- Al PP se le votó masivamente para resistir y derrotar el terrorismo de ETA y, una vez desarticulada ETA como banda terrorista, se le ha abandonado
Fernando Savater acaba de afirmar un hecho cierto que a los demócratas nos duele profundamente: «En el País Vasco nadie vota al partido del que era Miguel Ángel Blanco y se vota masivamente al partido de quienes lo mataron». En relación a si efectivamente Bildu es el partido de quienes asesinaron de un tiro en la nunca al joven concejal tras mantenerlo durante dos días atado de pies y manos, basta con escuchar a sus representantes: por acción o por omisión ellos mismos lo reconocen. Mal que les pese a quienes dicen sentirse ofendidos, la trayectoria de las marcas políticas que justificaron durante décadas los asesinatos de ETA, de las que Bildu es continuación, las hace merecedoras de que se las considere como los partidos de quienes mataron a Miguel Ángel Blanco. Y, por lo tanto, también Bildu, hoy liderado por nada menos que Arnaldo Otegi, el símbolo por antonomasia de la justificación política del terrorismo.
Tras aclarar esta primera cuestión, intentaré responder a la pregunta: ¿Por qué nadie vota al partido del que era Miguel Ángel Blanco y se vota masivamente al partido de quienes lo mataron? Existen varias razones, por mucho que una o dos destaquen sobre el resto o sean las primeras que nos vengan a la cabeza: la sociedad vasca es una sociedad enferma, suele decirse. Y añado que en una sociedad decente nadie votaría a Bildu. Pero conviene ampliar nuestro radio de análisis: primero, por honestidad intelectual; y segundo, porque hacerlo puede ayudar, no solo a explicar todas las razones por las cuales hemos llegado al actual mapa electoral, sino a intentar cambiarlo.
La propia distribución electoral de Euskadi durante la transición democrática es una razón que explica el mapa electoral actual. Es decir, cada cual disponía de su nicho de votos, y el del PP no era precisamente grande. En 1984, Alianza Popular logró siete diputados, solo uno más de los que tiene ahora el PP junto con Ciudadanos. Por su parte, las marcas afines a ETA mantuvieron desde el inicio de la democracia una representación de entre once y catorce diputados, logrando alcanzar los veintiuno en 2012, dieciocho en 2016 y veintiuno en 2020, más que todos los perseguidos juntos. El PP, por su parte, logró los mejores resultados entre 1998 y 2009, en una horquilla que iba de los trece de 2009 a los diecinueve en 2001 (cuando se convirtió en segunda fuerza en el Parlamento Vasco), momento a partir del cual no ha dejado de languidecer.
La razón fundamental que explica que el PP ocupe un espacio reducido en la sociedad vasca es el terrorismo y la persecución política ejercida por ETA y sus servicios auxiliares; al fin y al cabo, esta presión fue especialmente dura durante la transición, cuando los partidos toman posiciones y se consolidan. Y los partidos no nacionalistas y en concreto el PP (o marcas hermanas) fueron los más duramente acosados a lo largo de toda la democracia. Y es que un partido político perseguido violentamente por una banda terrorista lo tiene más complicado que quien disfruta de libertad plena para explicar sus propuestas, mantener contacto directo con sus potenciales votantes y lograr los votos necesarios que le confieran poder político. Además, consecuencia de esta persecución (y de las asfixiantes políticas nacionalistas), miles de vascos no nacionalistas tuvieron que dejar su tierra y buscar acomodo en otras partes de España. ETA lograba así uno de sus grandes objetivos: condicionar la política vasca y modificar el mapa electoral en su propio beneficio.
Además de la propia persecución terrorista, otra razón que explica lo que trato de responder es, no ya la propia justificación de la violencia por parte de los testaferros de ETA (cosa que va de suyo), sino, especialmente y más importante, la actitud del nacionalismo gobernante y en particular del PNV. Es decir, el caldo de cultivo generado y la atmósfera que se fomentaba: el famoso «algo habrán hecho» o el «ni con unos ni con otros». Por ello, al PP, como al resto de partidos constitucionalistas, le ha costado históricamente hacerse un hueco o ampliar el que llegó a tener, dado que sus derechos políticos estaban limitados y los sucesivos gobiernos nacionalistas nunca pusieron todo su empeño para protegerlos.
