SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Produce cierto alipori ver que lo que antes sabíamos los nacionales es ahora de conocimiento universal. Todavía estaba fresco en las redes el ridículo del besamanos cuando el disparate protocolario ha saltado a Bruselas. Ayer, con el presidente de la Comisión, el mismo Jean-Claude Juncker cuyo nombramiento rechazó el doctor Plagios, en contra del acuerdo al que habían llegado populares europeos y eurosocialistas para llevar a Juncker a la presidencia de la comisión y al socialista Schulz a la del Parlamento.

Durante la sesión de fotos, los periodistas empezaron a preguntar por lo de negociar en una cárcel y cuando el doctor se esponjaba, Juncker cortó la escena y el discurso; «ven, ven», le dijo, empujándolo suavemente hacia fuera. El presidente europeo restableció el orden como David, el becario de la Zarzuela que desalojó a los Sánchez Gómez en el palacio de Oriente.

Todo lo que toca Sánchez lo emputece, desde su tesis doctoral al Consejo de Ministros, desde su relación con la Casa Real, a la que hizo escribir el comunicado más vergonzoso de su historia, hasta su relación con Europa, adonde envían unos presupuestos falsos, que empiezan a rectificar sobre la marcha, apenas enviados. El objetivo del déficit ya no será del 1,8% como figuraba en los papeles, sino del 1,3%, que era el objetivo de Rajoy, pero es de mentirijillas, como ha dicho con mucho donaire la ministra de Hacienda: la senda del déficit no es la legal; se calculará otra para incumplirla y todo recorte se aplazará hasta después de las andaluzas. La ministra, que se pone a Europa por Montero, debe de tener muy admirados a los técnicos europeos al leer que el Gobierno español prevé recaudar 1.200 millones de euros con la tasa Google, cuando la previsión recaudatoria por este concepto entre los 28 países miembros de la Unión es de 4.800 millones.

La Comisión no debe de llevar muy bien ser tomada por imbécil, y envió ayer una carta oficial al Gobierno de España. Es una carta de alerta que ha encendido todas las alarmas en Bruselas, como se la había encendido en España a todos los que no comprendían de dónde podían salir aquellos ingresos improbables.

Sánchez tiene un sentido de la hermenéutica muy alternativo y ha venido a concluir que la petición de explicaciones de la Comisión Europea es, en realidad, una muestra de confianza: «Es un mensaje de confianza en España, en su compromiso europeo, en las cuentas públicas». Es un don y a la vez una maldición. El peor presidente de nuestra historia moderna es un psicópata con los labios manchados de mentira.

Después de disimular cuando el marqués de Galapagar se erigía en vicepresidente económico de facto, después de rebajar la marca Gobierno de España hasta igualarla con un partido antisistema, ha enviado a dos emisarios a negociar los presupuestos: Iglesias, para convencer a Shrek de que votar las cuentas de Sánchez le ayudará a salir de la cárcel; a Zapatero, para explicar a Otegi que el voto de EH Bildu será mano de santo para los terroristas presos. ¿A quien hay que creer? La cosa no admite dudas: al que diga una verdad reconocible. Lo vamos a sentir, ya lo verán.