Jorge Vilches-Vozpópuli
Una de cada cuatro familias decide llevar a su hijo a un concertado, y un siete por ciento a uno totalmente privado
A estas alturas es más que evidente que Podemos es el problema de la política española y nuestro escollo en Europa. Y la culpa es de quienes lo hicieron crecer para quitar votos al PSOE, tanto como de esos otros que ven en los podemitas un apoyo para desplazar al PP de la vida política. Entre todos han conseguido que Podemos trajera a la escena española lo peor de la ingeniería social: la mentira, la manipulación, el blanqueo del terrorismo, y el autoritarismo disfrazado de democracia.
Ahora toca a la Educación, porque el ‘partido de la gente’, como buena reminiscencia leninista, ve en toda crisis una oportunidad para la transformación, no para la reactivación. Por eso estos comunistas revestidos de populismo for dummies aprovechan la ‘reconstrucción’ para, sin consenso ni conocimiento, dar un giro al sistema educativo.
La crítica izquierdista a la educación ya la sentó Lenin en 1920. El comunista sentenció que había que suprimir la “antigua escuela” porque enseñaba a reproducir las ideas y valores burgueses, y sustituirla por otra que hiciera justamente lo contrario. “Solo transformando radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la juventud -decía Lenin-, conseguiremos que el resultado de los esfuerzos de la joven generación sea la creación de una sociedad que no se parezca a la antigua, es decir, la sociedad comunista”.
Por eso decía el comunista Althusser que la pedagogía socialista en las ‘democracias burguesas’ debía consistir en enseñar a las nuevas generaciones la maldad del capitalismo, mostrarlo como contrario al hombre y a la naturaleza. En consecuencia, señalaba Suchodolski, otro comunista, el propósito de la escuela debía ser el de corregir el presente para un ‘futuro mejor’. Eso implicaba usar la educación como un campo de batalla para despreciar los valores burgueses e inocular los colectivistas.
Dijeron que eso era “democratizar la escuela”, y que toda crítica a ese proyecto de politizar la educación para la transformación era ‘antidemocrático’, ‘fascista’ y, por tanto, debía ser apartado
Esta manipulación había que revestirla de participación popular; es decir, denunciar que la escuela ‘burguesa’ estaba en manos de instituciones cuya intención era perpetuar el statu quo, como la Iglesia y las empresas, y que la organización educativa debía ser “de la gente”. Dijeron que eso era “democratizar la escuela”, y que toda crítica a ese proyecto de politizar la educación para la transformación era ‘antidemocrático’, ‘fascista’ y, por tanto, debía ser apartado.
En la escuela encuentran el ‘fermento revolucionario’. Esto exige una educación homogénea que elimine la libertad de elección y los derechos fundamentales, quedando en manos del Gobierno. El proyecto totalitario es incompatible con la pluralidad, y su religión civil no puede convivir con la disidencia ni con otras religiones. Por eso ese empeño en hacer la guerra a la escuela privada y a la concertada.
Es el ejercicio de su libertad, para unos colegios que también pagan, que son públicos, y que siguen los planes oficiales de estudios
La ley Celaá y la partida para la “reconstrucción” de la educación por la crisis de la covid son una muestra de ese proyecto de ingeniería social. El PSOE solo escucha a Podemos porque le interesa, y pretende ahogar a la educación concertada con mentiras y discriminación. Mienten al decir que España es el país europeo con más escuelas concertadas, cuando Eurostat indica que es el cuarto tras Bélgica, Reino Unido y Malta. Falsean la realidad al decir que lo público sirve para la inclusión cuando eliminan la libertad a elegir la educación de los hijos, que está recogida en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
Las solicitudes de los padres para que sus hijos entren en un centro concertado sobrepasan siempre el número de plazas. Es el ejercicio de su libertad, para unos colegios que también pagan, que son públicos, y que siguen los planes oficiales de estudios. Una de cada cuatro familias decide llevar a su hijo a un concertado, y un 7% a uno totalmente privado. No son todos centro religiosos: solo seis de cada diez, mientras que el resto son cooperativas o empresas.
Aun así lo peor es el ataque a la escuelas especiales para discapacitados, utilizadas por más de 30.000 familias españolas. No solo es un grave desconocimiento de la situación, sino una vulneración del deseo de los padres y de los derechos del menor, para satisfacer un proyecto ideológico anticuado. No les importa la calidad o la formación, sino igualar y adoctrinar. Por eso relajan los requisitos para pasar de curso, apuestan por aprobados generales e incluso el ministro de Universidades anima al plagio. Todo lo resuelven con dos ideas básicas: estatizar y gastar cuanto más, mejor. Su supuesta lucha contra la segregación es en realidad un combate a muerte contra la libertad.
El caso Mitterrand
Ya pasó en Francia con otro socialista, François Mitterrand, quien quiso eliminar la educación religiosa en 1984. En el país vecino, dos millones de alumnos van a escuelas católicas, 30.000 a judías y más de 2.000 a musulmanas. La protesta generalizada hizo que el ingeniero socialista retirara el proyecto. Ahora, tienen unas 8.000 escuelas e institutos privados y concertados.
Aquí, lamentablemente tenemos un Gobierno más empeñado en retorcer la realidad, la sociedad y a las personas para cumplir sus objetivos ideológicos, que en ayudar a los centros educativos, a las familias y a los menores. Y así todo. ¿Cuál es el motivo? La transformación social para su beneficio partidista. No hay una idea de servicio público, sino de servicio a un proyecto político.