Hace algunos años, a las puertas del Parlamento Vasco, vi acercarse a un grupo de jubilados. Un destacado diputado del PP me dijo entonces: «Mira, esto es ahora el PP»
Por tanto, el terrorismo impidió al PP crecer y sumar apoyos; al fin y al cabo, ¿quién querría acercarse al PP si podían matarte? Y esto, más allá de que jóvenes muy valiosos se acercaron a la formación conservadora, a la larga menguó sus bases. Hace algunos años, a las puertas del Parlamento Vasco, vi acercarse a un grupo de jubilados. Un destacado diputado del PP me dijo entonces: «Mira, esto es ahora el PP«. Aquella afirmación explicaba la situación en la que se encontraba (y sigue encontrándose) el PP. Y es que no ser nacionalista y demostrarlo tiene un alto coste personal, social y laboral (especialmente para los jóvenes), y pocos están dispuestos a asumirlo.
Además, el PP ha ido perdiendo la batalla del centro derecha vasco a manos del PNV. Para ser rigurosos, siempre ha estado lejos de poderla ganar, pero esta brecha se ha ampliado en los últimos tiempos por la moderación mostrada por el actual PNV de Urkullu. Y es que el PNV y el PP comparten votantes fronterizos. Además, el PNV, especialista en controlarlo todo a través de una tupida red clientelar y del adoctrinamiento ideológico desplegado, se ha ido haciendo hegemónico tras haber sido durante muchos años predominante.
Precisamente como consecuencia de esta lucha por el centro político con el PNV, el PP se vio obligado (es un decir) a asumir ciertos discursos y a exhibir ciertos contoneos autonomistas no del gusto de todos sus potenciales votantes. En Euskadi tal estrategia le pasó factura (la gente prefiere el original a la copia) y fuera de Euskadi se vio como una traición a sus principios. Y de ahí el surgimiento de Vox, robándole espacio, en lo que viene a ser una especie de escisión del partido grande.
Los ciudadanos prefieren votar a quienes aspiran a ganar antes que a los que se dedican a defenderse y a resistir (aunque sea porque no les queda otra)
Además, la victimización no da votos y, aunque es obvio que el PP, sus miembros y sus votantes son víctimas objetivas del terrorismo, a la larga, esa losa no da votos sino que los quita. Los ciudadanos prefieren votar a quienes aspiran a ganar antes que a los que se dedican a defenderse y a resistir (aunque sea porque no les queda otra). Los ciudadanos no votan tampoco para agradecer los servicios prestados sino por lo que se les pueda ofrecer en el futuro.
Por otro lado, el PSOE y Podemos han optado por legitimar y blanquear a Bildu (y, cómo no, considerar al PNV un partido de Estado) y denigrar al PP, al que consideran un partido casi antidemocrático y al que le niegan casi su derecho a existir. Este discurso, por injusto que nos parezca, ha ido calando en determinados sectores de la opinión pública y de la ciudadanía, especialmente en el País Vasco.
La crispación política que se ha adueñado de la política nacional en los últimos tiempos ha perjudicado al PP y ha beneficiado al PNV, que pasa por ser un partido serio
Otra de las razones que explican la reducción del espacio electoral del PP es la corrupción. Es cierto que no hay mayor corrupción que la justificación del terrorismo y que otros partidos también la han tenido, pero o les ha afectado menos o, en el caso del PNV, apenas nada, consecuencia de la connivencia mediática de la que ha disfrutado y sigue disfrutando. Además, la crispación política que se ha adueñado de la política nacional en los últimos tiempos ha perjudicado al PP y ha beneficiado al PNV, que pasa por ser un partido serio y se muestra siempre hábil para mantenerse al margen de las grandes trifulcas, mal vistas por la ciudadanía.
Así que las razones que explican que al PP no lo vote nadie y que a Bildu se le vote masivamente son varias. Al PP se le votó masivamente para resistir y derrotar el terrorismo de ETA y, una vez desarticulada ETA como banda terrorista, se le ha abandonado. Además del terrorismo sufrido (que es lo excepcional en una sociedad democrática y lo que debe denunciarse), no ha sabido o no ha podido encontrar su espacio y mantener el voto que logró en los momentos de su ejemplar resistencia democrática contra el fascismo de ETA.
La miseria humana
Por tanto, es verdad lo que afirma Fernando Savater. A día de hoy, al partido al que pertenecía Miguel Ángel Blanco no lo vota nadie y al partido a quienes votan los asesinos de ETA y quienes la justificaron, se le vota masivamente. Una conjunción de miseria humana y circunstancias políticas indeseadas e indeseables lo explican. Y digo circunstancias indeseadas e indeseables porque, al fin y al cabo, un demócrata, sea de izquierdas, de derechas o mediopensionista, siempre preferirá a una derecha democrática que a una izquierda antidemocrática. O debería.