En Portugal, tras el monumental varapalo sufrido por el Partido Socialista, habrá cambio de gobierno. El Partido Socialista pasará de disponer de la mayoría absoluta con 120 diputados a tener 77 de los 226 que ayer se elegían de los 230 con los que cuenta la Asamblea de la República. El centroderecha de Alianza Democrática (AD) obtiene 79 y la derecha extrema de Chega se dispara hasta los 48 diputados tras aprovecharse de los errores de unos y de otros. Muy probablemente, Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República, encargará a Luís Montenegro, líder del centroderecha, formar gobierno. Y se pondrá fin a casi nueve años de gobierno de la izquierda, los dos últimos con mayoría absoluta.
La dimisión el pasado 7 de noviembre de António Costa, referente político de Pedro Sánchez, por un caso de corrupción que finalmente acabó en nada, ha acabado siendo definitivo para que el Partido Socialista portugués pierda el gobierno. Su precipitada marcha, la convocatoria de elecciones anticipadas por parte del presidente de la República y el relevo en el partido han sido determinantes. En todo caso, más allá de lo ocurrido en Portugal, la izquierda tiene disquisiciones que resolver, retos que enfrentar y nuevas respuestas que ofrecer a los problemas del mundo actual, no solo en Portugal, sino en todo el mundo; y no digamos ya en España, más perdida que un pulpo en un garaje, entreverada de exaltación de las pequeñas identidades grupales, de rendición ante los independentistas y de liderazgo caudillista de Sánchez.
Visto lo ocurrido en el país luso, es seguro que Sánchez se reafirmará en su idea de resistir, con todo lo que eso conlleva, a pesar de la corrupción que lo asedia, especialmente la de la amnistía, la mayor de las corrupciones políticas imaginables en un país democrático. Así que es poco probable que Sánchez decida dimitir ni ahora ni más adelante y es impensable que, al menos en el corto plazo, sea sustituido al frente del PSOE por un líder al menos políticamente cuerdo, con lo que muchos nos conformaríamos. Al fin y al cabo, su manual de resistencia no es sino un manual para permanecer en el PSOE y en la Moncloa, incluidas todas sus cesiones a los independentistas a costa de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, sus principales víctimas. Porque ninguna de sus decisiones políticas son plasmaciones prácticas de supuestos principios que tuviera sino simples medios para alcanzar sus fines. Ahora hay quien apunta incluso a la posibilidad de que impulse una reforma electoral para beneficiarse a sí mismo y a los suyos; y aunque yo ya no me creo nada, de Sánchez me lo creo casi todo. Y si ha arrasado con la igualdad ante la ley, ¿por qué no iba a reformar la ley electoral para seguir en la Moncloa?
El líder socialista luso mostró su disposición a apoyar al candidato conservador para que este no tenga que depender de la extrema derecha portuguesa
Así que hay diferencias entre el socialismo portugués y el que protagoniza el PSOE en España. Aparte de que allí no han indultado o amnistiado a corruptos y sediciosos, una de ellas es que el líder socialista luso mostró su disposición a apoyar al candidato conservador para que este no tenga que depender de la extrema derecha portuguesa. Aquí es impensable que el actual PSOE tomara ni esa ni ninguna otra decisión semejante que velara por el interés general o la estabilidad institucional: no solo no dejaron gobernar al PP para que no pactara con Vox sino que fortaleció a Vox para dividir a la derecha y que esta no pudiera gobernar. O sea, «fortalezco cuanto puedo a la derecha extrema y a continuación me presento como freno de la extrema derecha». Y en el ínterin, todo el que me critica es extrema derecha. En conclusión, por ahí no va a haber demasiadas sorpresas, y ni Sánchez va a convocar elecciones ni va a dejar de ser en breve el líder del PSOE, otra víctima (secundaria en este caso) de sus felonías políticas.
La semejanza principal entre Portugal y España es la debilidad del Partido Socialista, a pesar de que el PSOE se mantenga todavía en el gobierno, a trancas y barrancas y bajo la amenaza permanente de los separatistas que, a su vez, son los máximos interesados (y casi únicos) en que Sánchez continúe siendo Presidente, como forma de alcanzar sus objetivos políticos: el principal, la independencia de «sus» territorios y, mientras eso no ocurre, la obtención del mayor número de ventajas políticas y económicas que sean capaces, desde la amnistía de sus delincuentes a una «financiación singular» para que puedan financiar más holgadamente su tránsito hacia la independencia: mientras lo logran, que los pobres financien a los ricos después de indultar y amnistiar sus tropelías.
En cuanto el PSOE pase a la oposición y pierda el poder, las cosas se le van a complicar más de lo que algunos imaginan
Así que el Partido Socialista portugués ha pasado de gobernar desde 2015 y con mayoría absoluta desde 2022 a la dimisión del primer ministro, cambiar de líder y terminar en la oposición, otro ejemplo de que los cambios políticos a menudo se precipitan. Es otra izquierda que ha perdido el gobierno. Según las últimas encuestas, el PP de Feijóo sigue recuperando voto de Vox y el PSOE de Sánchez sigue menguando de manera sostenida, por lo que el cambio de gobierno podría estar cada día más cerca y podría ser solo el principio de lo que le espera a la izquierda oficial en España. Todo es bastante impredecible, pero no descartaría ningún escenario. En cuanto el PSOE pase a la oposición y pierda el poder, las cosas se le van a complicar más de lo que algunos imaginan. Cuando eso ocurra, el problema de los socialistas no será haber perdido el gobierno sino qué hacer con el PSOE que haya dejado Sánchez.