ABC 16/11/14
ENTREVISTA JOAQUÍN LEGUINA
· Cree que tenía que haber abandonado España en 1996, pero no lo hizo. Ahora habla con transparencia de sueldos y de política, de Filesa, de Roldán y de Bankia, de los engañados y los que sabían
«Amí no me parieron presidente de la Comunidad de Madrid», dijo después de doce años como su primer mandatario. Asume que tendría que haber dejado España en 1996 y no volver a presentarse diputado. «Me quedé con Almunia y fue un error. Hubiera dejado esta merde y tendría una jubilación como es debido». Habla con transparencia. De sueldos y de política. Primero susurrando, para subir el tono como un altavoz cuando se indigna. En su despacho en el Consejo Consultivo de la Comunidad, con unas vistas privilegiadas a la Gran Vía madrileña, Joaquín Leguina acumula fotos. Fotos dedicadas, como la de Esperanza Aguirre; de su familia, sensuales, de su Primera Comunión, protagonista en su próximo libro, esta vez de vuelta a la literatura. Es un despacho con vida propia, con hojas con notas escritas en color rojo con una letra abigarrada que rasga mientras hablamos. Confiesa no tener grandes secretos y que ahora los únicos que le interesan son los amorosos.
P—En 1981, declaró que «una oferta electoral de unidad de la izquierda es un suicidio».
R—Felipe González siempre lo tuvo muy claro. Podías tener ligazones coyunturales con el Partido Comunista, pero nunca alianzas. Ha sido siempre un pragmático, tuvo visión desde el origen de lo que tenía que hacer el PSOE. Ahora es igual, si quiere sobrevivir. A IU se la va a comer Podemos, le ha cogido su terreno, pero esperemos que no se coma al PSOE electoralmente hablando. Haré todo lo posible para que no vote nadie a Pablo Iglesias II, es un peligro para la democracia. No hay más que verlo cuando sacan a patadas a Rosa Díez de la Universidad, y él está agitando a las masas.
P—Cuando le nombraron presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid en 1983 se publicó su sueldo: 300.000 pesetas brutas ¿Sí que había transparencia?
R—La política tiene que ser transparente y con ella los sueldos. No puedes ganar fuera de eso nada. Ni haciendo una recalificación, ni estas coñas que estamos viendo ahora, donde los políticos se guardan el dinero con operaciones ilegales. Tampoco puedes pagar cuatro perras a un señor que tiene una alta calidad profesional. ¿Los políticos viven del aire? Cuánto más bajan los sueldos, más basura entra por la puerta.
P—Como gran logro en su periodo se crearon 40.000 viviendas sociales ¿Cómo se contempla desde la perspectiva actual?
R—En el momento que yo me fui de la Comunidad, el IVIMA tenía en su propiedad 70.000 viviendas, más que una ciudad. Era imposible de administrar, y empezamos a venderlas a los que estaban viviendo en ellas. Ahora han metido unos fondos buitre, están desahuciando. No estoy de acuerdo con ese tipo de políticas. Hay que buscar otra solución.
P—Y una televisión pública deficitaria. Por aquella época Telemadrid adeudaba 21.000 millones de pesetas.
R—Al principio, el gasto era muy bajo, al estar en la sede de EFE. Por contrato, teníamos un suministro de contenidos baratísimo. El equipo estaba dirigido por Fermín Bocos, que me dijo «solo admito llamadas para que me invites a comer». No era una televisión al servicio del gobierno regional, no estaba manipulada políticamente. En la última legislatura, presidiendo el ente José Antonio Moral Santín, vicepresidente de Caja Madrid, se decidió tirar el dinero y hubo que hacer una sede. No quiero saber lo que costó, fue una locura.
P—Bautizaron un impuesto con su apellido: el recargo del 3%. Crear un nuevo impuesto siendo socialista no fue su mejor carta de presentación.
R—Me dejaron solo los del PSOE, el Gobierno y el partido. Estaban siempre predicando que había que hacer unas Comunidades Autónomas corresponsables desde el punto de vista fiscal. Subías los impuestos y se asustaban. Felipe González quiso apuntarse el tanto de que era el que ponía la racionalidad. Le dije que iba a quitar la tasa y me convocó en La Moncloa, me convenció de que lo anunciara allí. Él quedo como el bueno de la película y yo, humillado. Ahora no me hace esa jugada.
