para desgracia y miseria de otrora sociedades con un pasable bienestar. Se mutó desde que accediera nuestro descorbatado líder al poder el relato del encuentro entre los españoles, el relato del consenso, la Transición y la Constitución, tras una guerra civil y cuarenta años de dictadura, por el relato del enfrentamiento, con la creación del enemigo total y corrupto: el PP. Y como a pesar de ello las encuestas vaticinan el final del sanchismo, se inventa, además, lo de los poderes ocultos, los del puro, pero esta vez se les cita con nombres, pues es el día que se quita la corbata. Le faltaba un pañuelo rojo al cuello con las siglas UHP.

Aunque el enfrentamiento y la creación del enemigo es de reciente inspiración latinoamericana, lo de los poderes ocultos, el Gran Demiurgo, fue parte fundamental del relato nazi que tan brillantemente propagó Goebbels. Aquel relato, con poderes ocultos y enemigos internos, con su exceso de propaganda y exaltación, provocó el holocausto y la vergüenza moral de toda Alemania. Y nuestro líder va por ese camino sin tener idea, doctor en una ciencia humanística, en qué pendiente está resbalando. De hecho, pactar con Bildu la Ley de la Memoria Democrática retrotrayendo la opresión franquista a cinco años después de nuestra democracia, era volar, con saña canallesca, la convivencia política de los españoles, proyectar el futuro bajo la arbitrariedad del nuevo Duce. Esperemos que no, su proyecto huele demasiado al liberticidio fascista, pero esta vez el despreocupado pueblo no le dará su apoyo, no porque rompa España y la consecuente inestabilidad que produce, sino porque nos está desvalijando la cartera.

No es que nuestro líder con maneras de dictador pueda llegar a su meta, su credibilidad va a la deriva, va a caer, pero por intenciones que no quede, ¿pues a qué viene este insulto al republicanismo y al liberalismo de Montesquieu consistente en “desjudicializar” la política para actuar con toda arbitrariedad de la mano de los nacionalistas catalanes?. El cargarse el contrapoder judicial ante la arbitrariedad secesionista. O dejar pequeña la sátira que hiciera Woody Allen en Bananas obligando a los niños a hablar en catalán hasta en el recreo -espero que el anuncio de descorbatarse no prosiga por la ropa interior como en la película, que si es por ahorrar aire acondicionado que vista como los afrikáners, con corbata pero en shorts, frecuentemente sin zapatos, pero ellos no usan el helicóptero para trasladarse 25 kilómetros. Todo un despropósito revolucionario, que no es más que reacción cavernícola, cuando el país, necesitado de estabilidad institucional, tiembla por su bienestar a la vuelta de las vacaciones.

No todo vale, la arbitrariedad se paga en política. Y aunque la moral declarada de la izquierda sea capaz de mostrar que la prevaricación y la malversación de sus propios y aliados sea casi aceptable, ante el espíritu de rapiña de la derecha, aunque la abundante prensa que escribe al dictado del poder, como antes de que Franco acabara en Cuelgamuros, y aunque una intelectualidad originaria de la izquierda, pasmada ante el cúmulo de arbitrariedades, usa el eufemismo y las medias verdades como vulgar procedimiento para el escapismo, esto tiene que acabar. Porque con las medias verdades llegó el fascismo a Europa y tiene posibilidades de volver.