Por orden

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Nadie dudaba de que, tras la habitual ‘coreografía del desencuentro’, los partidos que nos gobiernan (?) iban a alcanzar un acuerdo para los Presupuestos de 2023. Son tantos los empleos a proteger, tantas las dádivas a conceder, tantos los votos a recolectar y tantas las voluntades a conformar que no cabía otro resultado. Fuera del Gobierno hace muchísimo frío y la mayoría de quienes lo pueblan carecen de alternativas mínimamente comparables a la importancia y la comodidad de los sillones que ocupan en los respectivos ministerios. ¿Cuál es el contenido preciso de las Cuentas? Esa pregunta es muy fácil de responder. Recuerde que, al principio de la pandemia, la vicepresidenta Yolanda Díaz salió exultante a proclamar que había más de cinco millones de españoles cobrando algún tipo de prestación (sin contar las pensiones y dejando aparte a los funcionarios). Hace unos días, el ministro Bolaños aseguraba que era «muy difícil encontrar a un solo español que no hubiese cobrado o se hubiese beneficiado algo del Estado».

¿Qué mejor planteamiento para encarar un año electoral? Recuerde también que el país se asienta sobre la formación y el esfuerzo de sus ciudadanos, sobre las inversiones de sus empresarios y los avances de sus científicos, pero el Gobierno se sustenta sobre los votos. Ahora imagine cuántos miles de millones de euros se destinan a fortalecer lo primero y cuántos a obtener lo segundo y tendrá una imagen fiel de estos Presupuestos. Claro que al Gobierno le preocupa el país y sus habitantes, pero por orden. Primero ganar las elecciones y después… ya veremos.

La aprobación de los Presupuestos coincide en el tiempo con el acuerdo con los sindicatos de la función pública. El acuerdo es ponderado para este año, pero generoso para los siguientes, si es que el Ejecutivo se cree sus propios cálculos de inflación. Máxime si le añadimos una serie de elementos importantes, entre los que destaca la reducción de horas de trabajo. ¿Ha mejorado tanto la productividad de los funcionarios o ha caído la demanda de sus servicios? Si es así, se podría haber optado por reducir el número de empleos públicos y aliviar el gasto, pero esa idea es sacrílega, un anatema, algo propio de mentes retorcidas e insolidarias. Nada que ver con el espíritu generoso y complaciente que inspira a estos Presupuestos.