Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • El asunto central de debate es si Feijóo, muy probable ganador de los próximos comicios legislativos, formará o no gobierno con su combativa escisión

La relación entre el PP y Vox, que ha vuelto a ser objeto de numerosos análisis y comentarios tras el Congreso Nacional del primero, recuerda inevitablemente la desesperada disyuntiva de la copla, atribuida en ocasiones erróneamente a Antonio Machado, que se lamenta de que “ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero”. En efecto, la aparición de un nuevo partido en el ámbito conservador hace ya once años provocada por la etapa de pasiva indolencia y debilidad frente a la izquierda y los separatistas de Mariano Rajoy y su oficial mayor Soraya Sáenz de Santamaría, trastornó el panorama electoral e introdujo un serio problema para la formación hasta entonces hegemónica en el espacio de la derecha.

Desde que Vox adquirió relevancia ganando significativas cotas de poder en los niveles local, autonómico y nacional, en la planta séptima de Génova 13 no acaban de encontrar la estrategia adecuada para manejar a tan incómodo vecino. Además, se da la circunstancia de que, a diferencia de Ciudadanos, que brilló como una estrella fugaz para desvanecerse en la oscuridad, la fuerza presidida por Santiago Abascal, hoy aliada de figuras tan polémicas como Víctor Orban, Marine Le Pen, Gert Wilders y Donald Trump, ha llegado para quedarse y actualmente, tras un notable descenso en las elecciones generales de 2023, las encuestas vuelven a serle favorables pese al crecimiento paralelo del PP. La posición moderada -sus críticos situados a su diestra dirían que pusilánime- de los populares en temas como la inmigración irregular, la ideología woke, la Agenda 2030, las ineficiencias y disfunciones de nuestro modelo territorial y la descarbonización acelerada de la industria y el transporte, dejan un amplio margen a Vox para obtener el respaldo de entre un 12 y un 15% de votantes.

El PP ha de negociar tras las bambalinas con anticipación aquellas medidas y reformas que Vox considere suficientes para o bien apoyar la investidura de Feijóo o abstenerse permitiéndola según resulte el reparto de escaños

En la utilización de las alianzas por parte de unos y otros, el PSOE ha conseguido imponer un clima de opinión en el que asociarse con golpistas, comunistas y herederos de ETA es progresista y llegar a acuerdos con Vox es anatema y pecado mortal. Este desequilibrio escandaloso acompleja al PP y le hace moverse en el terreno de su interacción con Vox con una mezcla de vacilación y falta de claridad. En la coyuntura presente, el asunto central de debate es si Feijóo, muy probable ganador de los próximos comicios legislativos, formará o no gobierno con su combativa escisión. El compromiso del PP, validado en su reciente asamblea general, es gobernar en solitario sin ministros de otro grupo parlamentario. Aquí el interrogante objeto de apasionadas discusiones es si Feijóo cumplirá su palabra o hará, como el desaprensivo Sánchez, de la necesidad virtud.

RAZONABLES Y FLEXIBLES

En buena medida, esta polémica es inútil. Como en tantas cosas, aquello que se prepara bien suele salir bien y lo que se intenta resolver sin la debida acción previa, tiene muchas probabilidades de fracasar. En el caso que nos ocupa, la solución es sencilla. A Vox no le atrae demasiado desempeñar dos o tres carteras,-seguramente poco relevantes- en un Ejecutivo dominado por el PP. Es sabido que en los gobiernos de coalición la fracción minoritaria suele salir malparada porque los éxitos se los apunta el dominante y los fallos se comparten. Por consiguiente,, el PP ha de negociar tras las bambalinas con anticipación aquellas medidas y reformas que Vox considere suficientes para o bien apoyar la investidura de Feijóo o abstenerse permitiéndola según resulte el reparto de escaños. En estas conversaciones ambos han de ser razonables y flexibles, es decir, inteligentes. A partir de que este pacto quede cerrado en la más absoluta discreción, que ambos defiendan sus respectivos proyectos, marquen sus diferencias y movilicen al máximo a sus caladeros electorales, el PP intentando captar, además de a su clientela habitual, a socialdemócratas sensatos hartos de Sánchez y sus vilezas y Vox apuntando a los católicos practicantes, los nacionalistas españoles intensamente unionistas y los desencantados con el tinglado autonómico.

Una maniobra de esta naturaleza responde a la lógica impuesta por el presente panorama político y constituye la vía más indicada para acabar por fin con un período nefasto de nuestra historia contemporánea que está poniendo en peligro la existencia misma de España como Nación, arrastrándonos a la irrelevancia en el plano internacional, forjando nuestra ruina material y degradando hasta cotas alarmantes nuestro nivel moral como sociedad.

En vez de la melancólica fórmula “ni contigo ni sin ti”, la adecuada para ser aplicada en el espinoso campo de los amores/desamores entre PP y Vox es la aparentemente contradictoria “contigo, pero sin ti”. Requiere desde luego mucha habilidad y por eso sería la ganadora.