- Los mandos militares de Europa y Estados Unidos sólo discrepan en el tiempo del que disponemos antes de que nos tengamos que enfrentar militarmente con Rusia.
Altos funcionarios civiles y militares europeos han alertado durante las últimas semanas tanto de la creciente posibilidad de que nos encontremos cerca de un enfrentamiento armado directo con la Rusia de Vladímir Putin como de la manifiesta ausencia de una preparación adecuada por parte de las fuerzas armadas de la mayoría de los ejércitos del continente, pero también de las sociedades a las que protegen y de las que se nutren, tanto en el aspecto material y económico como en el humano.
Esta inclusión de la sociedad civil ha sido calificada por algunos observadores y analistas como alarmista y hecha con la intención de incidir en un electorado que no disfruta precisamente de una situación económica boyante y que debería aceptar nuevos sacrificios para financiar un importante rearme en toda Europa.
Otros, en cambio, justifican estas declaraciones basándose en que la situación de los ejércitos europeos dista mucho de ser la idónea, tanto en términos de material militar pesado como en munición. Pero, sobre todo, en un aspecto hasta ahora poco analizado, como es el de las plantillas. Y es aquí donde nos formulamos la gran pregunta: ¿debemos realmente prepararnos para una guerra inmediata con Rusia?
Lo primero que debemos tener en cuenta es la situación de los ejércitos europeos, tanto en cuestiones de material como de personal. También debemos estudiar cómo Rusia ha evolucionado en estos dos años de guerra y cómo se prepara para el futuro.
Por último, analizaremos la conciencia que las sociedades europeas puedan tener del riesgo real al que se enfrentan.
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Es verdad que, en los dos años transcurridos desde la invasión rusa de Ucrania, se han firmado numerosos e importantes contratos de rearme en Europa.
Pero no es menos cierto que, dada la pésima situación en la que se encontraban los Ejércitos europeos tras décadas de desinversión, la desidia política y el abandono presupuestario, la mejora lograda ha sido más marginal que sustancial, al menos en la mayoría de los casos.
Especial relevancia tienen en el poder militar y de disuasión europeos las fuerzas armadas de Francia, Alemania y Gran Bretaña, principales actores políticos y estratégicos de la UE. La situación en estos tres Estados no es desde luego la más adecuada para disuadir a Putin. Más bien todo lo contrario.
De poco nos sirve que Polonia, Finlandia, Noruega o las repúblicas bálticas inviertan masivamente en Defensa si esta inversión no se lleva a cabo, ya no de manera coordinada con los grandes Estados continentales, sino al menos acompañada por una inversión suficiente en los mismos.
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Veamos algunos ejemplos de la situación.
Reino Unido dispone de munición de artillería suficiente para combatir durante sólo una semana. Alemania podría hacerlo durante dos días.
Cierto es que se están tomando medidas para reequipar de material pesado y munición a los Ejércitos europeos. Pero también lo es que las entregas de armas y municiones a Ucrania han sido una auténtica sangría para sus arsenales, ya muy vacíos antes del estallido de la guerra.
A ello debemos añadir el hecho de que, por mucho que se aprueben nuevas partidas presupuestarias urgentes para producir material militar y munición, la capacidad tecnológica e industrial necesaria para ello no se improvisa. Las fábricas precisan de maquinaria, utillaje y materia prima suficiente para afrontar la subida de producción, además de un recurso cada vez más escaso: el humano.
Son ya muchas las empresas de Defensa españolas que han advertido de la extrema dificultad de encontrar ingenieros para nutrir sus plantillas. Y eso que el escenario inversor español, mucho más favorable que hace sólo un lustro, dista mucho de ser el óptimo para cubrir las muchas necesidades desatendidas durante décadas.
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Siguiendo con el tema de la falta de personal, ahora no de la industria sino de las fuerzas armadas, a lo largo de los últimos meses también han aparecido numerosas noticias relacionadas con la necesidad de engrosar las plantillas de los ejércitos ante la cada vez más factible amenaza rusa.
Incluso se debate abiertamente la vuelta del servicio militar obligatorio en varios Estados. Algunos tan relevantes como Gran Bretaña, que acusa una falta importante de medios humanos. Falta de medios humanos que, por ejemplo, ha obligado a Londres a desactivar, al menos temporalmente, varias unidades navales importantes.
«El Kremlin lleva décadas invirtiendo recursos de todo tipo en minar las democracias occidentales»
Alemania, Francia, Holanda, Rumanía, Serbia y Croacia, entre otros, estudian la vuelta de la mili, mientras que Suecia, Letonia y Lituania ya la han instaurado de nuevo tras la agresión de Putin a Ucrania, primero en 2014 y después en 2022.
Esta necesidad de cubrir unas plantillas notablemente infradotadas ha sido esgrimida por algunos analistas como una posible justificación para hacer públicos los comentados temores de un conflicto armado con Rusia. Advertencias que ayudarían a concienciar a una población civil muy alejada de las cuestiones geopolíticas y estratégicas.
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Pero la razón real que se esconde detrás de este cúmulo de declaraciones puede ser otra muy distinta.
