Carlos Martínez Gorriarán, carlosmartinezgorriaran.net, 4/10/11
Este mismo año han tenido en Francia un animado debate nacional, con eco en muchos países, sobre un proyectado homenaje oficial a L.F. Céline que acabó por ser suspendido. Nadie duda de la grandeza literaria de Céline –aunque su estilo pueda atragantársele a muchos-, pero tampoco de su feroz antisemitismo y su colaboración con los nazis durante la ocupación de Francia. Por colaboracionista fue juzgado tras la liberación y condenado (e indultado en 1951), aunque sus libros hayan seguido siendo estudiados, comentados, vendidos y elogiados en Francia. Como pasa siempre en estos casos, hay allí y en el resto del mundo quien separa radicalmente el Céline escritor del ideólogo antisemita, y quien se niega a hacer una distinción que, comparto el punto de vista, no deja de ser puramente arbitraria. Como si quisiéramos salvar al Hitler pintor –no eran tan malo- del genocida, separando la personalidad en fracciones que son puramente ficticias, pues éticamente es la totalidad del sujeto, y no una parte de su actividad, la que es íntegramente responsable de sus acciones: un genocida es un ser despreciable por mucho que pinte acuarelas primorosas y, salvo del mal, no debe ser puesto como ejemplo de nada a nadie. En el caso de Céline este es el criterio que se impuso en Francia y el homenaje nacional fue suspendido: la República no le debe ningún tributo de admiración pública.
Aquí supimos ayer, en cambio, de la concesión a Joseba Sarrionaindia del Premio Euskadi de las Letras. Sarrionandia es un terrorista de ETA fugado tras una fuga novelesca de la cárcel de Martutene, paradójicamente en un bafle del grupo musical de Imanol Larzabal, un músico vasco que se prestó a colaborar aunque luego fuera él mismo otra víctima de ETA cuando rompió públicamente con la banda tras el asesinato de Yoyes y condenar el terrorismo; se volvió, a su vez, el objeto de un campaña de feroz boicot y persecución que le llevó a morir triste y prematuramente lejos de su casa. No creo que Sarrionandia escribiera ni un mal verso por la muerte en el exilio interior de su equivocado benefactor, pero es lo que tienen los terroristas: deben hacerse temer negando radicalmente la criminalidad de sus crímenes y amenazando o matando al que se los reproche. Exigiendo en cambio premios que, como en este caso, obtienen.
Sarriondia también es, dicen, un escritor competente. No lo sé y me da igual. Sí, en cambio, que es un terrorista competente y comprometido con la causa del exterminio de los críticos de su causa criminal. Pero como escribe versos ha sido siempre presentado como un ejemplo de que no todos los etarras son tan malos; más aún, de que en ellos late una pulsión poética redentora que alimenta un alma bella y elevada. Una banda de “rock radical” llamada Kortatu popularizó al infame con una canción pegadiza y verbenera, “Sarri-sarri”, que celebraba su fuga en voces de adolescentes borrachos y, de antemano, los nuevos asesinatos y violencias a la que ésta pudiera auxiliar. En esta variedad cobarde y cretina del dualismo alma-cuerpo, convertida en tienen buena intención-son un poco brutos, todos los etarras que llegan a la lágrima viendo ondear la ikurriña y repicar la chalaparta están de antemano absueltos y elevados al Olimpo de los poetas. Allí se encontrarán con otros poetas de la cobardía moral y de la masacre política, quizás no tan malos como ellos.
Con todos estos méritos no es de extrañar que Sarrionandia se haya convertido en héroe admirable tanto de la gentuza proetarra como de los partidarios de una Paz, a la neofranquista, “sin vencedores ni vencidos”. Uno de ellos, el actual lehendakari socialista Patxi López, incluyó una cita en euskera de Sarrionandia en su discurso de toma de posesión. Salvando las distancias es como si Mitterrand se hubiera esponjado de gálica emoción citando a Céline como una de las glorias de Francia en su ingreso al Elíseo. Por la razón contraria a la de los socialistas franceses para evitar cuidadosamente la mancha del antisemitismo y el nazismo vergonzosamente vinculados para siempre al autor de Voyage au bout de la nuit, los socialistas vascos y españoles, y sus socios bienpensantes del mester de progresía y el nacionalismo, buscan en cambio la complicidad y el contacto con los “célines” euskaros. Porque se trata de ser aceptados en la Casa del Padre, y eso conlleva un peaje: admitir su dominio exclusivo de la finca.
Premiar a un etarra fugitivo porque escribe cosas, y eso es lo que ha ocurrido, forma parte de la estrategia de reescritura del “conflicto vasco”: los etarras tenían razones que la razón no comprende porque eran de la víscera. Los cagatintas patrióticos están emocionados con su nuevo papel tutelar de la razón de fondo de la sinrazón totalitaria, certificada ayer con un premio público. No un gran premio literario aunque bien dotado, ciertamente (el Jurado suele valorar la “facilidad para la lectura” de las obras premiadas): el año pasado se lo dieron, también en Ensayo (¡el género de la argumentación pública de las buenas razones!), a un dietario que tenía tanto de ensayo como un paraguas de paracaídas, pero claro, también era obra de un letraferit navarro y pronacionalista, que es lo que se debe ser en Euskadi y colonias anexas si se espera algo más que agresiones o ninguneo. Bueno, qué quieren que les diga: a mí el premiado y los premiadores me parecen chusma. Pueden, como la mayoría de los vascos y las vascas, seguir ciegos en su empeño por cerrar en fals, suturada con mentiras poéticas, la herida patriótica del terrorismo que ellos consintieron y otros padecimos. Será su pútrido cuerpo político, no el nuestro, el que reventará gangrenado.
Y les digo algo más: yo puedo defenderme escribiendo y con la famosa catarsis que produce (a veces) pero, ¿nos imaginamos cómo deben sentirse las víctimas a las que se pide generosidad, amnesia e invisibilidad mientras sus verdugos, como Sarrionandia, reciben homenajes y premios mientras siguen fugados y predicando la bondad del asesinato político?
Carlos Martínez Gorriarán, carlosmartinezgorriaran.net, 4/10/11