Presentación del libro ‘Los conceptos del soberanismo’, de Manuel Montero

 

Transcripción de las intervenciones durante la presentación del libro ‘Los conceptos del soberanismo. Planteamientos doctrinales del nacionalismo vasco. 1977-2009’, de Manuel Montero, historiador y ex rector de la Universidad del País Vasco, el día 21 de enero de 2010 en Bilbao, en un acto organizado por la Fundación para la Libertad. Intervienen también Ander Landaburu, Eduardo Uriarte y José María Salbidegoitia


Teo Uriarte

Leyendo el trabajo de Manu Montero me he dado cuenta de los abismos a los que nos conducía el nacionalismo, abismos de naturaleza sentimental o romántica. Decían: “somos un pueblo” y además de 7.000 años. Es tal el abismo que provoca esa larga historia que nos deja un poco paralizados, pensando. Ha habido otros pueblos más antiguos, pero eso no sirve en un sistema político moderno para plantear reivindicaciones. Mi conclusión no es sólo que el discurso nacionalista romántico está muy armado, sino que desgraciadamente después de 40 años de dictadura el discurso político racionalista moderno español es muy débil. El discurso nacionalista periférico, no sólo vasco, ha tenido una gran influencia en este contexto. Hace muchos años, un amigo, Mario Onaindia, tenía la obsesión de crear foros de discusión para crear una política moderna, racionalista, liberal, que evitara caer en el surco ideológico que el nacionalismo vasco ha creado tan profundamente. Esta Fundación, además de tener que ir a Bélgica a pasar frío en la próxima semana, con estas actividades quiere crear ese ambiente de encuentro político. Hace dos día estuve en una reunión de asociaciones de víctimas y asociaciones cívicas, promovida por el Grupo Socialista en las JJ. GG. de Gipuzkoa, y me llevé una magnífica sorpresa viendo el tipo de discurso que se ha hecho ya presente en el debate de las cuestiones importantes, racionalista, en favor del Estado de Derecho y de la defensa de los derechos, en especial de las víctimas. Uno se ve gratificado de bastantes años de soledad defendiendo estas cuestiones. El libro de Manu nos ayuda a comprender lo que es el nacionalismo, quizá para ayudarnos a desarrollar el discurso democrático que España y la sociedad civil necesitan. Hay varias personas que van a tratar el tema. Primero, José Mari Salbidegoitia, editor, que dirige una asociación llamada Ciudadanía y Libertad, promotor de la idea. Dentro de unos días presentaremos otras ideas que han dado lugar a otros escritos.


José Mari Salbidegoitia

¿Por qué editamos este libro? Entre nuestras reflexiones, paralelas a las de la Fundación, pensamos que a partir del cambio de Gobierno se cerraba la etapa del soberanismo y empezaba una nueva. Quizá estemos en un momento de transición, nos gustaría. Y querríamos que fuera la del constitucionalismo. Para cerrar etapas hay que hacer una reflexión sobre ello. Hablando con Manu Montero nos pareció una idea excelente ver la evolución desde el año 79 de los conceptos de soberanismo y sobre todo a partir del Pacto de Estella y los diez años de Ibarretxe dando la murga. Así podemos abrir una nueva etapa. El 10 de febrero volveremos a estar aquí con otros dos libros sobre el cambio. Una de nuestras ideas para dinamizar las asociaciones sociales constitucionalistas es el debate sobre el cambio, en qué consiste y con qué ritmos. Necesitamos un cambio no sólo de Gobierno, sino ideológico y civil. Este libro de Manu Montero es de lectura fácil y va de menos a más, acaba muy bien, deja buen sabor de boca. Al hacer un recorrido, tiene coherencia y hace algunos bucles. Lo tendréis en la librería Cámara.


Ander Landaburu

Nunca he sido candidato de EE ni catedrático de Historia así que mis dotes oratorias están limitadas, así que os leeré unos apuntes. Manu se merece el cielo. Para un ateo como yo es muy fácil dar estos premios, porque no comprometen. Pero se lo merece por perseguir con obstinación y paciencia cualquier atisbo de deriva soberanista. Tiene el enorme mérito de obligarnos a recordar que los nacionalistas están convencidos de que sólo han perdido una batalla y que nuestros triunfos parciales, para ellos flor de un día, no evitarán su regreso al poder que les pertenece por derecho casi divino. Comparten eso con la rancia derecha española. Cuando me pidió venir aquí me pilló a contrapié: cómo negárselo a un amigo con el que he compartido tantas aventuras o confidencias, disgustos y cruces de miradas cómplices y caras de pillo cuando alguno de nosotros se había escabullido de la agobiante vigilancia de los escoltas. Esa pillada in fraganti sólo ocurrió un par de veces, hemos sido muy ‘txintxos’ y responsables. Manu vuelve de su exilio en tierras andaluzas con escoltas; en esto poco ha cambiado nuestro país.

