- La guerra contra Hamás no es un conflicto local entre Palestina e Israel, sino una amenaza a nuestra civilización por un terrorismo islamista con el que cierta izquierda simpatiza.
El sábado 7 de octubre de 2023 quedará como un día funesto para el Estado de Israel. Cincuenta años después de la guerra del Yom Kippur, es víctima de un ataque terrorista perpetrado por una organización fanática, islamista y yihadista, estrechamente vinculada a los Hermanos Musulmanes y apoyada por Irán. Hamás pretende destruir un modelo y unos principios democráticos que le son desconocidos.
El sábado 7 de octubre de 2023, los israelíes soportaron una tragedia que revivió a la vez la conmoción del 11 de septiembre de 2001 y el dolor de la desgracia del 13 de noviembre de 2015 en París, caracterizada por la toma de rehenes, las masacres indiscriminadas contra civiles inocentes y un odio profundo a la cultura de la libertad.
El sábado 7 de octubre de 2023, los judíos fueron golpeados una vez más, reviviendo los horrores de los atentados contra el Hypercasher de Porte de Vincennes y la escuela Ozar HaTorah de Toulouse. Los recuerdos abominables de las masacres cometidas por los Einsatzgruppen durante la Segunda Guerra Mundial y los pogromos de Babi Yar resurgen menos de tres generaciones después.
Estos atentados tenían como único objetivo matar judíos. Está en la matriz, en la esencia misma del islamismo, consagrada en los estatutos de Hamás: odio a los judíos y odio a Israel.
Por lo que se ve, nada de esto es suficiente para la Francia Insumisa (LFI), que se niega a ponerle nombre al mal. No están solos, de hecho, sino que son una horda de cómplices que se esconden en el silencio o encuentran atenuantes a las atrocidades cometidas.
El sempiterno «sí pero», acompañado de doctas explicaciones para comprender y excusar. La ausencia de una condena firme les hace culpables, aunque el hundimiento de parte de la izquierda era previsible. Estaba, de hecho, en el corazón de mi teoría de las izquierdas irreconciliables, que pocos han querido admitir.
Evidentemente, y desde hace demasiado tiempo, el grupo LFI ya no pertenece a las filas republicanas. La verdadera cuestión es si conservará alguna credibilidad en las filas de la humanidad y el universalismo.
Mis preguntas sobre la verdadera cara del partido que quedó entre los tres primeros en las últimas elecciones presidenciales francesas no son nuevas. Sus dirigentes ya estaban presentes en manifestaciones en las que se gritaba «muerte a los judíos» con el pretexto de luchar contra la islamofobia. Ahora ha dado un paso más en su naufragio político y moral.
Jean-Luc Mélenchon y sus amigos se niegan a ver que, frente al Estado de Israel, sometido a la mirada penetrante de la comunidad internacional, de sus medios de comunicación, de su Parlamento y de su pueblo, hay terroristas que ejercen un terror despiadado sobre la población que controlan en Gaza. Hamás no oculta su antisemitismo estructural, ejerce una dominación aplastante sobre las mujeres, condena a los homosexuales a los peores abusos, elimina a sus opositores y recluta a jóvenes en las milicias armadas.
«Para la izquierda, la colonización es el peor de los crímenes, por lo que cualquier medio de oponerse a él está justificado»
El mundo está conmocionado por las imágenes de horror absoluto que le han llegado. Más de 1.300 hombres y mujeres han sido asesinados, familias, ancianos, niños, recién nacidos. Ha habido secuestros, violaciones y decapitaciones. Hay sangre, lágrimas y miedo. Hay franceses entre las víctimas, heridos, secuestrados y asesinados. ¡Compatriotas! Pero eso sigue sin ser suficiente para los representantes electos de LFI.
Para la izquierda, la colonización es el peor de los crímenes. Israel es, según una fraseología bien establecida, considerado como «un Estado colonial que practica el apartheid», por lo que cualquier medio de oponerse a él está justificado.
Esta visión maniquea priva de toda lucidez a los dirigentes de izquierda y le da legitimidad a la barbarie. ¿Hace falta recordar que la primera decisión del Gobierno francés ante los atentados contra israelíes fue proteger las sinagogas, los centros culturales y las escuelas judías?
Desde el 7 de octubre, y como en cada recrudecimiento de las tensiones entre Israel y sus vecinos, los actos antisemitas se han disparado. La amenaza islamista está siempre presente. Escribía estas líneas antes del terrible atentado en el instituto de Arras.
