EL MUNDO 10/12/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
El 9-N ha venido a plantear al PP de Cataluña la necesidad de espabilarse y plantear una estrategia alternativa a la que se venía manteniendo desde que el presidente de la Generalidad se nos ha echado al monte y se ha descubierto tan a gusto en las alturas que ni baja de allí por la ley de la gravedad ni, como diría el legendario cabo de la mili, se cae por su propio peso.
Los populares han pensado una nueva estrategia de Estado para abordar el problema catalán. No del Gobierno, ojo, sino del Estado. Han llegado a una conclusión irrefutable: mantener la apariencia de normalidad es un camino que no lleva a ninguna parte. La presencia española no se percibe como algo positivo en Cataluña y considera el partido del Gobierno que la estrategia buena consiste en apelar a la sociedad catalana directamente y con un discurso en positivo, no a través de los filtros que suponen la Generalidad y la Convergència i Unió que la soporta.
Quieren poner a secretarios de Estado y a directores generales a pasear por las comarcas y, con todos los respetos, no sé si acabo de verlo. Madre, dirán los niños catalanes, la comarca se nos está llenando de señores castellanos, con la misma queja que los niños Pujol Ferrusola dirigían a su madre, porque los niños castellanos ocupaban todo el parque y no les dejaban jugar en catalán. Endarrera aquesta gent tan ufana i tan superba?
Una cuestión es qué entendemos por sociedad catalana. ¿El 70% que pasó de la Mas-carada? ¿Los tipos que se dan cita en la final de la Copa del Rey cuando juega el Barça convenientemente provistos de silbatos? ¿Los que abuchearon y pitaron a los Reyes –entonces Príncipes– en mayo de 2013 al asistir a un estreno en el Liceo que año y medio después iba a salvar de la quiebra el Gobierno con una aportación de 4,1 millones de euros?
El PP de Cataluña debería hacer una reflexión sobre su propia experiencia que no he visto por escrito y que está en la yema del asunto. Cuando decidió suscribir el pacto de legislatura con Artur Mas en 2010, apenas consiguió algo más que suspender temporalmente el Pacto del Tinell a cambio de perder apoyo electoral al mismo ritmo que el partido gobernante. Las estrategias apaciguadoras del nacionalismo nunca dan resultados para quienes las establecen. Hay un principio universal de la aerodinámica que convierte en pista de despegue lo que en la idea del apaciguador parecía una pista de aterrizaje.
Todo nacionalista aspira a tener una relación privilegiada con el Estado opresor, controlar las dos partes del embudo. Tal como escribió Juaristi hace ya unos cuantos años, no se trata de que los nacionalistas (él hablaba de los vascos, los que planteaban por entonces el problema) no quieran ser españoles; lo que en realidad pretenden es ser españoles de primera.
Está bien que se propongan organizar una conferencia como la de Mas para Mariano Rajoy y que el Rey vuelva a Barcelona esta misma semana, si se tercia, pero la estrategia de disuasión no va a funcionar mientras el FLA siga proporcionando el maná para ir tirando.