Me pilló a contrapié sobre todo por el título: ‘los conceptos del soberanismo, planteamientos doctrinales 1977-2009’. Reconozco que de sorpresa y de cansancio el título me devolvió a una época lejana que quería olvidar. Raca-raca del plan Ibarretxe, queremos ser, decidir, agotadores 10 años de reivindicación soberanista… Era superior a mis fuerzas. Pensaba haberme librado de esa cantinela pegajosa y cansina, que me hizo confesar que me habían ganado por agotamiento. Quedaban atrás las reivindicaciones de mi mujer, que me prohibía hablar de Ibarretxe en casa, porque decía que nada más nombrarlo me subía la tensión. Apareció la pesadilla. Esa noche no dormí como duermen los justos o los nuestros después del 1 de marzo pasado, pero uno es amigo de sus amigos y ve bien que el autor desde la lejanía siga acercando su lupa al tema que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Y así me he puesto a leer las 120 páginas de este útil libro que analiza algunos aspectos de la reconstrucción conceptual del nacionalismo vasco y estudia el empleo de conceptos básicos, como el de pueblo vasco, nación, Euskal Herria, Euskadi, autodeterminación… y qué quiere decir el PNV cuando los utiliza. Manu considera importante la gran continuidad de los conceptos y de los términos desde finales del Franquismo, considerándolo como un lenguaje radical utilizado por el PNV. Mientras unos abandonaron el leninismo, el socialismo, la derecha el autoritarismo…, sólo el PNV mantiene el discurso, construido sobre la idea obsesiva de la identidad vasca y su construcción. En realidad esa idea no está definida; el nacionalismo nunca nos dice qué es la identidad vasca, pero sí que es diferente. Lo que nos diferencia. Hay un soberanismo identitario, cultural, ético, una idea desarrollada en el PNV que Manu analiza. Y responde el autor a una pregunta poco formulada hasta hoy: ¿por qué los nacionalistas actualmente no usan casi nunca el término nación? Lo sustituyen por pueblo, con identidad, dice este trabajo. Y se sostiene que es un concepto prepolítico y que el actual nacionalismo identitario es argumentalmente una recesión. Nación es una idea política y pueblo, básicamente intuitivo.

Manu afirma que esta ideología presenta una sorprendente continuidad, que se identifica con el acentuado inmovilismo doctrinal y a su vez con una evidente radicalidad sobre todo en la última década. Creo que no corresponde con el ideario y pragmatismo de la generación que padeció la guerra y el exilio junto a los republicanos, socialistas y de más fuerzas democráticas españolas. Un pequeño inciso de mi propia experiencia del exilio, que demuestra que estos conceptos nacionalistas nuevos han llevado a los jóvenes a creer que el pueblo vasco es una víctima de la historia y por tanto necesita tener siempre un enemigo. Mis padres eran nacionalistas, aita llegó a ser vicepresidente del gobierno vasco en el exilio, y siempre mantuvo excelentes relaciones con Indalecio Prieto, Quiroga, Tarradellas, y más tarde con Ramón Rubial. Al recordar sus vivencias madrileñas como diputado más tarde, el más joven con 27 años, jamás habló de enemigos ni habló despectivamente de Madrid o del resto de España. Todo lo contrario. Situaba esa época en el afecto y el cariño, el respeto. Todos los domingos tenía su momento de añoranza y ponía en el ‘pick up’ zarzuela, nos daba la brasa y queríamos escuchar jazz o Bruel. Ese respeto a Madrid jamás lo volvió a percibir en los dirigentes nacionalistas de las siguientes décadas, sólo quizá en Ajuriaguerra, que murió prematuramente.