De norte a sur, Israel está rodeado de grupos terroristas enemigos que no tienen ninguna consideración por el conflicto palestino-israelí, ni por la necesaria solución de dos Estados. Está en los fundamentos del Hezbolá libanés y de Hamás -que nunca ha apoyado proceso de paz alguno- la destrucción del Estado de Israel y la aniquilación de la presencia judía.
Muchos pretenden mantener la confusión. Pero debemos hablar claro a la opinión pública, como ha hecho el presidente Macron: «Esto no es una guerra entre israelíes y palestinos, sino entre un grupo terrorista y una sociedad y unos valores democráticos», pidiendo a Israel, el único Estado democrático de la región, que responda «con firmeza y justicia».
«Esta izquierda nauseabunda ha vendido sus convicciones a cambio del nuevo proletariado que quiere conquistar: la gran masa de inmigrantes y musulmanes»
A menos que podamos encontrar justificaciones para legitimar los atentados del 11 de septiembre y del 13 de noviembre, su ambigüedad coquetearía peligrosamente con el antisemitismo craso. Jankélévitch lo teorizó proféticamente: «Se perseguía a los judíos porque eran judíos, no por sus opiniones o su fe […]. No se les reprochaba profesar esto o aquello, se les reprochaba serlo». Hasta cierto punto, este rechazo sigue extendiéndose a la existencia del Estado de Israel».
Si el sionismo es en sí mismo una legitimación de estos actos, entonces esta izquierda estaría asumiendo el rostro repugnante de los miles de antisemitas que se esconden detrás del antisionismo para seguir viviendo.
Insisto, y ya no seré el único en suscribirlo, en que existen dos izquierdas irreconciliables en Francia. La izquierda progresista, republicana, de la Ilustración, y aquella a la que acuso, la izquierda oscurantista, supuestamente progresista y antifascista, que apoya a los islamistas de ideología totalitaria.
Cuando formulé este fenómeno hace algunos años, fue esencialmente a propósito del antisionismo y, de hecho, del antisemitismo. Paradójicamente, esto me costó caro porque no acepté el pacto fáustico con el islam político y denuncié el islamoizquierdismo.
No me arrepiento de nada. Esta izquierda nauseabunda ha aceptado vender sus débiles convicciones en beneficio del supuesto nuevo proletariado que se han propuesto conquistar: la gran masa de inmigrantes y musulmanes. Su apuesta es evidentemente electoral, pero LFI ya no tiene nada que ver con la defensa de las clases trabajadoras. Su programa es la defensa de la abaya y de Hamás. Se creen en sintonía con las expectativas del electorado musulmán, y eso es un insulto. Han decidido que los musulmanes son víctimas y que, por lo tanto, hay que defenderlos en todas partes del mundo, cueste lo que cueste y sean cuales sean los instrumentos utilizados por algunos.
«Muchos tratarán de culpar a Israel, la guerra de imágenes será terrible. Por eso debemos prestarles un apoyo sin fisuras»
Para mí eso es racismo. Al no poder salir del debate político y electoral sobre temas tan esenciales y originales como los actos de barbarie ocurridos en Israel, LFI se desacredita aún más.
Francia, bajo la presidencia de François Hollande, en el marco de una coalición internacional, no dudó en aplastar al Estado Islámico tras los atentados en Europa, golpeando emplazamientos terroristas como en Raqqa. ¿Por qué Israel no tendría derecho a defenderse? ¡El Estado hebreo tiene incluso el deber de hacerlo!
Sé que las consecuencias geopolíticas de esta respuesta, y las consecuencias para la sociedad israelí, serán graves. Cualquier intervención en Gaza podría tener efectos dramáticos para la población civil palestina. Muchos tratarán de culpar a Israel. La guerra de imágenes será terrible. Por eso debemos ser un apoyo sin fisuras.
Se trata de un conflicto más amplio. Debemos comprender el entorno político en el que nos desarrollamos. Los Hermanos Musulmanes y el apoyo prestado a organizaciones terroristas como Hamás, las campañas de boicot contra Israel, el apoyo financiero que a veces presta Europa a organizaciones islamistas o vinculadas a estos movimientos, la malversación de fondos de la UE para la corrupción o el terrorismo en Gaza. Todo ello debe reexaminarse a fondo, porque el conflicto no es sólo local o regional.
La situación es mucho más grave y lo que está en juego es mucho más importante: nuestra civilización está en entredicho. Ya hemos experimentado esta amenaza en Europa, todavía la estamos experimentando, y no hay nada que sugiera que estamos protegidos de ella.
Un día, quizá comprendan que luchar para defender a los judíos también significa luchar por nosotros mismos.
*** Manuel Valls es ex primer ministro de la República Francesa (2014-2016) y exconcejal del Ayuntamiento de Barcelona (2019-2021).