Juan Pablo Colmenarejo-ABC

Pablo Iglesias se salta la cuarenten

Pablo Iglesias se saltó la cuarentena dando el peor ejemplo. El vicepresidente segundo no se quedó en casa a pesar de que su pareja, la ministra de Igualdad, ha dado positivo. Solo el hecho en sí merecería su destitución por parte del jefe del Gobierno en este instante tan oscuro. Hay razones poderosas e ideológicas detrás del comportamiento de Iglesias que causan perplejidad entre los españoles confinados en casa. Iglesias se plantó en el Consejo de Ministros porque se le iban de las manos esas «llaves del poder» descritas por Levitsky y Ziblatt en «Cómo mueren las democracias». En el ensayo más recomendable para este momento, los politólogos norteamericanos explican que «los autócratas» suelen aprovechar las crisis «para justificar la

adopción de medidas antidemocráticas». Si hay que recortar derechos y libertades para contener una pandemia, Iglesias no podía desaprovechar la oportunidad para que su talante subversivo estirará el brazo del Estado hacia sectores de la economía, por ejemplo la energía, con los que está obsesionado, a imagen y semejanza del chavismo. La oportunidad era única para echarle un candado al sistema y a la vez romper un poco más el 78 haciendo de embajador del separatismo vasco y catalán, que ni en mitad de una pandemia se quitan las gafas de cerca. El embajador del independentismo en el Consejo de Ministros es Pablo Iglesias. Aunque la pandemia no tiene fronteras, en España hay barreras que el nacionalismo mantiene en todo lo alto, aunque de por medio haya una emergencia mundial de salud pública.

Las siete horas de Consejo de Ministros no se entienden sin estas pulsiones. Levitsky y Ziblatt explican que en todos los precedentes de destrucción de una democracia -el ejemplo más reciente es Venezuela- las élites políticas consideraron que «la invitación a tomar el poder contendría al recién llegado». A Iglesias no lo ha parado ni el Covid-19. Una cosa es que el Estado, respaldado por la legalidad, detenga la actividad y restrinja el movimiento, bajo el control indispensable del Parlamento para contener la epidemia, y otra que aprovechando el momento se nacionalicen industrias y hospitales. Iglesias no se quedó en casa porque cree que el poder debe ser menos efímero que la salud.