Volviendo al libro, tras la aproximación del autor a la transición, dos grandes capítulos: los que abordan los conceptos básicos del sobreanismo vasco y del concepto de nación en el PNV. Pero él lo explicará mejor. Para terminar, me gustaría que todos lean este gran trabajo y aunque a algunos nos pille mayores, recomendarlo a los jóvenes demócratas para que les sirva de argumento y herramienta contra la intolerancia excluyente de ese nacionalismo soberanista. Gracias a todos.


Teo Uriarte

Bastantes críticas que plantea Manu las solíamos plantear en las tertulias. A lo largo de este trabajo se produce un análisis del discurso del PNV a través de sus conceptos, y hay algo que me ha resultado muy interesante: uno, que procede del nacionalismo y muy prepotente de joven, que se ha tenido que arrepentir luego de muchas cosas, reconoce el discurso porque ha compartido un aparte. La historia de EE es la de la asunción de planteamientos fundamentalmente románticos para ir, poco a poco, hacia otros más racionalistas, que le iban alejando del nacionalismo y la violencia. Manu dice que el discurso del nacionalismo es prepolítico. El problema es que eso en una sociedad moderna es apolíticio y si se ejerce en política no es asumible por el resto del sistema. Es anacrónico, no tiene encaje, es una religión, es emotivo y moviliza, pero no es válido. Euskadi va al terreno de lo cultural y no al político. Euskal Herria. Se alejan de los conceptos políticos para no acercarse a la convivencia. En democracia, es en política donde se resuelven los problemas. Y lo apolítico es anacrónico con la realidad europea democrática. Acaba estallando no en el seno de ETA, sino en la autonomía, que es el vehículo para la convivencia política en el aspecto territorial. Mi conclusión es que, siendo prepolítico, es apolítico en un sistema que quiere funcionar. Al ver el desarrollo del discurso, vemos que los conceptos acaban escapándose de las leves, diminutas ideas políticas que tuvo el fundador del nacionalismo y volviendo al carlismo, al término cultural.


Manuel Montero

Es peor ser prepolítico que apolítico, pero luego volvemos. Ander y yo somos amigos en los tiempos del cólera y eso nos quedará para siempre… Gracias por presentarme, gracias a la Fundación por invitarme a venir. Creo que me da por escribir libros para poder venir a Bilbao y a Vitoria y San Sebastián. Se agradece que me inviten. Agustín para mí es un modelo de coherencia. Hacía muchos que no nos veíamos, a veces el tiempo se hace largo cuando uno pierde de vista a los amigos.

Vamos con el libro. Es fruto de un error personal, creo. Cuando acabé el trabajo en la Universidad me fui a México. Escribí un trabajo sobre Indalecio Prieto. Está escrito raro, cogí el deje mexicano, que es discursivo. Siempre habrá algún becario que tenga paciencia para leerlo. Y no sé por qué, sentía una gran curiosidad por los nacionalistas. Todos conocemos a algunos y en general son gente sensata. Pero no conseguía entender algunas cosas y quería hacerlo. Pensaba que sería un trabajo de tres semanas o como mucho tres meses y acabé haciendo algo largo, un error. Seis meses estudiando sus textos y eso no es tan fácil. Los discursos de Ibarretxe… Le echo de menos, de verdad. Era de una lucidez intelectual inmensa. Expresaba muy bien lo que quería decir. “Queremos normalizarnos y tenemos derecho los vascos a ser lo que queramos ser”. Eso me gusta mucho. Siempre quise ser sueco pero no sé si eso me lo permiten. Conceptualmente estoy de acuerdo. Me gustaría ser Landaburu, pero él es del Barça. Me dio por analizarlo y no es que el lenguaje sea complicado, sino que es muy sencillo, no primario, pero sí basado en creencias, en la fe. Y la fe es creer en lo que no se ve. En el País Vasco fe es no creer en lo que se ve. Es su grado máximo. Por eso hay tantos santos vascos. Hay gente normal y se quiere normalizar. Todas las ideologías tienen un grado de creencias, claro, pero en el nacionalismo llegan hasta la epidermis.

