Florencio Domínguez, EL CORREO, 4/9/12
Es una lástima que Robert Capa no hubiera hecho en el País Vasco su famosa fotografía de la muerte de un miliciano, en 1936, en vez de hacerla en Córdoba. De esa manera los candidatos de EH Bildu hubieran podido escenificar el pasado fin de semana un revival épico de la Guerra Civil en lugar de hacer un posado de circunstancias en el balcón de un hotel de cinco estrellas de Bilbao. Por mucha carga simbólica que tenga el hotel no es lo mismo.
Con el casting en el balcón la izquierda abertzale buscaba ocupar simbólicamente el puesto del PNV en la imagen del primer Gobierno vasco, pero probablemente la imagen no resulta tan esclarecedora como el discurso pronunciado por la candidata de EH Bildu en el que se establece una equiparación del franquismo con la actual democracia. No es nueva esa toma de postura. Ya hizo lo mismo en las declaraciones efectuadas a EL CORREO el pasado 27 de agosto en las que aseguraba que si tras la muerte de Franco «hubiera habido una transición a las libertades» ETA no hubiera continuado durante la etapa democrática.
Es el discurso puro de la ortodoxia que ha empleado ETA durante décadas para justificar la continuación del terrorismo después del franquismo. La afirmación de que no hay diferencia sustancial entre la etapa democrática y la dictadura ha sido la excusa detrás de la que se ha refugiado la banda terrorista y sus seguidores. En nombre del rechazo al marco nacido de la Constitución y el Estatuto, ETA ha cometido centenares de crímenes y los suyos los han aplaudido con vehemencia.
A diferencia de ETA y la izquierda abertzale, el PNV acató el marco constitucional y estatutario del que ha sido protagonista especial y principal beneficiario. Esa aceptación es lo que abrió una brecha política entre el PNV y el mundo etarra. Sorprenden por eso las recientes declaraciones del presidente y candidato del PNV, Iñigo Urkullu, en las que señala que «los vascos estamos necesitados de hacer nuestra propia Transición, que no pudimos hacerla en el año 77».
Resulta innecesario explicar, por obvio, que la Transición también tuvo lugar en el País Vasco y que, gracias a ella, se reconstruyeron las instituciones autonómicas en las que el PNV ha estado en el poder desde entonces, salvo en la legislatura que ahora termina. Cosa distinta es que ETA y su entorno político se quedaran voluntariamente fuera, sin aceptar la voluntad de la ciudadanía vasca. Son ellos, ETA y la izquierda abertzale, exclusivamente, quienes tienen pendiente la transición a la democracia, la aceptación de lo que han venido decidiendo las urnas contra las que han actuado con las armas en la mano. No son el resto de los partidos ni la mayoría de los ciudadanos los que tienen ninguna transición pendiente.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 4/9/12