Juan Carlos Rodríguez Ibarra-Vozpópuli
  • Casi siempre pasa lo mismo cuando las candidaturas no son de hombres sino de mujeres. Pasan en un santiamén del cielo al infierno

Alardeamos tanto de feminismo que cada vez que surge una candidata con posibilidades de ganar unas elecciones autonómicas o generales, inmediatamente sacamos de la chistera uno o dos candidatos para impedir la victoria de la candidata. Basta recordar a Sáenz de Santamaría y a Pablo Casado. La primera fue la preferida de la militancia popular. Cuando dejaron de votar los afiliados, Santamaría y Casado sometieron sus candidaturas a los compromisarios. Ganó el segundo. Cuando surgió una candidata con posibilidades se tuvo la habilidad de ponerle enfrente a un candidato para que ganara a la mujer y así poder seguir presumiendo de partido feminista cortando el paso a las mujeres que tuvieron el coraje de dar el salto en un mundo de hombres.

No hay que remontarse más atrás para recordar a Susana Díaz. Sustituyó a José Antonio Griñán en la presidencia de la Junta de Andalucía. Se le hizo la ola. Era la primera mujer que ocupaba la presidencia de la Junta de Andalucía. Ella pensó que su límite no estaba en el gobierno de una región por muy importante que Andalucía fuera. Sin encomendarse ni a dios ni al diablo decidió catapultarse hasta la presidencia del Gobierno de España. Necesitaba superar la prueba de las primarias. Un partido feminista la hubiera apoyado, amparado y protegido. El PSOE le puso la cruz y a un candidato para que se estrellara. A la hora de la verdad, ganó el candidato, de nombre Pedro y de apellido Sánchez. Poco conocido pero lo suficiente para que el hombre se impusiera a la candidata en un partido de hombres. El PSOE podía haber hecho historia poniendo al frente de la candidatura a la presidencia del Gobierno a una mujer. Prefirió seguir proclamando su carácter feminista poniendo a un presidente al cargo de cuatro vicepresidentas.

El feminista Pablo Iglesias ocupó la vicepresidencia del Gobierno que anteriormente estaba reservada a Irene Montero. “Si voy yo, te quitas tú” parce ser que pensó

El actual presidente del Gobierno decidió inicialmente formar gobierno con Unidas Podemos. En aquel momento vetó la presencia en dicho gobierno del líder de la formación podemita, Pablo Iglesias. Se daba por seguro que la vicepresidencia de ese gobierno de coalición la ocuparía Irene Montero. Ese gobierno no fue posible. Posteriormente hubo una segunda intentona. Esa vez sí. Era posible un gobierno de coalición PSOE-Podemos con apoyos externos de independentistas.

El feminista Pablo Iglesias ocupó la vicepresidencia del Gobierno que anteriormente estaba reservada a Montero. “Si voy yo, te quitas tú” parece ser que pensó Pablo Iglesias. Una cosa es ser feminista y otra desaprovechar la primera y única oportunidad que tendría en la vida de ser el segundo en la jerarquía gubernamental española. Si había que sacrificar a una mujer, se la sacrificaba. Siempre se dijo esa frase estúpida de que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Pues eso, detrás del vicepresidente, una ministra de Trabajo.

Y, de nuevo, la historia se repite. Tengo la mejor de las opiniones de Juan Espadas, alcalde de Sevilla y recién elegido candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía por el sistema de primarias. Coincidimos hace unos meses en Don Benito y pudimos tener una charla larga sobre cómo realizar una campaña de primarias sin romper al PSOE andaluz.

Siempre se tuvo claro en el PSOE que quien ocupara la Secretaría General de una federación o del partido, sería aclamado como candidato a la presidencia de la Comunidad Autónoma correspondiente o del Gobierno de España. La secretaria general, Susana Díaz, en virtud de esa costumbre se postuló para volver a ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía que la aritmética parlamentaria le arrebató. Dentro de ese falso espíritu feminista que anima a todos los partidos, no se decidió apoyar a la candidata que hubiera sido lo lógico. Se le opuso otro candidato para conseguir lo de casi siempre: que sea un hombre el que encabece las listas de un partido feminista.

De nuevo, como ya ocurrió con Rosa Díez y con Susana Díaz, otra mujer –Isabel Díaz Ayuso– baja al ruedo para intentar torear en un coso de hombres. Y en otro coso prepara su alternativa Yolanda Díaz. Como dice la canción de Sabina, las carreras políticas de las mujeres duran lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks. Casi siempre pasa lo mismo cuando las candidaturas no son de hombres sino de mujeres. Pasan en un santiamén del cielo al infierno. ¿Por ser mujeres o por apellidarse Díaz?