Los etarras han demostrado capacidad para provocar la radicalización del nacionalismo institucional y las expectativas políticas de conseguir una nueva negociación. Creen que si el nacionalismo institucional defiende ahora la autodeterminación con la fórmula del derecho a decidir es porque ellos les ha arrastrado.
ETA está mal y los etarras lo saben. Lo han puesto por escrito en los papeles que han elaborado para el debate interno que han venido desarrollando desde el pasado año. Al menos en eso no se engañan. Saben que la banda no tiene la capacidad que les gustaría, que la presión policial es implacable, que el balance entre detenciones y atentados les es desfavorable y que a duras penas consiguen mantener un mínimo de actividad terrorista.
Saben, además, que sus problemas no son algo coyuntural, ni siquiera algo reciente. No es que hayan salido en malas condiciones de la pasada tregua y no hayan sido capaces de realizar la ofensiva terrorista que esperaban. Peor que eso: es que ya antes de la tregua estaban así. Y lo estaban, al menos, desde 2001 cuando la Policía y la Guardia Civil pudieron frenar la ofensiva con la que rompieron la anterior tregua y acosaron a la banda hasta obligarle, en los años 2002 y 2003, a bajar su actividad hasta mínimos históricos.
Los etarras reconocieron sus problemas en el debate interno celebrado en el año 2002 y pusieron en marcha numerosas medidas: hicieron una reestructuración en profundidad de su organigrama, cambiaron los modos de funcionar, modificaron las características de los comandos, etcétera. Hicieron todo lo que se les ocurrió, pero sin éxito. Ahora, en el nuevo debate, lo han tenido que reconocer y se han planteado hacer otra reestructuración más para ver si levantan cabeza. Todo por la seguridad, dicen.
ETA está mal, pero los etarras no se han planteado abandonar las armas. Sólo Múgica Garmendia y cinco de los suyos llevaron el silogismo hasta el final: estamos muy mal, vamos a dejarlo. Fueron expulsados por ello. Sus compañeros, al contrario que ‘Pakito’, han tomado la resolución de continuar adelante, a pesar de sus debilidades y a pesar de golpes policiales como la captura de su principal dirigente, Garikoitz Aspiazu, ‘Txeroki’.
Hay dos factores que les animan y que les impiden sacar de su fracaso operativo las mismas conclusiones que ‘Pakito’: son la capacidad que han demostrado para provocar la radicalización del nacionalismo institucional y las expectativas políticas de volver a conseguir una nueva negociación. ETA cree que si el nacionalismo institucional defiende ahora la autodeterminación a través de la fórmula del derecho a decidir es porque la presencia de la banda con sus armas, sus atentados y sus reclamaciones maximalistas ha arrastrado al PNV y a EA. Su continuidad es considerada, por tanto, como la garantía de que no se abandonará la defensa de sus postulados políticos.
Además, todavía confían en obligar al Gobierno a sentarse de nuevo en una mesa de negociación a base de bombas. El recuerdo del reciente proceso de diálogo, a pesar de su fracaso, les refuerza en su creencia. Por eso siguen.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 25/11/2008