Una vez más, Pedro Sánchez ha puesto en marcha una operación de alto riesgo político, pero de alto rendimiento propagandístico, en vísperas de unas elecciones.
Ocurrió el lunes 29 de mayo de 2023, apenas unas horas después de unas elecciones autonómicas y municipales que arrojaron un pésimo resultado para el PSOE, cuando el presidente convocó elecciones generales anticipadas en perjuicio de la presidencia de turno de la UE, cuya agenda quedó condicionada por las negociaciones para la formación de Gobierno entre los socialistas y Carles Puigdemont.
Volvió a ocurrir de nuevo el 24 de abril, cuando Sánchez anunció, con una carta dirigida a los ciudadanos españoles, su decisión de tomarse un periodo de reflexión de cinco días tras el cual decidiría si renunciaba o no a la presidencia del Gobierno.
Y volvió a ocurrir de nuevo ayer miércoles, cuando Pedro Sánchez anunció su decisión de reconocer el Estado palestino con el argumento de «la paz y la coherencia».
La postura de este diario, expresada en anteriores editoriales, defiende la solución de los dos Estados, pero con exigencias de reciprocidad para las autoridades palestinas y de una total garantía de seguridad para Israel.
Coincide también con la postura expresada ayer por el primer ministro belga, Alexander de Croo.
Alexander de Croo, que ejerce este semestre como presidente de turno de la UE, afirmó ayer, preguntado por el reconocimiento de Palestina, que la prioridad belga es «la liberación de los rehenes y un alto el fuego inmediato».
De Croo añadió luego que el reconocimiento de Palestina sólo puede producirse una vez, y que este debe servir de palanca para un objetivo que beneficie a la población palestina.
De Croo está aludiendo de forma implícita a algo que ayer quedó en evidencia cuando España se desmarcó de las principales potencias democráticas con un reconocimiento cuyas consecuencias en la práctica son prácticamente nulas.
Porque, una vez más, Sánchez ha utilizado las instituciones en beneficio propio y ha tomado una decisión política sin vuelta atrás, sin negociar con la oposición y sin razones de calado que justifiquen la decisión más allá del oportunismo político. Una decisión que podría tener consecuencias de calado para España, y no sólo en el terreno diplomático.
Lo ha hecho, además, con el evidente objetivo de mejorar sus expectativas electorales de cara a los comicios europeos del próximo 9 de junio.
Con el reconocimiento de Palestina, Sánchez pretende atraer al espacio del PSOE a una parte del electorado de Sumar y de Podemos explotando un asunto en el que los de Yolanda Díaz pueden ir, al menos en el terreno declarativo, más allá que los socialistas.
Ni el momento es el oportuno, a siete meses de la mayor matanza de judíos tras el Holocausto y con docenas de secuestrados todavía en manos de los terroristas, ni la decisión ha sido explicada con argumentos que vayan más allá de lo emocional.
Y prueba de lo equivocado del momento y de la forma escogida para el reconocimiento de Palestina es la felicitación recibida por Sánchez del grupo terrorista Hamás.