Iñaki Ezkerra-El Correo
Leo un titular en el que Richard Gere y Alejandra Silva anuncian que van a dar un nuevo e importante paso en su relación, e imagino que han decidido que a partir de ahora él va a ser el que saque a pasear el perro o que se va a vivir la suegra del actor con ellos; es decir, algo sustancial que cambiará la vida de la pareja. Pero no es así. Ese paso tan decisivo para ambos consiste en que han abierto una nueva página en la Fundación Gere y que han abrazado otra solidaria causa que se sumará a la larga colección en la que ya están comprometidos: a la lucha contra el sinhogarismo y la opresión del Tíbet o a favor de los derechos de los pueblos indígenas, del cuidado del planeta, de un mundo sostenible… Gere ha contado que llegó a vivir en la calle durante días como un mendigo para saber lo que siente la peña que no tiene hogar y hacerla visible en su película ‘Invisibles’. A la buena nueva del mensaje bíblico el buen hombre suma el componente ecológico y el tecno-digital que no aparecen en el Evangelio según San Mateo. Y así, los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, las plantas sanan y los invisibles alcanzan, Gere mediante, una gran visibilidad.
A través de sus perfiles de Instagram, el matrimonio ha dado detalles sobre el ‘site web’ que acaba de estrenar con una profunda emoción. Yo me los imagino en su casoplón de La Moraleja soñando con un mundo mejor. Ya puedo adivinar sin miedo a equivocarme un emocionante diálogo entre ambos:
– Richard, ¿estás preocupado por los indios del Amazonas, por los refugiados de Siria o por el cambio climático?
– No, Alejandra. He estado pensando en los sin techo y me he puesto muy triste. Tráeme un piscolabis y ya sé me pasará.
Lo más bonito de esta instagrámica parejita es que su amor se fortalece gracias al compromiso humanitario. O sea, que a ambos les pone a cien pensar en la gente sin recursos. «Nuestro karma se atrajo en cuanto nos vimos; nos conocemos desde hace muchas vidas», explica ella mostrando un gran sentido común. Yo, la verdad, creo que se puede ser así de fenomenal-fenomenal teniendo la pastizara que Gere tiene. Las broncas son cosas de obreros. Pero también es verdad que hay gente que con ese dinero se lo monta fatal y acaba publicando unas memorias de su infierno conyugal que hacen las delicias de todos.
Los Gere dicen que viven en España, pero donde realmente se han instalado es en una nube de empalago chupi-yuppi. Él está por un mundo sostenible, pero la verdad es que por sostener su tren de vida estaría cualquiera. Quizá el avispado lector esté pensando que me corroe la envidia hacia un tipo que tiene 75 años, es un triunfador, está forrado, sigue rompiendo corazones femeninos y encima es buena persona. Pues, sí. Tiene razón. ¡Para qué negarlo!