EL CORREO 06/12/13
· Unen fuerzas en favor de la ponencia de paz, que seguirá paralizada, y rechazan un texto de PP, PSE y UPyD para deslegitimar a ETA
La fotografía del Parlamento vasco dividido en dos bloques, el de las fuerzas abertzales y el de los partidos no nacionalistas, que parecía superada, se reprodujo ayer a partir del debate de una moción impulsada por el PP vasco para reafirmar el papel de la Cámara en la deslegitimación del terrorismo a raíz de la excarcelación de los presos de ETA a los que se había aplicado la derogada ‘doctrina Parot’. El texto, que los populares acabaron pactando con PSE y UPyD tras introducir algunos retoques, no ofrecía, sobre el papel, motivos para el enfrentamiento, más allá del enroque habitual de la izquierda abertzale. La enmienda de transacción que llevaron al pleno populares, socialistas y UPyD proclamaba que ETA «nunca debió existir», reafirmaba el compromiso de las instituciones con la libertad, la tolerancia, el pluralismo y la memoria de las víctimas y subrayaba incluso la necesidad de «seguir abriendo espacios de convivencia y conciliación».
No obstante, dos años largos después del cese definitivo de la violencia de ETA, los parlamentarios vascos se mostraron manifiestamente incapaces de ponerse de acuerdo sobre ese puñado de enunciados básicos, la iniciativa no salió adelante y sí prosperó, en su lugar, el texto alternativo registrado por el PNV en defensa de la ponencia de paz, al que se adhirió EH Bildu. El empeño del grupo jeltzale y, en especial de su portavoz, Joseba Egibar, en reivindicar el fallido foro de debate como espacio natural y exclusivo para labrar acuerdos sobre el fin de ETA y en rehuir la discusión con luz y taquígrafos, en el pleno, sobre cuestiones de paz y convivencia forzó una votación extraña.
Los peneuvistas y la izquierda abertzale dieron un portazo a la posibilidad de debatir en público sobre el fin de ETA –una discusión que también el PSE consideró recurrente y poco productiva pero que en ningún caso pretende esquivar– y rechazaron de forma explícita la moción negociada por los no nacionalistas, condición ‘sine qua non’ para que pudiera votarse la enmienda jeltzale. Según Egibar, el PP y quienes le secundan solo buscan con ese tipo de debates «ruido, decibelios y escándalo» –un argumento que le copió literalmente el parlamentario de EH Bildu, Hasier Arraiz–, en lugar de dedicarse al trabajo «callado» en una ponencia que defendió por razones de «responsabilidad» y «eficacia». La idea de que el PP ha impulsado el debate para sacudirse las críticas de sectores «a su derecha» por la excarcelación de etarras también sobrevoló el argumentario de los portavoces. «No es la vía, no la nuestra. No cuenten con nosotros para ese viaje», advirtió Egibar.
Con la abstención del PNV, el texto de PSE, PP y UPyD, que repudiaba además el rebrote de la kale borroka y la persistencia de la izquierda abertzale «en seguir avalando apuestas políticas basadas en la justificación del terrorismo», habría salido adelante y el debate habría acabado ahí. En cambio, la enmienda peneuvista ofreció a la izquierda abertzale un puente de plata para evitar, una vez más, pronunciarse sobre el fondo del asunto. Cuestiones reglamentarias al margen, la insistencia en reivindicar una «herramienta de trabajo» que permanece en ‘stand by’ y no tiene, a medio plazo, ninguna posibilidad de reactivarse por la tajante negativa de socialistas y populares a sentarse en la ponencia mientras la izquierda abertzale no haga autocrítica de su pasado, forzó al PNV a votar en contra de un texto de repudio a ETA –«ustedes saben perfectamente lo que pensamos», subrayó Egibar– para poder defender una ponencia que le evitaría la imagen pública de confluencia con Bildu.
Entorpecer el camino
El lehendakari Urkullu, que ha sido tajante en los últimos meses al reclamar a la izquierda abertzale que asuma el ‘suelo ético’ pactado la pasada legislatura, asistió al debate con palpable impotencia. Hace poco menos de dos semanas, Egibar dio un paso al frente en una tertulia radiofónica complicado de enmendar. El jefe de filas del grupo jeltzale amagó entonces con no participar en ningún otro debate sobre paz que no se desarrollase a puerta cerrada –«se acabó el recreo», avisó–, un ‘plante’ que habría chirriado de forma manifiesta en un partido de vocación institucional como el PNV. Finalmente, el parlamentario guipuzcoano tomó la palabra aunque sin variar un ápice su posición de fondo. Pero fue al lehendakari a quienes se dirigieron tanto la popular Arantza Quiroga, que le exigió que «lidere» el «proyecto compartido» de quienes apuestan por un «futuro democrático», como el socialista Rodolfo Ares, que le instó a no tolerar una poco edificante imagen de división. Constatada la posición de los jeltzales, ya en tono más duro, la presidenta del PP vasco le acusó de «entorpecer» el camino hacia la paz definitiva y le emplazó a aclarar si «tiene algún problema» en proclamar que ETA no debió existir, a lo que Urkullu respondió con un gesto significativo, alzando las manos. La gestión del asunto y sus consecuencias provocaron, de hecho, un manifiesto malestar en el Gobierno, que creía haber tomado algo de aire con sus correcciones, en un principio bien acogidas, al plan de paz.
Por lo demás, el infructuoso debate sirvió para dejar claras otras dos cosas. Una, que la izquierda abertzale dice, como subrayó Arraiz en la tribuna, haber «aceptado» el ‘suelo ético’, pese a que en realidad solo su primer punto, que reafirma la injusticia de la violencia y la necesidad de reconocer el daño causado y la dignidad de todas las víctimas, ha recibido el visto bueno de los cuatro grandes grupos de la Cámara. En el resto, EH Bildu se abstuvo porque, como recordó Egibar tras avalar la afirmación de Arraiz, «nos negamos a cambiar ni una coma». Tras la incorporación de esa declaración de principios al plan de Jonan Fernández, el parlamentario de la izquierda abertzale Julen Arzuaga lamentó que se utilice como «elemento de imposición y arma arrojadiza».
La segunda constatación es que, como Sortu dice haber recorrido ya el camino que se le exige –ayer Arraiz invitó al PSE a «hablar» con la izquierda abertzale porque son «gente razonable» en lugar de «presionarla»–, no se prevén de momento nuevos pasos en la dirección que reclaman populares y socialistas y, por esa razón, la ponencia está herida de muerte, dado que nadie duda de que carece de sentido solo con PNV y Bildu en ella. Por si acaso, Ares lo constató en la tribuna: «La ponencia no es útil ni viable».