Si se trataba de subrayar la modestia personal, habría sido mejor una opción civil. Obrero, por ejemplo. «Obrero de la construcción nacional», mira tú qué bien. Parece mentira, además, que nacionalistas acérrimos incurran en el riesgo de denominarse soldados de Cataluña, teniendo en cuenta la misteriosa canción: «Quisiera ser tan alto como la luna/ Para ver los soldados de Cataluña». Los hechos donde se enroscan los versos no están claros. Pero hay escasas posibilidades de que tales soldados no sirvieran al Rey de España.
El soldado Homs padece una desasosegante contradicción. Se ha señalado a menudo la que afrontó el Estado español cuando el presidente del Gobierno llamó simulacro al 9-N para que luego el fiscal del Estado se querellara contra sus promotores. Pero algo menos se menciona la contradicción nacionalista de inspirar ante las masas y espirar ante el juez. Al soldado Homs le aprietan especialmente las costuras de esta contradicción. Y de sus trajes, por cierto. Destinado a una vida funcionaria, se ve hoy, y en vida, ante el juez Supremo. ¡Cómo aceptar que todo ha sido un simulacro!
La verdad sobre el caso Savolta, la primera y gran novela de Eduardo Mendoza, iba a llamarse Los soldados de Cataluña en homenaje a la canción infantil. Los soldados de Mendoza eran los pistoleros y anarquistas que se enfrentaron en las calles de Barcelona a principios del siglo XX. Por debajo de la inofensiva apariencia de la canción circulaba una verdad desagradable, la auténtica verdad del caso. Y es que Cataluña, al igual que cualquier sitio, se había construido a tiros. Como el mismo escritor dice, luego vienen los curas y los pedagogos a dar sermones; pero primero están los tiros.
Le corresponde precisar al soldado Homs hasta qué punto pretende hacer literatura.