Es complicado analizarlo porque a veces uno no cree lo que ve. Por ejemplo: 1976-77, cuando empieza todo. A finales del franquismo, el PNV por fin escribe… un texto interesantísimo. Es difícil entenderlo incluso en castellano, en euskera no lo he intentado. Entonces decían Eusko Herrian, cosas de la época. Dividen el País Vasco en vascos y los que viven aquí que no lo son, esos son residentes… La pena es que abandonase ese lenguaje, que era de una perfección absoluta. Una frase muy típica, el hilo conductor, del lenguaje del PNV: cuando el PNV condena el terrorismo no emplea esos términos, violencia política o lucha ramada; nunca dicen “nosotros el PNV condenamos la violencia”, sino, sin excepción, siempre, “el pueblo vasco no está de acuerdo con la violencia, al pueblo vasco le parece mal la violencia”. Parece una tontería pero no lo es, porque introduce el imaginario. Decir “me parece fatal que maten” es otra cosa. Algo como lo de “a Dios le parece mal matar”. Es para escaquearse. Y son honestos porque hablan de pueblo y no de nación. Este libro, lo ha dicho Ander, responde a una pregunta absurda. ¿Por qué los nacionalistas no hablan nunca de nación? Como nadie se había hecho la pregunta… ¿Cuántas veces Ibarretxe ha empleado el término nación vasca? En todos los discursos aparecidos en prensa, dos veces. Una cuando riñe a HB y le dice que el PNV lleva luchando por la nación vasca… Se ponía como ejemplo. Y otra, una entrevista en El País, en la que dice que le gustaría muchísimo que los nacionalistas dijesen con naturalidad que Euskadi es una nación. Tiene su miga eso, porque él nunca lo ha dicho. No digo que no lo piense, digo que no lo dice. Aparte que le molestaría mucho que los socialistas lo dijesen. Esto no es Cataluña. En febrero de 2005, cuando va a las Cortes a defender su plan, entenderíamos que dijese que Euskadi es una nación y quiere ser estado libre asociado. Argumentación razonable o no, lo entenderíamos. Pero no empleó nación, dijo otra cosa.: “pueblo”. El plan e Ibarretxe dicen pueblo y parecen discursos del siglo XIX. Empieza hablando euskera y explica que esa es la lengua del pueblo milenario que lleva en toda su historia procurando el diálogo y la negociación y que este pueblo es pacífico y trabajador. Lo que no dice es que habla en nombre de una nación… La nación en el nacionalismo de los últimos 30 años es muy raro. Somos un pueblo con identidad; antes decían personalidad, cultura propia. Nación es algo político, en el concepto romántico tiene connotaciones políticas, y pueblo es prepolítico, intuitivo. Todo el mundo piensa que vive en un pueblo, no hay que demostrarlo. El discurso es más sencillo con ese concepto. Es como se ha construido en estos 30 años.

En 1976 y 77 era radicalmente soberanista. La idea entonces era que el acceso a la función pública vasca fuera sólo para los que hablaran euskera. Luego han pasado al bilingüismo como fase transitoria, pero no define qué pasará después. La fase final es el monolingüismo en euskera. La estructura conceptual de 2009 me impresiona mucho. El del Aberri Eguna de 2009 vuelve a emplear el término nación pero como sinónimo de pueblo. Viene a decir ‘nosotros, Euskal Herria, de 7.000 años, somos la reunión de las generaciones pasadas, actuales y venideras, de los muertos y de las muertas y de las personas vivas’… Es el pueblo. Ya habían perdido el poder pero aún así hablan de nación en plan identitaria, no política. Nos atan a las generaciones futuras. Estamos en función del pasado y de futuro los que estamos vivos. Desde Sabino Arana ha habido una regresión intelectual. Tenía un lenguaje más avanzado. Que se intente hacer una construcción basada en conceptos étnicos… Lo que pasa es que el nacionalismo vasco entiende que el concepto de pueblo como identidad está abierto no a las ideologías, sino a que cualquier persona que viva aquí puede ser vasco, con mayúsculas, si asume los conceptos de identidad de este pueblo. Ibarretxe lo explica en una entrevista. No somos un pueblo cerrado, estamos abiertos a cualquiera. Si asume nuestros conceptos de identidad. Si muestra deseos irrefrenables de aprender euskera y de que lo aprendan los demás.

