PP y Ciudadanos: un matrimonio mutuamente conveniente (por el momento)

 

Isisdoro Tapia-El Confidencial

El enlace entre PP y Cs es más el fruto de la conveniencia que del amor, de razones coyunturales más que estratégicas (sin la sombra de Vox o del Gobierno de coalición, nunca sería posible)

Como las elecciones vascas y gallegas se celebran en el entretiempo político, pudiera pensarse que su importancia política es de segundo orden, una especie de ‘midterm’ a la española, o mejor dicho, un ‘early term’, al estar situadas el principio del ciclo electoral, suponiendo, claro está, que la legislatura tuviese una duración de cuatro años, algo que últimamente nunca ha ocurrido.

No es este el caso. En la anterior convocatoria de las elecciones vascas y gallegas, en septiembre de 2016, en la que también coincidieron ambas citas electorales (también entonces poco tiempo después de las elecciones generales, celebradas en el mes de junio), se desencadenó una tormenta política huracanada: después del mediocre resultado socialista en ambos comicios, Pedro Sánchez (entonces en su primera etapa al frente del Partido Socialista) se defendió atacando: convocó un congreso interno exprés, con el objetivo de reforzar su posición interna, abiertamente contraria a abstenerse en la investidura de Rajoy, y solo calladamente favorable a explorar una ‘coalición Frankenstein’, que acabaría viendo la luz casi tres años después. La carnicería del comité federal socialista, la abstención de la gestora en la investidura de Rajoy, las primarias socialistas y la victoria del propio Sánchez sobre Susana Díaz. Con todo lo que ha llovido desde entonces, casi parece que hablamos del Pleistoceno político. Y solo fue anteayer.

A la vista de esta experiencia reciente, no deberíamos minusvalorar el potencial efecto de la próxima doble cita electoral en el panorama político, sobre todo porque el equilibrio actual de nuestras aguas políticas es tan inestable que cualquier brisa marina puede acabar convirtiéndose en un gigantesco tsunami.

La nueva cita con las urnas (a las autonómicas gallegas y vascas se une la sombra de las catalanas en el horizonte) viene con dos grandes interrogantes políticos. Uno, que ha centrado la atención hasta ahora, es la configuración del espacio político de la derecha. El segundo, más en sordina, es el nuevo equilibrio político en la izquierda, tras la formación del Gobierno de coalición entre socialistas y morados. Analicemos aquí el primero de ellos (el segundo merece un artículo aparte).

No se puede escudriñar la posibilidad de una coalición entre PP y Ciudadanos sin ponerla en el contexto del resultado de los naranjas en las pasadas elecciones generales, que los situó al borde del colapso. Ciudadanos no tiene representación ni en el Parlamento gallego ni en el vasco. Desde esta óptica, incluso un resultado todavía peor sería digerible para los naranjas, ya que no supondría un retroceso en poder ni en representación con respecto a la situación actual. Lo que Ciudadanos no puede permitirse, en cambio, no es desaparecer de estos dos parlamentos autonómicos (donde, repito, no está) sino hacerlo del debate político nacional. Y en ese sentido la propuesta de Inés Arrimadas ha sido una jugada favorable para los naranjas, gracias a la repercusión cosechada durante las últimas semanas.

Para el PP, en cambio, el cálculo es más complejo. A nivel nacional, seguramente les interesa mantener con vida a Ciudadanos, no solo porque de esta forma mantiene dentro del radar el espacio del centro político (seguramente, el único terreno semiabandonado en el por lo demás superpoblado espectro político actual), sino también porque de esta forma evita una confrontación frontal con Vox. Es decir, es cierto que el PP vivía infinitamente mejor como único pez en el tanque de la derecha. Pero una vez que el espacio político se ha roto en varios pedazos, le interesa más que haya tres peces en lugar de dos. Al menos, hasta que consiga darle la vuelta a la tendencia al alza de Vox, cada vez más cerca del cogote de los populares.

Es en estas coordenadas donde debe entenderse la disposición mostrada por Pablo Casado al acuerdo (venciendo las resistencias de Feijóo al mismo, para quien las ventajas materiales del acuerdo eran prácticamente insignificantes). Para Casado, que Ciudadanos siga con vida tiene un valor triple: da estabilidad a los gobiernos regionales en los que ambos colaboran (incluidas las joyas de la corona del poder territorial popular, Andalucía, Madrid y Castilla y León); en segundo lugar, le permite mantener un perfil institucional, de colaboración con otros partidos, compensando así su negativa a alcanzar acuerdos con el Gobierno de Sánchez. Es de alguna forma como plantar una semilla en el centro político, por si este espacio crece y germina en los próximos meses. Y finalmente, como decía, es un dique de contención contra el asalto de Vox. Tres peces en la pecera se dedican a perseguirse unos a otros. Cuando solo hay dos, su destino es devorarse.

