En una película de cine negro dirigida por Phil Karlson en los primeros años 50 Ginger Rogers era una testigo protegida por el FBI. La custodiaban dos agentes en una habitación de hotel, donde había un televisor que era invento reciente. En la tele se veía una orquesta interpretando una pieza. Entonces, ella se acerca y empieza a girar uno de los mandos con lo que la pantalla se va oscureciendo. Y ella dice: “Me encanta la televisión. Basta oscurecer la imagen para que parezca la radio”.
A mí me pareció un magnífico acercamiento a los medios de comunicación, tanto más puros cuanto más aligerados de aspectos que podrían distraer al público, al consumidor de la información. Sin imagen se parece más a la radio y si en la radio sustituímos las voces y los acentos por signos que de manera más aséptica pudieran acercarnos las noticias tanto mejor, miel sobre hojuelas. Esta es, probablemente, la razón de que desde que vi esta película he tenido una mayor debilidad por la palabra escrita en los medios de comunicación. Está exenta de vínculos emocionales y se aproxima más a la abstracción, a las ideas puramente consideradas.
Esta consideración previa viene a cuento de mi ya larga relación con Miguel Ángel Idígoras, un periodista que se inició en este oficio que algunos exagerados consideran profesión casi al mismo tiempo que yo: yo lo hice en 1982, en un periódico de tirada corta y vida breve que se llamó ‘Tribuna vasca’. Él lo hizo un año más tarde y en un medio de campanillas, El Diario Vasco’, donde alternó oficios y cometidos diversos, desde el cierre hasta el reporterismo en unos tiempos que Josémari Calleja definió como ‘los años de plomo’. Una experiencia variada en la que le tocó cubrir no pocos atentados del terrorismo etarra. Yo no tuve una experiencia tan viva. A mí me pasaba como a Mac, el barman de aquella obra maestra de John Ford, ‘Pasión de los fuertes’, a quien le preguntaba Doc Holiday, interpretado por Victor Mature: “Mac, ¿tú has estado enamorado alguna vez?” a lo que el gran Farrell McDowell respondía: “Yo siempre he sido camarero”. Bueno, si alguien me preguntara por algunas circunstancias de mi oficio yo me acogería a una eximente parecida. O por lo menos atenuante: “yo siempre he sido columnista”. Yo no había estudiado periodismo, pero cuando Eduardo Sotillos vino a Bilbao para poner en marcha el periódico citado, yo estaba terminando Ciencias Económicas y un profesor de la facultad con quien yo había tratado de poner en marcha una revista cultural, empeño que no pudo ser porque nos falló la financiación, le habló de mí y de algunas supuestas habilidades mías para la escritura. Sotillos le pidió mi teléfono y me llamó y así empezó la cosa en mi caso.
Pocos años más tarde, en 1989, Miguel Angel fichó por TVE y ahí fue donde yo le conocí. Era un periodista televisivo escueto y riguroso. Decía bien y hacía unas entradas muy pertinentes a sus piezas informativas. Fernando Aramburu, que fue compañero suyo de colegio, se asombró al reconocerlo en la pantalla de televisión: “¡Hombre, Idígoras! Sí, no había duda. Era Idígoras, con su timbre de voz, bien que más grave, con traje y corbata (detalle para mí novedoso) y haciendo gala de una lograda y profesional combinación de facundia, por un lado y de algo que pudiéramos llamar presencia de ánimo, por otro. Supe así, durante una estancia vacacional en mi tierra de origen, que él ejercía entonces de corresponsal de Televisión Española en Londres”.
Así lo recuerdo yo también, aunque no tenía recuerdos infantiles para contrastar como Fernando Aramburu, un escritor muy notable, que ha conseguido hacer algo que no había conseguido nadie antes: llevar a la ficción una historia de la descabellada relación de esta tierra con la violencia terrorista que ha sido la tragedia fundamental de los ciudadanos vascos, asunto que que ha impedido unas normales relaciones de convivencia entre nosotros. ‘Patria’ fue una novela, después convertida en serie de televisión que da cuenta del despropósito medioambiental en el que estamos instalados.
Fueron tres destinos los que tuvo como corresponsal de TVE: Rabat, Londres y naturalmente, Euskadi y estos tres lugares le marcaron una impronta y le convirtieron en un observador muy cualificado de esos tres lugares. Euskadi y el problema con la violencia, Londres y sus problemas de vecindad con E uropa que han tenido en medio el asunto, todavía no resuelto del Brexit. Y sobre Marruecos, que os puedo decir que vosotros no sepáis. A mí, la verdad, lo de Rabat me pone mucho. Ayer mismo, en el debate que mantuvieron el p residente del Gobierno y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el presidente del PP afeó a Sánchez que una semana antes fue interpelado hasta ocho veces por partidos de la oposición y por sus propios socios de Gobierno para que aclarase si la destitución de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya se produjo a petición dl Rey Mohamed VI por su escasamente honroso papel al acoger en territorio español al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, que estaba tratándose de una enfermedad en un hospital de Logroño, sin que al parecer el Gobierno español conociera este extremo ni el que era aún más importante: que Ghali era uno de los enemigos más acabados de Marruecos. Las ocho preguntas sobre el tema que citó Alber to Núñez Feijóo no tuvieron repuesta. Y esta novena tampoco.