La identidad no está definida y le he dado muchas vueltas. Estos conceptos de toda la vida resulta que se basan en elipsis. El nacionalismo sabe a dónde nos quiere llevar, esto es un bache, ya lo dijo Ibarretxe: en este pueblo de 7.000 años no pasa nada por cuatro años. Nunca dice qué quiere hacer con los residentes. Los ‘vascos no vascos’, los ciudadanos no nacionalistas, qué pasa con ellos. Debería saber qué quiere hacer con esa pobre gente. En Argelia, con la independencia, sí lo sabían. Y es una cuestión crucial, como los alemanes en Mallorca. Es extraño. Hay un concepto extrañísimo: la idea de que el pueblo vasco tiene un concepto propio de justicia y de democracia. Con eso están diciendo que existe el bien y el mal diferente al concepto universal. Es diferente y tiene que ser diferente al de los españoles. A mí eso me impresiona. Una justicia propia, una moral propia. Me parece aberrante. Incluso un concepto de democracia propio, diferente a la occidental, a lo que más o menos está admitido. Y sin embargo su concepto de soberanía incluye eso. Hay una frase del 95 o 96: “esto del País Vasco fue un pacto según el cual asumíamos los presupuestos democráticos (como los entendemos normalmente) a cambio de autogobierno”.

¿Tiene algún interés escribir este libro? A estas alturas yo pienso que no. No porque hayamos cambiado de periodo, no lo empecé cuando terminaron esos 30 años, cuando acabó la década ominosa de Ibarretxe, la soberanista. Lo tenía ya. Pero no es un periodo que haya pasado, está dentro de nosotros porque son conceptos muy primarios. Ahí está su capacidad de alcance. El nacionalismo utiliza palabras que cumplen toda la función de un programa político, autodeterminación, parece que todo el mundo entiende; normalización, soberanía… ¿Pero qué quiere decir? Lo normal es ser normal, memos en el País Vasco. Aquí normalización es ser raro. Con la mesa de partidos pensaba que se arreglaba todo. Pues no. Siempre quedará pendiente el tema de la normalización –dijo– después de la violencia. ¿Qué quería decir? De momento nos hemos salvado. Pero dentro de unos años intentarán normalizarnos.

Voy al punto de partida: es prepolítico o apolítico. No es apolítico, es nihilista, que es peor. Este tipo de lenguajes para el siglo XIX no tenía pase, en el XX no, y en el XXI… Es el descenso intelectual. Sabino Arana era un iluminado y hasta tenía la luz de Dios al lado de esta gente. Nadie pensaba en serio que se iba a llegar a lo de la discriminación en la función pública o la educación, la normalización en el lenguaje. Por eso se convirtieron en nihilistas. Si retorna todo esto, al menos que nos podamos reír.


COLOQUIO

Pregunta

No utilizan el término nación, yo no me había fijado, pero sí en que no usan casi independencia. Debajo de tanto primitivismo, no podría ser que lo que tenemos es un grupo caciquil y que el discurso se limita a enmascarar la codicia por el poder. Por eso no se plantean acabar con el sistema porque se acabaría su vaca lechera.

Respuesta
No son eufemismos. El nacionalismo es preciso en el lenguaje, su objetivo no es la independencia ni lo otro. Es, lo dice un texto de los 90, en el que el PNV se pregunta independencia para qué. La respuesta, independencia o libertad, es para la construcción nacional. Para cambiar la sociedad en términos identitarios. La autonomía nunca fue un fin. La independencia tampoco. Son medios. La construcción de la sociedad vasca conforme a esquemas identitarios, lo dicen sin tapujos. No les parece terrible lo que proponen, no quieren disimular. Querrían evitar el escándalo. Quieren meter a uno normal en la escuela y que acabe normalizado. Algo hay de caciquismo, les gusta mandar bastante pero eso les pasa a todos. Otra cosa es que su poder esté basado en la noción clientelar y el nosotros-vosotros. Nosotros-ellos.

Pregunta
En nombre de la Fundación Juan de los Toyos González, has hablado del lenguaje pero a mí hay una cosa que me preocupa bastante. Este año se cumplen 50 de la muerte de Agirre y la batalla ahí sigue. No me preocupa el nacionalismo sino el buenismo del nacionalismo, el modelo jesuítico de Agirre: hombre de palabra hacia la República como imagen y luego adulando a Santiago Aznar por la escisión del Partido Socialista. Ese doble lenguaje que puede traer problemas a la propia concepción de la izquierda. O al PP. A Ibarretxe se le ve por dónde viene.

