Antonio Casado-El Confidencial

  • La crisis de Ucrania, en la que España es irrelevante, une más a Gobierno y PP que la reforma laboral, la captación de fondos UE, el respeto a la Corona, la pandemia o el conflicto catalán

La crisis de Ucrania, en la que España es irrelevante, une más a Pedro Sánchez y Pablo Casado que, por ejemplo, la reforma laboral, la captación de los fondos europeos, la renovación de órganos constitucionales, el respeto a la Corona, el conflicto catalán o la lucha contra la pandemia. 

Después de ocho meses dándose la espalda en el devenir de la política nacional, el presidente del Gobierno y el líder del principal grupo de la oposición, a instancias del segundo, mantuvieron hace 12 días una conversación telefónica de menos de media hora para sellar su unidad de criterio sobre las decisiones de Moncloa en el marco de la OTAN respecto al desafío ruso en Europa oriental. 

Sé que en vísperas de una contienda electoral es inútil esperar que el partido que gobierna y el que puede gobernar se entiendan en asuntos de mayor cuantía. Eso tiende a diluir rasgos diferenciales entre competidores. Además, estamos en el reino de una insufrible confrontación que no se para en asuntos que afectan al interés general y al funcionamiento del Estado. 

¿Por qué el acercamiento va de una crisis internacional donde no pintamos nada, mientras todo lo demás solo se trata a escala de partido? 

Ni media palabra sobre cuestiones medulares de alcance nacional y suprapartidista en los 25 minutos de charla el pasado 26 de enero. La pregunta es inevitable: ¿por qué el acercamiento va de una crisis internacional donde no pintamos nada, mientras todo lo demás solo se trata a escala de partido?

Procede una segunda pregunta: ¿por qué el paso lo da Casado, el aspirante, y no Sánchez, el titular? 

Descubriremos entonces que hay un cálculo político evidente del segundo, que es el que juega con blancas, como en el ajedrez. Si el presidente del Gobierno renuncia a llevar la iniciativa en la búsqueda de complicidades con el partido alternativa, es porque no se lo permiten sus compañeros de viaje, a los que precisamente el interés general y los asuntos de Estado les traen sin cuidado. Esa anomalía está marcando la legislatura con efectos tóxicos para la salud de la sociedad. 

Si ERC, Junts, Bildu y PNV afean la conducta del Gobierno por apoyarse en Ciudadanos para sacar adelante la reforma laboral (“Dime quién te vota y te dirá quién eres”, dice Rufián), imagino la que le montarían a Sánchez si, en un eventual giro al centro, le regalase a Casado una foto de ambos anunciando remada conjunta en asuntos de Estado. 

Estamos en el reino de una insufrible confrontación que no se para en asuntos que afectan al interés general 

Justamente eso, la complicidad del Gobierno con el PP en la gobernabilidad del Estado, y no la convalidación de la reforma laboral con el voto en contra de los independentistas, es lo que de verdad podría poner en peligro el bloque de investidura. No va a ocurrir mientras los costaleros «progresistas» y «plurinacionales» (Iglesias ‘dixit’) sigan viendo a Sánchez como el mal menor frente a un eventual Gobierno PP-Vox y mientras sigan cantando ante sus parroquias su absurda ‘alerta antifascista’. 

Todos esos vectores traen causa del personalismo de Sánchez y la debilidad parlamentaria del Gobierno, en cuyo caldo de cultivo crecen la polarización, la crisis institucional y el desprestigio de la política. El vodevil de la convalidación de la reforma laboral solo es la entrega más reciente (véase en El Confidencial “Un país de pandereta”, de Valls y Parera). 

En todo caso, sostengo que la irresponsable incomunicación entre el presidente del Gobierno y el líder del principal grupo de la oposición, ya convertida en rasgo definitorio de la legislatura alumbrada a finales de 2019, es concausa de la polarización y de la encharcada política nacional. 

Un reto para el día después de las elecciones en Castilla y León en el que no veo ni de lejos a Sánchez, que es, insisto, quien juega con blancas y está obligado a tomar la iniciativa. Pero no está por la labor. Así se explica su agresividad contra un PP que se vale de tránsfugas para intentar frenar una “buena” reforma laboral mientras pasa por alto el no de sus amigos ‘plurinacionales’.