Rubén Amón-El Confidencial

  • El líder gallego es un antagonista perfecto en su condición de adulto y experimentado, más allá de resultarle inocuos los estigmas de la corrupción y de la ultraderecha

Pedro Sánchez comienza a familiarizarse con las incomodidades de un líder opositor que enfatiza toda la evanescencia del presidente del Gobierno. A Feijóo lo caracterizan el aplomo y la acepción senatorial del poder. Explicado de otra manera: el líder gallego es un adulto, un mayor de edad. 

Y no está acostumbrado Sánchez a bregarse con ellos. Le convenía rivalizar con la casta de los efebócratas y los políticos-tertulianos, tan maleables como él mismo. Y tan propicios a los debates inútiles y acalorados. 

Feijóo es diferente porque intimida a Sánchez desde la experiencia y desde la gestión. Por las cuatro mayorías absolutas que ha encadenado en Galicia. Y porque las tareas de Gobierno han repercutido en el conocimiento de las cosas y en las preocupaciones genuinas de los ciudadanos.

Puede explicarse así mejor el complejo de inferioridad con que Sánchez se opone a Feijóo. Le resultaba más cómodo pavonearse con los ‘sparrings’ generacionales —Casado, Rivera, Iglesias— que tratarse con un personaje inesperado y maduro. Núñez Feijóo relativiza la volatilidad de Sánchez, como sucede con el varón en las parejas de baile. La mujer tiende a la verticalidad en su ligereza e incorporeidad, mientras que el hombre representa la referencia horizontal en su pesadumbre. Por eso Núñez Feijóo sujeta y matiza las acrobacias de Pedro. Lo devuelve a la tierra. Y le restriega toda la munición con que el patrón socialista pretende combatirlo. 

De hecho, al nuevo líder de la oposición le resbalan los recursos con que Sánchez aspira a reconstruir su estrategia de victoria. No puede intoxicar a Feijóo con las psicofonías de Villarejo ni puede responsabilizarle de haber urdido pacto alguno con la ultraderecha. No funcionan con Feijóo ni el estigma de la corrupción ni la relación apocalípitica con las siglas de Vox.

Es la razón por la que el PP necesita una victoria holgada en Andalucía. La hipótesis de Macarena Olona en la vicepresidencia de la Junta arruinaría la voluntad política y estratégica con que Feijóo pretende cultivar a los votantes moderados y socialistas. Necesita tranquilizarlos con principios y líneas rojas. Demostrarles que urge una alternativa responsable. 

Ha acertado Feijóo en eludir la doctrina antisanchista como único argumento de oposición. Y ha logrado reanimar la reputación del político ecuánime, responsable, experimentado. A Feijóo se le percibe como un estadista. Y como un antagonista sólido a la vaporosidad arbitraria de Sánchez.

El puesto de senador le conviene mejor que ningún otro. Porque lo dispensa de gastar la túnica en las sesiones de control. Y porque redunda en la madurez y sabiduría con que se elegía a los antiguos senadores. La edad y la trayectoria los prevenían de veleidades adolescentes. 

Feijóo expone hechuras de presidente del Gobierno, no ya superiores a la temeridad de Ayuso o a la pubertad de Casado, sino adecuadas para retratar —y radiografiar— a Sánchez en sus imposturas e inseguridades. La seriedad de Feijóo denuncia la inconsistencia del presidente del Gobierno. 

El PP ha encontrado el antídoto perfecto al sanchismo. Por la centralidad. Y porque Feijóo tanto puede atraerse a los huérfanos de Ciudadanos —va a suceder masivamente en Andalucía— como puede seducir a los socialistas escarmentados por el bonapartismo y filosoberanismo de PS.

Es la expresión de los peligros que amenazan el porvenir de Sánchez, no ya expuesto a la conspiración de sus aliados y a las inercias depresivas del ciclo electoral —Madrid, Castilla y León, Andalucía—, sino a las contraindicaciones de la economía doméstica. Y a la depauperación de los hogares, atrapados en la crisis energética y en la subida de los precios. 

Tiene razón Carlos Alsina cuando aludía a la inflación como un índice de salud política de Sánchez… y de Feijóo. Más alta es la inflación, más opciones tiene o tendría el senador gallego de alcanzar la Moncloa. 

Se entiende así el humor justiciero y coyuntural de todas las encuestas, pero también se comprende que Sánchez logre renovar su legislatura y desquitarse de Feijóo si consigue aplacar la hemorragia del IPC.