TONIA ETXARRI, EL CORREO – 11/08/14
· La proximidad de las elecciones no debería servir de excusa a los partidos para arrojarse descalificaciones que sólo aportan crispación.
· El jeltzale Xabier Agirre resbaló al comparar a Maroto con Hitler y el PP erró al hacer insinuaciones sobre el PNV sin pruebas.
Fue tal la consternación que produjo el insulto del dirigente del PNV alavés Xabier Agirre al alcalde de Vitoria, Javier Maroto, por su dimensión e ignorancia de la historia al llamarle «Hitler», que finalmente tuvo que pedir perdón. El alcalde vitoriano había relacionado el fraude en las ayudas sociales con el colectivo de inmigrantes empadronados en la capital, que vienen a suponer más de un 6% de la población. Hay muchos ciudadanos que, seguramente, piensan lo mismo. Pero a ver quién es el ‘incorrecto’ que se atreve a meter en el mismo saco a todo un colectivo de ciudadanos.
Al limitarse a lamentarse de los abusos detectados entre los emigrantes que reciben ayudas, en lugar de anunciar medidas para combatir el fraude, las palabras de este alcalde provocaron sentimientos encontrados. Y el dirigente nacionalista, olvidándose de los excesos verbales del regidor de Sestao, Josu Bergara (del PNV), al negarse a empadronar a inmigrantes llamándolo «mierda» , metió la pata con Maroto. Quiso dejar al alcalde vitoriano a la altura del dictador nazi que cometió crímenes contra la Humanidad, como todo el mundo debería saber. Y ahí resbaló. Porque esa equiparación entre un alcalde democrático y el mayor monstruo del nacionalsocialismo no se disculpa reconociendo que su expresión no fue la más acertada. Requiere un apercibimiento formal de su partido para que la opinión pública no perciba el binomio Hitler/Maroto como un simple error de forma. Para no trivializar el holocausto nazi y acabar marcando a Maroto con una cruz gamada.
No debería ser excusa la proximidad de la convocatoria de las elecciones municipales y forales para sostener una red repleta de descalificaciones que tan sólo aportan crispación en el electorado. En Vitoria, en las últimas elecciones europeas, con la irrupción de EH Bildu, el PNV se vio desplazado al cuarto lugar del panel, aunque ganó 355 papeletas. Y la misma izquierda abertzale se quedó a 72 votos de la primera fuerza política, el PP.
Por eso ahora, desde el PP , Laura Garrido asegura que «el PNV está nervioso» mientras que en el partido de Urkullu fabulan con un posible adelanto de las elecciones legislativas. Ruido. Y necesidad de seguir ocupando espacio en este verano en el que el lehendakari no ha logrado ser recibido por el presidente Rajoy antes de las vacaciones y está haciendo, de la entrevista inexistente, su ‘mantra’ de estío.
Tampoco debería ser excusa la proximidad del año electoral para exhibir una falta de rigor cuando se hacen acusaciones en forma de insinuaciones sin pruebas. Esas prácticas deberían estar excluidas del manual de estilo de los políticos. Desde el PP, poniendo en duda cómo se han financiado tantos batzokis del PNV (casi 200 inmuebles) e insinuando que la trama del clan Pujol podría tener espejos donde mirarse en Euskadi, alrededor del PNV, han encendido la mecha de verano que está costando apagar. No es de recibo que, para justificar esa inculpación, los dirigentes populares se escuden ahora en que lo único que hicieron fue «poner de manifiesto una reflexión que hemos hecho en el PP y que comparte muchísima gente» (Nerea Llanos en una entrevista en EL CORREO).
Se comprende que, visto el manto de silencio que cayó sobre la clase política catalana desde que el socialista Pascual Maragall denunciara en sede parlamentaria la «mordida» de CiU en las comisiones en adjudicaciones de obras públicas, el PP quiera transmitir a su electorado que ellos tampoco se fían del PNV en este sentido. Para que la historia no le acabe pasando factura sobre su silencio. Por si salta la liebre. Ya. ¿ Y los datos concretos? !Si el PP ni siquiera tiene algo similar al 3% para presentar denuncias judiciales! Al menos, de momento.
Que una cosa es que los nacionalistas actúen como si las instituciones fuesen suyas (esa es la crítica en la que coinciden los partidos de la oposición constitucionalista) y otra muy distinta tener pruebas de corrupción. Cuando las pruebas han existido, los casos han terminado en los tribunales. Ahí está el ‘caso De Miguel’. O la carrera truncada del jelkide guipuzcoano Jauregi cuando se descubrió que había ocultado a Hacienda parte de sus ingresos. O las irregularidades en la construcción del Museo Balenciaga. O casos de proyectos fallidos como Epsilon o Hiriko.
Pero la oposición no se puede limitar a crear sospechas (como cantaba el desaparecido Imanol) porque corre el riesgo de perder credibilidad en sus mensajes. Decir que «de algún sitio ha salido el dinero» para financiar las casi doscientas sedes que tiene el PNV no parece acusación fundamentada. Que el abultado patrimonio inmobiliario del PNV haya generado siempre suspicacias entre el resto de partidos no es trampolín suficiente para lanzarse a las aguas revueltas de la acusación. Otra cosa es que el partido de Urkullu siga sin presentar un inventario completo de sus numerosas sedes y que se le reclame la transparencia que exige la propia Ley de Financiación de Partidos.
La Alcaldía de Vitoria va a ser, en los próximos comicios, el campo de pruebas de una lucha encarnizada entre el PP y EH Bildu. Un territorio clave para sostener la zona de poder institucional de los populares y al que aspira la izquierda radical para asentar su proyecto secesionista. Sobre todo si sale adelante el proyecto del PP para que gobierne en los municipios el partido más votado. El PNV, en su disputa por el voto abertzale en todo Euskadi, podría acabar en Álava, si no corrige su manual de estilo, haciendo el trabajo sucio a EH Bildu.
TONIA ETXARRI, EL CORREO – 11/08/14