¿Y para Ciudadanos? El acuerdo también tiene ventajas destacadas: en primer lugar, la ya apuntada, supone el primer tanto de Inés Arrimadas, de quien partió la iniciativa, en su liderazgo ‘in péctore’ al frente de la formación naranja. Teniendo en cuenta que Ciudadanos no tiene representación ni en Galicia ni en el País Vasco, y que las encuestas tampoco lo auguraban, es un triunfo incontestable haber copado tantas horas del debate político durante las últimas semanas, y asegurarse un espacio en ambas autonomías, aunque sea bajo el paraguas de los populares.

Para Ciudadanos, es mucho más ventajoso negociar una coalición electoral antes de que eventuales derrotas debiliten más su posición negociadora

Para Ciudadanos, además, el acuerdo tiene un valor estratégico de cara a las catalanas: si se reproduce allí la fórmula de colaboración (sería difícilmente justificable que no se reeditase en Cataluña, donde las circunstancias políticas son objetivamente excepcionales), Ciudadanos logrará amortiguar la caída que prevén las encuestas en la comunidad donde logró su mejor resultado electoral, tras la victoria de Inés Arrimadas en diciembre de 2017. Además, permite a Ciudadanos negociar esta coalición electoral desde una posición de mucha más fuerza: la que les otorga su actual posición como principal grupo en el Parlamento catalán, lo que se traducirá en una ventaja importante en el reparto de puestos en las listas. Como se dice en el lenguaje bursátil, “compra con el rumor, vende con la noticia”.

Para Ciudadanos, es mucho más ventajoso negociar una coalición electoral antes de que eventuales derrotas debiliten más su posición negociadora. La experiencia de UPyD en las elecciones europeas de 2014 (cuando se resistió a acudir en coalición precisamente con Ciudadanos) es un precedente demasiado cercano para no tenerlo en cuenta.

¿Y cuáles son los riesgos de este acuerdo? Existen también en los dos lados. Para el PP, renunciar a dar el tiro de gracia a un rival político es un ejercicio de magnanimidad que hubiese hecho arquear las cejas al mismo Maquiavelo. La política estos días se mueve a velocidad de vértigo, y dejar con vida a un formidable rival político como Inés Arrimadas es una decisión que Casado puede lamentar profundamente en uno o dos años.

Dejar con vida a un formidable rival político como Inés Arrimadas es una decisión que Casado puede lamentar profundamente en uno o dos años

Entre los riesgos de esta fórmula para Ciudadanos, es obvio que la coalición electoral con el PP es solo una solución provisional, que se puede justificar por su debilidad actual, y las circunstancias particulares de Galicia y el País Vasco (donde el peso electoral de Ciudadanos es mínimo) y eventualmente de Cataluña (donde lo es el del PP). Pero trasladar esta misma fórmula de forma generalizada a otros territorios o incluso a nivel nacional no puede constituir una estrategia política en el medio plazo. Las coaliciones electorales son difícilmente reversibles y, a ojos de los ciudadanos, terminan asemejando los proyectos políticos hasta hacerlos indistinguibles.

En Ciudadanos, además, la coincidencia en el tiempo de la decisión sobre la confluencia con el PP con el proceso de renovación interna de su dirección ha abierto una vía de agua a la candidatura de Inés Arrimadas, presa de la crítica de la corriente crítica ante una decisión cuyas consecuencias exceden el ámbito propio de una comisión gestora (aunque, por otro lado, el tiempo político tampoco tiene por qué coincidir con el interno de las organizaciones).

El enlace entre PP y Cs es un matrimonio, además, que no puede sostenerse sobre la igualdad de los contrayentes, sino sobre la primacía de uno de ellos

En definitiva, el enlace entre PP y Ciudadanos es más el fruto de la conveniencia que del amor, de razones coyunturales más que estratégicas (sin la sombra de Vox o del Gobierno de coalición, nunca sería posible); un matrimonio, además, que no puede sostenerse sobre la igualdad de los contrayentes, sino sobre la primacía de uno de ellos. Razones todas ellas para aventurar que será una unión de corto recorrido. Algo que, seguramente, saben mejor que nadie los propios novios, conscientes de estar celebrando un matrimonio de conveniencia mientras se encaminan al altar.