La pelota cambia de tejado. Y es ahora el PP el que puede elegir lo mejor para ellos. Y para España. Y tiene todo el derecho a hacerlo. ¿Negociar un pacto de abstención o terceras elecciones? El PSOE debate ya su decisión: en caso de abstenerse, gana tiempo y sentido de Estado, pero termina de incendiar su casa. Si se mantiene en el no a Rajoy, apacigua algo los ánimos –no mucho–, pero va a unas elecciones en las que puede perder hasta la sede. Literalmente.
Pero no es sólo el PSOE quien tiene derecho a abrir ese debate. También los demás. Y, en especial, el PP.
El PSOE se ha metido él solo en su crisis. Ha sido él quien ha conculcado sus planteamientos de base al aliarse con populistas, comunistas e independentistas. Ha sido él quien ha regalado gobiernos a Podemos y pactado con CUP, ERC, Compromís, Més o, incluso, permitido la entrada de Bildu con Podemos y Geroa Bai en el Ejecutivo navarro. Ha sido él quien ha practicado todo tipo de Tinelles hasta quedar atrapado en su propia radicalidad. Y, por eso, y porque todos los partidos tienen el derecho a buscar las opciones de gobernabilidad que más satisfagan a sus votantes y sus programas, el PP tiene derecho a plantearse si le conviene más ir a nuevas elecciones y conseguir una gobernabilidad tranquila y acorde a la mayoría de españoles.
El 20-D se paró la actividad política en España. Posiblemente incluso antes: desde el 24-M de 2015 poca actividad y decisión se ha adoptado que no haya sido puramente electoralista. Un frenazo doloroso y caro que bombardea nuestro crecimiento, gestión e imagen. Cierto. Pero también que después de semejante bloqueo, más nos vale cerrar el episodio con una gobernabilidad ágil y decidida porque, en caso contrario, resultará imposible recuperar el tiempo perdido. ¿Y se logrará esa operatividad con un Legislativo formado por 137 diputados del PP y, atención, 32 escaños de Ciudadanos –que querrá justificar su hueco convirtiéndose en oposición pura y dura–; uno de Coalición Canaria –que reivindicará su papel a costa de gasto público–; cinco de PNV –que pondrá muy caro precio ideológico y competencial a su cesión–; y los que se necesiten del PSOE en abstención o con un hipotético sí, cuyo valor político será superior a todos los anteriores?
Este debate no será admitido oficialmente por el PP, porque estratégicamente debe mostrarse dialogante. Pero, fuera de formalismos, tendrá todo el derecho a reivindicar su postura y la de sus votantes. Porque son mayoría, moderada y constitucional, y lo pueden ser aún más.