Isabel San Sebastián-ABC

  • El socialismo representado por Felipe González está muerto y enterrado, por no decir que fue un espejismo

En este arranque de nuevo año, las encuestas electorales coinciden en señalar dos únicos escenarios realistas en los cuales el PP desempeña un papel central… y nunca mejor dicho. Hundido en la irrelevancia Ciudadanos, mermadas las fuerzas de los partidos integrantes del Gobierno hasta el punto de hacer prácticamente imposible la reedición de Frankenstein (¡gracias a Dios!), solo quedan dos coaliciones posibles en términos aritméticos. La conformada por PP, Vox y acaso algún aliado menor, o bien la Grosse Koalition, inédita en nuestra historia. Esto, en el supuesto de que los populares se alzaran con la victoria. En caso contrario, el PSOE vencedor querría lógicamente hacerse con la Presidencia y su socio de la gaviota tendría que votar la investidura de Sánchez, lo que supondría no solo una traición imperdonable a sus bases, sino un suicidio. Si las siglas del puño y la rosa ganaran, pero los colores azul y verde unidos consiguieran una mayoría absoluta, las opciones de un Casado aspirante a sobrevivir se reducirían a una: entenderse con Abascal para formar un Ejecutivo, negociando unas condiciones acordes con los escaños de cada cual.

Supongamos no obstante que, como auguran todos los sondeos serios, el partido más votado fuera el PP y su candidato, que a estas alturas no puede ser otro que su actual líder, estuviera en condiciones de elegir pareja de baile. ¿A quién escogería? Los comicios autonómicos de Andalucía y Castilla y León nos darán pistas, aunque desde el punto de vista internacional un gobierno regional nada tiene que ver con el de una nación tan importante como España. ¿Por qué subrayo este matiz? Porque a buen seguro nuestros socios europeos verían con mejores ojos un pacto PP-PSOE que un acuerdo con un grupo que allí se percibe como escorado hacia la extrema derecha, siempre que los socialistas volvieran a lo que fueron, enviaran a Sánchez a su casa (o a un exilio dorado en algún pesebre público) y renegaran de su amistad con comunistas, independentistas, sediciosos y proterroristas, cuya consideración en Bruselas es incluso peor. ¿Estaría en condiciones el PSOE de llevar a cabo esa mutación? ¿Queda en él algo de sensatez tras el paso por la calle Ferraz de Zapatero y su discípulo? Lo dudo. En mi humilde opinión, el socialismo representado por Felipe González está muerto y enterrado, por no decir que fue un espejismo. Lo cual nos devuelve a la opción preferida por una abrumadora mayoría de electores de centroderecha: la alianza PP-Vox, previa aceptación por parte de los verdes de que la pertenencia a la UE es un privilegio irrenunciable (esto es, el abandono de cualquier eurofobia), condición indispensable no solo para recibir su ayuda, sino porque así lo exige la política del siglo XXI.

Sea cual sea el desenlace, implicará sacrificios. Quien logre acertar en la fijación de sus líneas rojas será probablemente el ganador a largo plazo.