EL MUNDO – 06/02/16
· Iglesias no negociará con el líder socialista mientras éste mantenga contactos con C’s. Rajoy le acusa de flirtear con el independentismo y poner en riesgo el pacto constitucional.
· Sánchez se sentará con el PNV, IU, Compromís y Rivera. Éste hace un gesto de acercamiento a los socialistas al eliminar de sus exigencias la implantación de un contrato laboral único.
Pablo Iglesias asegura que Podemos no irá «ni a la vuelta de la esquina» con el PP. Mariano Rajoy tacha de «radical» y «peligrosa» a la formación morada. Y sin embargo, caprichos del destino, los dos partidos opuestos, con estrategias divergentes, finalmente coinciden en un punto, aquel desde el que aíslan, sometiéndolo a una suerte de pinza, al líder del PSOE, Pedro Sánchez.
Si Iglesias se empeñó ayer en cegar todas las vías de acuerdo que intenta explorar el candidato a la investidura y sólo le dejó abierta su propia puerta –una coalición entre ambos repartiéndose a medias las carteras–, Rajoy aprovechó para, desde el Consejo de Ministros, lanzar una andanada en toda regla contra el aspirante, a fin de torpedearle también por el flanco derecho.Podemos y el PP parecen apuntar ya a un mismo objetivo: la celebración de nuevas elecciones.
Podemos vendiendo su apoyo tan caro que, de hecho, lo convierte en inasequible para el líder del PSOE, y el PP enfrentándole a sus debilidades internas, exponiendo sus contradicciones políticas y presentándole como un riesgo cierto para el propio pacto constitucional que preserva la unidad de la nación. De esta manera están aislando estas dos fuerzas políticas a Sánchez y acercando a España a unas nuevas elecciones.
Pero, además, hay otro punto en común entre PP y Podemos. Ambas fuerzas quieren acelerar los plazos para el debate de investidura y reclaman que se celebre cuanto antes. Los populares han llegado a pedir que la fecha sea el 22 de febrero, algo que Podemos aún no respalda con nitidez para no exhibirse alineado con Mariano Rajoy.
El líder de la formación morada, con quien Pedro Sánchez mantuvo ayer un primer encuentro «cordial», dejó claro que mientras el socialista tenga abierto un canal con el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, ni siquiera podrá sentarse a dialogar con él. Iglesias, de hecho, no ha nombrado aún un equipo negociador a la espera de que Sánchez renuncie definitivamente a explorar acuerdo alguno con Ciudadanos.
En una estrategia transparente, pero a la vez arriesgada, Iglesias se autoexcluye de las negociaciones. Su planteamiento es que con C’s y Podemos no se puede hablar al mismo tiempo porque cada uno propone proyectos antitéticos. Y esto es fundamental porque lo que se pretende decidir en esta fase no es una ley o una medida concreta, sino todo un plan definido para gobernar.
Por todo ello, Pablo Iglesias urgió ayer al líder socialista a que «recapacite» y elija «ya» entre pactar con Rivera –y «en diferido con el PP»– o aceptar su oferta.
Eso implicará en la práctica que la formación morada no acudirá a ninguna reunión durante la próxima semana, aun a riesgo de quedar ciertamente disminuida en su órdago, ya que dos de los partidos imprescindibles para su propuesta de Gobierno –IU y Compromís– sí mantendrán sendos encuentros con el PSOE.
«En cuanto diga ‘estoy por un Gobierno de progreso’ tendremos los equipos preparados. Antes, nosotros no vamos a negociar un Gobierno con las derechas», zanjó Iglesias. Este reto es la última medida de presión para que Sánchez se doblegue a su oferta de un Gobierno conjunto en el que él sea vicepresidente. Y no le da ya ningún margen. Cualquier fórmula mixta, incluya o no a Ciudadanos en el hipotético Ejecutivo, o cualquier programa de gobierno distinto, se estrellará contra el muro de su voto en contra. Lo que, a la hora de la verdad, será el detonante de la convocatoria de unas nuevas elecciones: la aritmética parlamentaria señala claramente que sin la complicidad de Podemos –con voto a favor o abstención– no hay ninguna posibilidad de formar Gobierno alternativo al PP.
Esa necesidad de Sánchez es una fortaleza para Podemos. Iglesias, no obstante, afirma albergar todavía esperanzas de que la situación acabe dando un giro porque, según dijo, tras su cita de ayer con Sánchez sacó la «impresión» de que éste «prefiere trabajar» con Podemos e Izquierda Unida.
Para vencer las reticencias sobre la sinceridad de la propuesta de Podemos y desterrar la etiqueta de oferta trampa–según las últimas encuestas, en principio sería el partido más beneficiado en unas nuevas elecciones–, Iglesias prometió que sería un vicepresidente «leal» y que estaría dispuesto a «defender» a Sánchez desde ese puesto como un socio fiable.
Rajoy, mientras tanto, desde su burbuja de Moncloa, lanza la artillería calculada milimétricamente. El jueves, en una intervención ante su grupo parlamentario, alertó del peligro que para la recuperación económica tendría un Gobierno de izquierdas que aunara a PSOE, Podemos e IU con el apoyo tácito o expreso de fuerzas independentistas; y ayer, por boca de la vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, arremetió contra la tentación, en su opinión evidente, del candidato socialista a la Presidencia de flirtear con partidos secesionistas buscando un «apoyo, abstención o ausencia» que le facilite la investidura.
Eso sería, explicó Santamaría, «otra gran debilidad» de su Gobierno, puesto que implicaría romper la unidad del bloque constitucionalista. La vicepresidenta abundó en esta cuestión, recalcando que Sánchez no puede «exigir» ahora a Rajoy que le consulte las iniciativas que está poniendo en marcha ante el Tribunal Constitucional para frenar los pasos de la nueva Generalitat hacia la independencia, porque hasta la fecha nunca ha mostrado «ningún interés» por las mismas.
Más aún, la vicepresidenta señaló que el socialista sólo ha prestado atención a un asunto que se está desarrollando desde hace tres semanas cuando ha tenido noticias de que Rivera sí se puso en contacto el jueves con Rajoy para recabar información sobre el mismo.
Santamaría recordó, además, la polémica decisión que adoptó Sánchez al prestar senadores a ERC y Democràcia i Llibertat para que pudieran constituir sendos grupos parlamentarios en la Cámara Alta.
«Dice que va a la investidura y tiene 90 escaños, y Rajoy tiene 123 en el Congreso y mayoría absoluta en el Senado. ¿Por qué no le preguntó si consideraba oportuno que, en un proceso de declaración de independencia, era bueno o malo dar más fortaleza a los grupos parlamentarios que promueven la secesión?», argumentó la número dos del Ejecutivo, metiendo el dedo en la llaga de la falta de «coherencia» de sus actuaciones políticas.
EL MUNDO – 06/02/16