Editores-Eduardo Uriarte
Somos muchos los que opinamos que el mejor Gobierno para España sería uno de centroizquierda. Pero una cosa son nuestros deseos, por muy influenciados que estén por la nostalgia de aquel tiempo en el que el PSOE era un pedestal constitucional, y otra la incapacidad de reconocer que desde la deriva promovida por Zapatero el actual socialismo español se encuentra cómodo, sobreviviendo a la crisis de todos los partidos socialdemócratas europeos, en el actual espacio de izquierdismo populista con una energía y caudillaje tal que le puede animar a formular una aventura de ruptura con el sistema del 78.
El esfuerzo de intelectuales, procedentes todos del socialismo, o políticos, como Valls o Nicolás Redondo, insistiendo en la necesidad de transversalidad política, incluso en una gobernabilidad apuntalada en el PSOE, PP y C’s, van a resultar baldíos, porque el PSOE está marcando desde hace un tiempo el gobierno que desea, los aliados que va requerir, y la política rupturista mediante mutaciones legislativas e inconstitucionales que va a promover. El futuro es fácil de predecir, porque todo lo que va a hacer ya lo está haciendo.
Se comprenden las presiones que desde el mundo empresarial está recibiendo Ciudadanos para buscar una alianza con Sánchez que aleje el fantasma de un Gobierno Frankenstein. Pero el mundo empresarial español, desgraciadamente, no es un buen conocedor de la política española, ni fue consciente de la seriedad y gravedad de los planes de Ibarretxe ni tampoco de la trascendencia del proces promovido por el nacionalismo catalán. En general este colectivo, tiende a disminuir la gravedad de los retos, y, por consiguiente, a creer en soluciones fáciles, resultando a la postre un pésimo consejero político. La realidad, hay que empezar por ella, es mucho más trágica y lamentable de lo que ese mundo cree, y la política se encaminará por otros vericuetos.
Aunque Sánchez intente de vez en cuando camuflar su proyecto de futuro reclamando una relación futura con C’s, lo que le otorga en esos momentos una apariencia de centralidad política, lo cierto es que es mucho más cruel con este partido que con el resto. Para colmo, la argumentación del acuerdo entre socialistas y ciudadanos era más una pedrada del PP, que teme más a C’s que al PSOE, por lo que el bulo ganó cierta credibilidad, que una denuncia con visos de certidumbre. Lo coherente, lo normal, lo que se está viendo, es que Sánchez gobierne con los suyos, los que apoyaron su moción de censura, los que apoyan sus decretos ley a cambio de pingües beneficios para ellos. Los aliados de Sánchez, estos parásitos de la política, están muy satisfechos con él y van a defender que las cosas sigan como ahora.
Quién si no va tener la posibilidad de otorgar un indulto a los encausados del proces, o promover dentro de unos años -Iceta dixit- una solución plebiscitada en Cataluña. Quién si no va a seguir manteniendo el problema catalán y vasco al pilpil, en ebullición controlada, para usarlos contra sus auténticos enemigos, los que fueron a la manifestación de Goya…. Quién si no es capaz de retirar de la acusación por la abogacía del Estado el delito de rebelión, y mirar hacia otra parte cuando Torra desobedece a la Junta electoral, o vota con el PNV la aberrante Ley de Abusos Policiales en el Parlamento vasco para mayor gloria y exaltación de los seguidores de ETA. Quién si no estaría en disposición de posibilitar la unificación de Euskadi y Navarra, o la paulatina excarcelación de etarras…Va a ser lo que está ya siendo.
Sánchez será un presidente osado transformador del orden del 78, como le hubiera gustado ser a Zapatero. Es realmente liviana la cultura política de estos personajes, pero quizás por ello Sánchez dispone de un ánimo temerario, que, en este momento de profunda crisis del Estado, incluido el Tribunal Constitucional, le permita como futuro presidente las mutaciones constitucionales para que esto no lo acabe conociendo ni la madre que lo parió, como diría Guerra. La arrogancia de convertir la Diputación Permanente en una cámara legislativa, aprobando decretos carentes de toda urgencia -característica que le daría validez legal, la urgencia, a los decretos presentados-, constituye un golpe de mano digno de un aventajado discípulo del bolivarismo. Y esto lo hace con un apoyo de su minoritario partido, pero con el aplauso de todos los parásitos del sistema que alentarán en un futuro seguir en esta dinámica. Con más diputados de su propio partido es evidente que las transformaciones irán más lejos.
Resulta muy grave la utilización de la Diputación Permanente para dar apariencia de validez a los decretos electoralistas que Sánchez y su Gobierno han planificado en esta precampaña. Grave, porque no es misión de la Diputación Permanente, una labor que corresponde al disuelto Congreso, llevar adelante una actividad legislativa. En opinión del profesor Josu de Miguel Bárcena (“Los Viernes Sociales del Gobierno”, El Correo, 04,04 018), “el uso abusivo de los decretos-leyes, que la Constitución limita a casos de «extraordinaria y urgente necesidad», pone la Administración al servicio de un partido”. Lo que suena ya a república bananera.
Lo que no se entiende, salvo que la política tan supeditada a la comunicación mediática le arrastre al electoralismo, es la razón por la que Ciudadanos vota a favor o se abstiene en los decretos presentados por el Gobierno ante la Diputación Permanente. Salvo uno, destinado a arbitrar medidas urgentes frente a un brexit descontrolado por parte de los británicos, el resto de los decretos carecía de la validez de la urgencia para ser votados. ¿O es que la naturaleza electoralista de esos decretos le llevó a C’s a ser contradictorio con el respeto reclamado ante la legalidad y entrar de comparsa en la pista del circo organizada por Sánchez? Hubo incoherencia por su parte, pero no se debe a ningún guiño hacia el PSOE, es que lo mediático le enajena en demasía a este partido. ¡Cuídate Albert de los idus mediáticos!, tu partido no resiste los embates de las grandes corporaciones de comunicación.
Sean los que fueren nuestros buenos deseos de gobernabilidad social-liberal, no se puede negar que todo lo actual nos lleva a la política de bloques. Desde el momento que Sánchez mantuvo y sostuvo la alianza de todos los que le apoyaron en la moción de censura a Rajoy que le convirtiera en presidente quedó a iniciativa propia marcada la confrontación electoral. Con su política constituyó el primer bloque, el social-nacionalista-populista, que por exclusión configuró el otro, populista-conservador-liberal, el mismo que se dio en Andalucía. Si estuviera mínimamente preocupado por construir una política de centro, no excluyente con la derecha, y en disposición de dar carpetazo a la manifiesta rebeldía de la Generalitat nacionalista, sus pasos previos y los actuales hubieran sido, precisamente, los contrarios. C’s no podrá pactar con un presidente enfrentado a todo el discurso de Ciudadanos y a sus argumentos fundacionales.