Recordemos que el poder militar de un Estado recae no sólo en la cantidad y calidad del material del que dispone, ni en la cantidad y adiestramiento de sus militares. También tiene una importancia clave la voluntad política y social de usar los activos militares de que se dispone.
Y decimos «voluntad política y social» porque, en realidad, en Europa, ambas están intrínsecamente relacionadas.
Fantastic speech by the Ukrainian combat medic Yuliia Paievska at the Munich Security Conference
She was in Russian captivity for months:
“To stop the war, we must kill the war. Give us weapons to murder the war. We’ll manage, just help us a little bit” pic.twitter.com/PN713tL8QH
— Visegrád 24 (@visegrad24) February 18, 2024
Uno de los factores que ha llevado a Putin a lanzar su guerra contra las democracias occidentales de corte liberal es su convicción de que nuestras sociedades se han acomodado. De que en ningún caso estarían dispuestas a arriesgar su privilegiada forma de vida por ningún conflicto que entiendan que puede ser solucionado con una negociación más o menos ventajosa, aunque sea dejando de lado buena parte de los valores y principios de nuestras sociedades.
El Kremlin lleva décadas invirtiendo recursos de todo tipo en minar las democracias occidentales, con especial énfasis en las europeas, fomentando y financiando partidos políticos, asociaciones y todo tipo de influyentes generadores de opinión que ayuden a socavar la esencia misma de nuestras democracias, alentando a la vez el discurso más favorecedor a los intereses de Moscú.
Hemos visto en estos dos años cómo la capacidad rusa de encajar bajas materiales y humanas [se estima que han caído más de 300.000 combatientes rusos en Ucrania] parece casi ilimitada.
Es fácil imaginar lo que ocurriría en Francia, Alemania, Italia o España con tan sólo una fracción de las bajas sufridas por Rusia. Cualquier Gobierno tendría muy difícil sostener sus operaciones militares ante la ausencia del necesario apoyo social, que reclamaría masivamente la firma de un acuerdo con tal de mantener un statu quo suficiente de comodidad.
«La situación en Ucrania puede derivar en una derrota que envalentonaría a una Rusia que no ha sido en absoluto aislada»
Precisamente por eso Putin ha jugado desde el principio de la crisis en Ucrania la carta del miedo nuclear. Entiende que las sociedades occidentales no están dispuestas a apoyar a sus gobernantes en un enfrentamiento con Rusia que pueda conducir al uso de armas atómicas, con las tremendas consecuencias que ello acarrearía.
Es en este escenario en el que parecen resultar oportunas todas estas declaraciones que comentamos, y que en absoluto son alarmistas ya que, por un lado, ayudan a concienciar a nuestra sociedad del peligro real al que se enfrenta.
Por el otro, tratan de crear un bloque social firme de rechazo a las tesis e intenciones del Kremlin, en un claro intento de eliminar de paso su percepción como sociedades débiles.
No podemos olvidar que la responsabilidad de nuestra seguridad y defensa como Estados no recae exclusivamente en nuestros gobernantes y en las fuerzas y cuerpos de seguridad. Se trata de una tarea de la sociedad en su conjunto, empezando por un cerrado apoyo a las difíciles decisiones ejecutivas de reforzar el poder militar como único medio efectivo de disuasión ante un agresor declarado como Putin.
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En cuanto a la situación del poder militar ruso, los últimos informes de Inteligencia y de destacados think tanks europeos alertan de que la situación en Ucrania podría terminar derivando en una derrota ucraniana que envalentonaría a una Rusia que no ha sido en absoluto aislada de la comunidad internacional, tal y como se planteó como objetivo al principio de la invasión de Ucrania.
También informan de que, lejos de los triunfalistas informes de los primeros meses acerca del agotamiento militar ruso, Moscú ha sabido adaptarse tanto económica como industrialmente a una economía de guerra, habiendo sido capaz de, por un lado, evitar el colapso económico tantas veces anunciado. Y, por el otro, de aumentar considerablemente la producción de material militar pesado.
La fabricación de misiles, carros de combate y blindados, así como de munición de artillería, se ha visto fuertemente incrementada en Rusia, lo que le permitirá a Putin, de finalizar los combates en Ucrania, rehacer el grueso de su potencial militar en menos años de los inicialmente previstos. Sobre todo si se decreta una nueva movilización de personal.
Asimismo, Rusia ha recibido ayuda militar, en mayor o menor medida, de China, Irán y Corea del Norte. Ayuda que le ha permitido recuperar potencia de fuego, especialmente gracias a los misiles balísticos, la munición de artillería y los drones de ataque.
Si a ello sumamos las continuas declaraciones rusas acerca de su intención de recuperar los territorios tradicionalmente rusos, como las repúblicas bálticas, Bielorrusia o incluso Polonia como consecuencia de la reinterpretación de la historia que hace la línea oficial del Kremlin, podemos concluir que la posibilidad de un enfrentamiento con Rusia, si esta consigue ganar en Ucrania, es muy real.
Los mandos militares occidentales sólo discrepan en el tiempo del que disponemos para prepararnos, que va de dos a ocho años, antes de que nos tengamos que enfrentar militarmente a Rusia. Pero se muestran unánimemente convencidos de que ese escenario es cada día más plausible, y que resulta urgente prepararse para él económica, social y militarmente.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.