ANTONIO R. NARANJO-EL DEBATE
  • A Bego Fundrasing la intentan presentar como si fuera Manuela Malasaña o Agustina de Aragón luchando contra las hordas invasoras, pero es una vulgar intermediaria con escasas luces en el piso superior

Sánchez ha planteado las Elecciones Europeas en términos de plebiscito: o Isabel Pantoja y Julián Muñoz, o el fascismo. O Romeo y Julieta, o la reacción. O los amantes de Teruel, o el caos. O Romina y Albano, o la ultraderecha. O Pimpinela, o el apocalipsis.

En política se puede hacer de todo, menos el ridículo, y eso es lo que están haciendo a diario Pedro Sánchez y Begoña Gómez, convertidos ya en personajes de ‘Sálvame’, como Arlequín y Tamara, capaces de empeorar a la anterior pareja panoli de la historia reciente: Pablo Iglesias e Irene Montero, míticos organizadores de una votación para quedarse en el chalet y en Podemos o marcharse de Podemos y quedarse en el chalet, que era lo importante para los dos tragaldabas.

Ahora los Sánchez-Gómez van más lejos y quieren celebrar un referéndum sobre sí mismos, con varias preguntas sobre la mesa cuya respuesta, para cualquier ciudadano con algo parecido a un cerebro, deberían serle sencilla: ¿Acepta que Begoña tenga una cátedra de pega en la Universidad Complutense, concedida a dedo y centrada en los fondos públicos, para asociarse a empresarios y empresas beneficiados a continuación por decisiones de su marido?

A Bego Fundrasing la intentan presentar como si fuera Manuela Malasaña o Agustina de Aragón luchando contra las hordas invasoras, pero es una vulgar intermediaria con escasas luces en el piso superior.

Porque trabajar a la vera de tu marido, cuando tu marido es el presidente y de su dedo depende el futuro de tus socios o clientes, no es empoderamiento: es estupidez y arrogancia en partes iguales, amén de un desafío a la Justicia que ningún juez decente dejará de intentar contestar.

En un país civilizado, la estrategia de Sánchez de exhibir lo que debería esconder, que es a su mujer y sus obscenos negocietes empoderados, agravaría el deterioro electoral del PSOE, convertido definitivamente en una secta como la del Palmar de Troya, con un Papa impostor al frente, una mártir de pega a su vera y una romería de feligreses analfabetos adorando a los dos estafadores.

Pero estamos en España y no se puede descartar que no le salga mal y este domingo veamos a los socialistas ganando o perdiendo por poco y convirtiendo ese resultado en la excusa definitiva para dar el paso final hacia la autocracia.

Hasta hace nada, Sánchez necesitaba perseguir a jueces, periodistas y políticos para acceder al poder y mantenerlo, eliminado los contrapesos que equilibran un sistema democrático y lo inmunizan ante sus virus más letales.

Ahora lo hace también por sobrevivir, por salvarse de un banquillo hostil, por escapar del hiriente emplumamiento público que supondría averiguar que su esposa ha ganado una pasta en estos años y, por tanto, él también. Pedro no es peligroso porque esté herido, sino porque tiene que matar para no morir él: ha desafiado a duelo a España, y solo uno de los dos puede sobrevivir.