P—«No pienso bajarme los pantalones», dijo al afrontar su segundo mandato.
R—Lo del 3% fue una bajada de pantalones. También hacer caso a Moral Santín de construir el edificio de Telemadrid. Cuando cedes políticamente, se puede entender como una bajada de pantalones.
P—Consigue el tercer mandato gracias a los votos de Izquierda Unida…
R—Los de IU se negaron a entrar en el Gobierno por culpa de Anguita. Hablé con él, lo conocía de cuando era alcalde de Córdoba, y me dijo que se lo pidiera Felipe González. ¡No te lo va a pedir! Felipe, a nivel de Estado, no quería saber nada de los comunistas. Julio llegó a pensar que podría superar en votos al PSOE con ese discurso que exhibía, que parecía Dios en el Sinaí con las tablas de la ley.
P—Su adversario político fue Alfonso Guerra ¿Cómo fueron sus enfrentamientos?
R—Era una lucha por el poder, no tanto del discurso. Fue todo peor desde que él se marchó del Gobierno por lo de su hermano. Y es increíblemente injusto. Habían hecho cuatro alcaldadas y luego Juan Guerra salió libre de todos los juicios. Lo grave fue Roldán y Mariano Rubio, que se habían llevado el dinero. Una chapuza impresentable para un gobernador del Banco de España. ¡Y para qué hablar del sinvergüenza de Roldán! No consiguió desprestigiar a la Guardia Civil, pero sí al PSOE. Ya con Filesa empezó la ruptura total. Felipe, que era el secretario general, ¡no sabía nada! Porque no quería saber nada cuando se montó. Esa es la crítica que le hacía Guerra a Felipe. Pero también es verdad que se hizo a sus espaldas. Las dos cosas eran verdad.
P—Doce años como presidente ¿Qué herencia dejó para que la Comunidad se le resista al PSOE?
R—¡Algo habrá pasado! Si hasta la oposición admitió en público que la gestión global había sido positiva. Quizá habíamos hecho poco. ¡Ya me hubiera gustado a mí hacer el metro que hizo Gallardón! No seguía su secuencia: hágase lo que se deba, aunque se deba lo que se haga. Dejamos una deuda mínima.
P—Según un sondeo del CIS de 1992, los madrileños valoraron más su honradez que su eficacia política.
R—La honradez es una obligación. No entenderé en la vida cómo un político se puede corromper. Es un atraco y un ataque a la confianza y a la responsabilidad colectiva. De todos los males, la corrupción es el peor. Nos va a llevar a la ruina del sistema.
P—Apostó por Almunia y ganó Borrell, apostó por Bono y ganó Zapatero…
R—¡De éxito en éxito hasta la derrota final! Me río por no llorar. Borrell no llegó siquiera a presentarse, salió espantado… ¡Qué culpa tenía de que unos tipos que habían trabajado con él se hubieran convertido en unos chorizos! Se lo dije: «Te vas porque te da la gana». Y luego Almunia, me voy pero me quedo, porque reaparece como miembro de la Comisión Europea. Así me voy yo también… Con Zapatero corramos un tupido velo, es la historia de un despropósito.
P—A su rival en la Comunidad, se le critica que dimita y al día siguiente esté en un Consejo Consultivo con un sueldo de 8.500 euros brutos al mes.
R—Gallardón tiene todo el derecho, se acoge a la ley. Ha renunciado al dinero que dan durante dos años por cesar. El sueldo que se ha publicado es mentira. Aquí se cobra 5.400 euros al mes con 12 pagas al año. En otros sitios ganaría más.
P—Usted también está en un Consejo ¿Se ha convertido en un cementerio de elefantes?
R—En términos netos del Estado, les cuesto por estar aquí, y no en la jubilación, aproximadamente 1.000 euros. Mi experiencia, ¿no vale esos 1.000 euros? Cada vez que los políticos dejemos un cargo, ¿por qué no nos fusilan al amanecer y se ahorran así también la pensión?
P—¿Hay que expedientar a todos los que siembren una sombra de duda?
R—Lo de Virgilio Zapatero fue una aceleración. Hay que escuchar los argumentos. Han sido engañados. Los que mandaban eran Blesa y Rato. Lo más grave de Rato es la salida de Caja Madrid como Bankia a Bolsa. A mí me han liquidado 20.000 euros como cliente de la caja.