Kepa Aulestia-El Correo
La llamada a la renovación del PNV realizada por su presidente, Andoni Ortuzar, en el Alderdi Eguna del último domingo de septiembre, dio paso a la designación extraoficial de los candidatos a encabezar sus órganos territoriales. Trasladando el mensaje de que los cambios estaban ya atados. A continuación han ido apareciendo propuestas alternativas consideradas críticas respecto a las primeras. Coincidiendo con un documento suscrito por antiguos burukides y la circulación de declaraciones y confidencias por parte de personas significadas en la historia reciente de los jeltzales.
Oficialistas y críticos podrían calificarse también de preocupados y descontentos. En los partidos, los denominados ‘críticos’ suelen ser muy habitualmente personas que se han visto apartadas del poder interno o de su representación institucional en años anteriores. De modo que a la oficialidad le resulta fácil restarles crédito. Ocurre además que los críticos esperan a formular una política distinta a la oficial a que ésta última haya sido redactada en forma de ponencia. Sólo que, debido a los procedimientos estatutarios jeltzales y a la cultura dominante en el partido, los descontentos llegan siempre tarde.
Por una parte, no hay forma de que los denominados críticos accedan a estar presentes en los órganos de dirección territorial –Álava, Bizkaia, Gipuzkoa, Navarra y Pays Basque français– porque el sujeto de derecho no es el afiliado ni el compromisario, sino la Asamblea Municipal. Con la única excepción de que, eventualmente, los críticos de Gipuzkoa o de Álava –por poner un ejemplo– pudieran empatizar con los oficialistas de Bizkaia, y viceversa. Aunque la organización confederal del partido tiende a que las relaciones entre territorios sean, a la vez, distantes y respetuosas.
En cuanto a línea política, la excepción se refiere a la concurrencia de un amplio espectro de posiciones y de actitudes en ambos lados del «péndulo patriótico». Preocupados y descontentos que son, al mismo tiempo, desde sabinianos añorantes a herederos escépticos de una tradición familiar. Desde soberanistas enojados porque se le ha dejado terreno a EH Bildu, a pragmáticos que advierten de que la izquierda abertzale se ha venido arriba precisamente cuando ha dejado de insistir en la independencia.
Hasta hace no tanto tiempo el resto de los partidos de Euskadi se definían políticamente en relación al PNV. Ahora el PNV no tiene más remedio que definirse políticamente en relación a cada uno de los demás partidos del arco parlamentario vasco, además de a las candidaturas independientes locales. Especialmente ha de definirse en relación a EH Bildu. Hasta hace no tanto tiempo los jeltzales se debatían entre tratar a la izquierda abertzale como al hijo pródigo de la parábola, o como a un adversario a batir sin miramientos. Hoy, oficialistas y críticos, preocupados y descontentos, saben que al PNV se le ha perdido el respeto. Saben que no es una opción atractiva. Aunque nadie se ha puesto a contar cuántas personas están rehusando hacerse cargo del partido, ni mucho ni poco. El efecto perverso de una renovación al dictado es que sobra gente.