Jon Juaristi-ABC
- La decencia parlamentaria ha muerto, y la han matado entre todos, como debe ser
El último preso de ETA al que se aplicó la amnistía en la Transición fue Francisco Aldanondo Badiola, que salió de la cárcel el 8 de diciembre de 1977. Volvió a las andadas y murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil dos años después, el 17 de octubre de 1979. Acababa de cumplir 30 años. Los etarras que serán próximamente excarcelados en virtud de los trucos sanchistas y de la vagancia de la oposición podrán quizá cometer delitos mayores o menores, pero seguro que no lo harán desde una ETA como la de Aldanondo. La única ETA actual es Bildu, partido coaligado con el PSOE, al que impone sus propias normas para el desarme policial. Además, las estrellas del terrorismo que volverán a casa en los meses próximos rebasan con mucho la treintena: Txapote cuenta 58 tacos; Anboto, 63, y así la mayoría. Lo que puedan hacer cuando queden libres, la verdad sea dicha, no me preocupa demasiado. Arrastrarán lo que les quede de sus miserables vidas por las ‘herrikotabernas’ reconvertidas en clubs para jubiletas (y, dentro de nada, en ‘casas del pueblo’). Entiendo el asco y la ira que el último timo del Perico Saunas ha despertado en las asociaciones de víctimas, pero temo que ya no tiene remedio. Tampoco lo tiene la pifia del PP y Vox, incluso si se produjera, que mucho lo dudo, la dimisión o destitución de algún chivo expiatorio en sus filas.
Pero no vendría mal que, de una purulenta vez, la oposición tomara conciencia de que cualquier acuerdo parlamentario con el Gobierno, por mínimo que sea, constituye un acto criminal de colaboracionismo. El PSOE se ha convertido en un partido abertzale, indepe y antisemita (corrupto lo ha sido siempre). Incluso la disidencia que a veces parece brotarle como una almorrana desnutrida suele ser de una ruindad moral que espanta. Véase el último caso, el del Tudanca gimiendo como un perro lapidado tras la jugada del ‘Puto Amo’ para birlarle las primarias en Castilla-León, pero enseñando los dientes solo al Cerdán (el Luca Brasi de Sánchez, sí, pero tan ‘Puto Esclavo’ de este como el mismísimo Barón de Bidet, o sea, Tudanca). Habrá quien se queje de que abuso de símiles caninos cuando me refiero a los y las socialistas. A los hechos me remito: mientras Tudanca soltaba el moco frente a las cámaras, su segunda, a su lado, hacía ostentación del pin de ‘Perra Sanx’. Sumisión perruna, qué más quieres.
Exagero, no todos los socialistas son así: Borrell, por ejemplo, ha matizado su llamamiento a no vender armas a Israel, porque no es antisemita y cree que Israel tiene derecho a defenderse. Consiente pues en que le vendan armas defensivas. Supongo que sueña con colocarle las pelotas de goma que le van a sobrar a Marlaska gracias a la coalición PSOE-Bildu (Eskoria Batua). Pero, qué leches, menos da Albañares, titular de Exteriores de Puchi.