No sabían que teníamos a Ghali, enemigo jurado de Marruecos, como tampoco sabían cual etra el contenido del móvil del presidente del Gobierno y el de su mujer y cómo llegó Mohamed a hacerse con sus contenidos, ni cuales eran estos para que el presidente del Gobierno, sin conocimiento, no ya del Congreso de los Diputados, sino ni siquiera de su propio Consejo de Ministros, decidiera dar un giro estratégico tan acusado como el que dio sobre la soberanía del Sáhara.
Esto de los contenidos de los móviles es asunto muy delicado. Muchos de vosotros recordaréis que a una asesora, y quizá algo más de Pablo Iglesias, Dina Bousselham, le robaron el móvil un buen día. La cosa tuvo su escándalo porque en el móvil había fotos íntimas de la antigua alumna de Iglesias. En realidad todo hacía pensar que había más fotos. De otra manera, no se puede pensar que el dueño del grupo Zeta y el director de Interviú le llamaran para ofrecer devolverle el material. ¿Por qué le llamaron a él? Evidentemente porque era la única persona que aparecía en las fotos y que result aba conocida para ellos. Tmbién era sobradamente conocida la afición de Pablo Iglesias a sus alumnas, más allá de los propósitos puramente didácticos.
Un año antes de que Sánchez rindiera el Sáhara ante el rey de Marruecos, Miguel Angel Idígoras daba cuenta de la incesante actitud de Marruecos con España. ‘El chantaje que no cesa’ puso por tíyulo a una pieza im pecable en la que daba cuenta de la permanente oleada de inmigrantes que periódicamente se azuzaba desde allí. Terminaba así:
“El Gobierno ya ha respondido como suele: 30 millones de euros para las arcas marroquíes. Veremos si en Rabat se conforman. Todo apunta a que no. Y veremos igfualmente si la presencia del ejército español disuade a los marroquíes y esta crisis pasa como han pasado otras. De lo contrario, no sería de extrañar que, ante la actual incapacidad diplomática española, el ejecutivo de Sánchez acaba ereconociendo implícita o explícitamente, la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara. No sería el peor error de cuantos ya ha cometido”.
Nunca he creído que los periodistas fuésemos buenos profetas, ni que hacer predicciones fuera una de nuestras habilidades punteras. Pero en este artículo, publicado diez meses antes de aquella fechoría de Pedro Sánchez están las claves de nuestro oficio: reunir la información, los datos y ordenarlos metódica y racionalmente para ofrecer un análisis de la realidad capaz de explicarnos algo que antes no habríamos sabido interpretar.
Así que en esta edición de Editorial Confluencias, ha recogido Miguel Ángel unas docenas de artículos correspondientes a los tres asuntos que comentábamos: la tragedia vasca y sus secuelas bajo el control del nacionalismo que él ha resumido estupendamente en con un ntítulo elocuentre:’Diez años sin ETA. Quedan las miradas’, el Brexit y los efectos del atropelladoiabandono de la Unión Europea por Gran Bretaña y el asunto marroquí, sin descuidar el análisis sobre la España desgobernada por los dictados de Pedro Sánchez. Hay entre sus páginas un artículo titulado una pequeña historia `personal, en el que da cuenta de cómo en el año 2001, él y su mujer decidieron irse a vivir a Marruecos con los cuatro hijos que ya tenían. A mí me ha parecido el artículo que más dice sobre el autor y sobre sus aspiraciones, sus valores y sus creencias.
Yo no quiero abusar más de su tiempo porque yo he venido, como todos vosotros a escuchar a Miguel Angel y ya que estamos en este nivel de confianza voy a poner en juego la pelotao más bien dejarla botando para que el autor haga lo que sabe hacer tan bien: Se trata de que nos haga conocer su versión de este asunto de Marruecos y su poder sobre Pedro Sánchez. Qué había en ese móvil que llegó al poder del Gobierno marroquí. No aspiro a tener todos los detalles, pero sí, al menos a tener una interpretación aproximada del asunto por parte de un observador que es un excelente periodista, de los que le reconfortan a uno en la pertenencia a este gremio en estos tiempos que no solo son mejorables en el campo de la política. A un tipo de esos, en definitiva, de los que honran a uno al poder considerarlo como amigo.