EL CONFIDENCIAL 03/02/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
Entre la “marcha del cambio” de Podemos y el adelanto electoral en Andalucía, la crisis política que plantea Cataluña se desdibuja y es asunto de segundo plato en el menú de la actualidad. Según intencional titular del diario El País del pasado domingo, el presidente de la Generalitat “antepone la lucha contra el paro a la independencia”. Efectivamente, porque el viernes pasado el Centro de Estudios de Opinión de la propia Generalitat publicó un sondeo que suspendía al Gobierno de Mas (4,87 sobre 10). Y lo más interesante, las “relaciones entre España y Cataluña” sólo eran el principal problema de la comunidad para el 14,6% de los 1.600 consultados.
Mientras tanto, los datos económicos del Principado comienzan a quedarse rezagados respecto de otras comunidades como Madrid. De enero a septiembre del pasado año, Cataluña ha recibido un 45% menos de inversión extranjera (de 1999 millones de euros a 1094) según el registro de inversiones del Ministerio de Economía. La creación de puestos de trabajo se ha ralentizado allí. Mientras en Madrid, en los últimos tres meses, se han generado 43.000, en Cataluña sólo 27.000 y, por si fuera poco, la capital acoge al 30% de las empresas que se desplazan de Cataluña.
Al mismo tiempo, los resultados de los bancos con sede catalana, el Sabadell y CaixaBank, presentados la semana pasada, son más que razonables. La entidad que preside Fainé es la primera del sistema financiero en el mercado interior español (entre el 60 y el 70 por ciento de su facturación fuera de Cataluña), de tal manera que cualquier aventurerismo sería para estas compañías extraordinariamente negativo.
Nadie con buena información sobre lo que ocurre en Cataluña pone la mano en el fuego por la celebración de las catalanas después del verano
En lo estrictamente político, la posible ruptura entre Convèrgencia Democrática de Catalunya y Esquerra Republicana es algo más que una hipótesis. Los republicanos, después de haber salvado al presidente Mas de comparecer ante la comisión de investigación parlamentaria sobre Jordi Pujol y su fortuna expatriada, le han exigido que acuda, lo que ha provocado una fuerte y negativa reacción en CDC. El acuerdo-parche del pasado mes de enero, del que salió la fecha del 27 de septiembre para celebrar elecciones plebiscitarias, pende de un hilo.
Como escribió Joaquim Coll en El País del día 31 de enero, se trata de una “convocatoria trampa” no sólo porque el arranque de la campaña electoral coincidiría con la Diada (11 de septiembre), sino también porque inmediatamente antes de la jornada de los comicios, el día 24, es jueves (es decir, inicio de un puente) y se celebra la fiesta patronal de la Mercé no sólo en Barcelona, sino también en ciudades importantes como Cornellá, Santa Coloma o L´Hospitalet. Según han denunciado analistas –y de ello se hace eco el historiador y vicepresidente de Sociedad Civil Catalana, Joaquim Coll– se pretendería que las zonas urbanas votasen menos que las rurales e interiores. El independentismo tiene más oportunidades con altas abstenciones que con participaciones por encima del 70%.
En Barcelona ya se ha formado una coalición de izquierda social entre Guanyem, Podemos e ICV para competir con CiU y ERC por el Ayuntamiento, y Pablo Iglesias ha anunciado que su organización estará presente con sus siglas en las elecciones del 27 de septiembre. Los republicanos saben que tanto la opción municipal de izquierdas como los podemistas en septiembre les van a limar muchas decenas de miles de votos. Comicios septembrinos que no hay que dar por seguros.
Las relaciones personales entre Mas y Junqueras están deterioradas: se detestan personalmente tanto como se necesitan políticamente. CDC sigue bajo el fuerte síndrome de la evasión fiscal de Jordi Pujol después de otra muy lamentable comparecencia del expresidente ante el juez, y por las andanzas poco claras y seguramente delictivas de algunos de sus hijos que en su momento formaban la primera familia del catalanismo.
Las relaciones entre el Ejecutivo de Rajoy y el de Mas están rotas y la opinión pública de más allá del Ebro pasa olímpicamente de lo que ocurre en Cataluña ignorando los avatares del proceso
No hay precedente de un anuncio de elecciones con ocho meses de anticipación cuando el ritmo de los acontecimientos es tan imprevisible. Nadie con buena información sobre lo que ocurre en Cataluña pone la mano en el fuego por la celebración de las catalanas después del verano. Y algunos, como el siempre fiable Ignacio Vidal Folch, han escrito un artículo en la edición catalana de El País con un título que es toda una advertencia: “Un alegre galope hacia el suicidio”.
El independentismo pasa por sus horas más bajas. Incluso en la Asamblea Nacional de Catalunya hay tensiones y desavenencias. El calendario se come el protagonismo del proceso soberanista y los ciudadanos –como se ha visto en la encuesta del CEO– reclaman al Gobierno de la Generalitat que gobierne. Duran i Lleida dijo en La Vanguardia del día 25 de octubre de 2013: “Nos hemos metido en un lío, estamos atrapados”. Un año y tres meses después, el diagnóstico de Duran –un sentimiento de atrapamiento– es ampliamente compartido en Cataluña. La posibilidad de terceras vías –federalización del Estado, Disposición Adicional Quinta en la Constitución, acuerdo de financiación especial y otros– ha decaído casi por completo.
Las relaciones entre el Ejecutivo de Rajoy y el de Mas están rotas y la opinión pública de más allá del Ebro pasa olímpicamente de lo que ocurre en Cataluña ignorando, incluso, los avatares del proceso en el que el Estado es el “adversario” de Cataluña según Mas (y su banquero) . Un proceso que, en su espacio temporal más decisivo (de la Diada de 2014 al 9-N, apenas dos meses), es analizado por Juan Tapia en un libro-dietario que acaba de distribuirse y que es de altísimo interés: ¿España sin Cataluña? (editorial Península).
Muchos catalanes se están haciendo la pregunta que se formulaba Agustí Calvet, Gaziel, director de La Vanguadia en los turbulentos años de la República: “¿Por qué Cataluña pierde siempre sus pleitos?” Una pregunta que se formuló en 1930 y que sigue teniendo una rabiosa actualidad.