Respuesta
El problema del doble lenguaje es que alguien quiera creerlo, ahí te doy la razón. La capacidad de credulidad que existe en España sobre las cuestiones más insólitas, el creerse cualquier cosa, es ilimitada. Si a estas alturas todavía alguien puede llegar a creer que normalización es normalización, o lo del proceso democrático de ETA, la carga de culpa recae sobre quien lo cree. Si alguien imagina que cuando ETA y sus secuaces dicen proceso democrático habla de eso, la culpa no es de ETA y sus secuaces. Si partidos sensatos comulgan con este tipo de ideas, apaga y vámonos. El PNV no tiene un lenguaje buenista. Maligno es relativo también, depende de la perspectiva.

Pregunta
Me sugiere la exposición que hay una conexión del traspase del vocablos entre la Iglesia vasca y el PNV. El término de pueblo es natural en la Iglesia.

Respuesta
No veo muy bien la diferencia entre el nacionalismo y la iglesia vasca que conocemos. Conozco nacionalistas no creyentes pero no curas no nacionalistas, o muy pocos. No veo diferencia. No hay un trasvase, es el mismo pedigrí cultural. Es el lenguaje de finales de los 60. La idea de pueblo que se puede salvar, desde Sabino y su hermano y el PNV de 1932. Los pueblos no se salvan, uno peca o no, pero no el pueblo. La Iglesia empezó a utilizar el término en los 60. El problema es que pueblo viene predeterminado: el nacionalista es más del pueblo que el no nacionalista. La idea es la misma: cada persona tiene que ganarse el cielo, sacrificarse por las generaciones pasadas y las venideras. Es de origen católico, religioso.

Teo Uriarte

Para una vez que ponemos a parir al PNV, que poco animados os veo. Sobre la última pregunta, apunto que algunos viejos del lugar, Onaindia y Arregi, en una conferencia organizada por El Sitio, plantearon que el objetivo político de Arana era salvar el alma de los vizcaínos. Había una concepción neocatólica de la política y empezaba a soldar todo.

Pregunta
Has dejado claro que PNV no es independentista. ¿Lo saben los afiliados de base, no lo interpretan ellos en sentido de independentismo gradual? Si son separatistas pueden acabar hartándose. ¿O lo comparten?

Respuesta
Es independentista, soberanista y secesionista en estos últimos 30 años. Pero no es lo fundamental, es el medio. Ibarretxe fue el Mesías. El nacionalista de base es cuestión clave. Pero la respuesta es intuitiva de lo que conozco. La ideología es ll que escribe el dirigente y cualquiera de los nacionalismos es vertical. El PNV es de grandes masas y las masas sirven para ir al Aberri Eguna. La cúpula suministra las decisiones, no viene de las bases. Es muy acusado en este partido. Es una ideología creada desde una vanguardia, lo extraño es que lleve la misma desde hace 30 años. Los mismo en 1976 que en 2009. No sé si la base lo comparte pero es que existen distintos nacionalistas. Los hay urbanos, modernos, que saben relacionar causa efecto y creen en la democracia aunque no se refleje en la documentación. El País Vasco, yo creo, se divide en tres partes. Una sociedad urbana y moderna; Bilbao es la mitad del país, con actitudes más o menos modernas; el ámbito rural, vinculado a lo agrario; y las ciudades que eran pueblo pequeños hace 50 años y que experimentaron un crecimiento brutal. Este es un mundo específico. Todos los dirigentes del nacionalismo vasco proceden de este último tipo. ¿Cuántos son de Bilbao en el sentido más amplio? Es sorprendente. Esas ciudades tuvieron un problema de identidad y dan la totalidad de los dirigentes. El nacionalismo es plural pero las formulaciones vienen de un único ámbito. En otros sitios los dirigentes salen de grandes ciudades. Aquí no. El pensador nacionalista nace en una ciudad que tiene un problema muy diferente. En Bilbao un nacionalista no tiene que estar constantemente demostrando que lo es, su ámbito social no depende de que lo demuestre. En Eibar o Bergara o Tolosa sí. Uno es de una comunidad. Y generan la doctrina desde los problemas que han tenido en sus ciudades. A lo mejor en algún momento existe un nacionalismo que responda a otra sensibilidad. Pero no están dispuestos a demostrarlo nunca. Lo suponemos.

Pregunta
Como el nacionalismo ya no está presente con el mismo vigor, hay que dar un paso adelante. No están ahí a diario pero han dejado sus problemas y esos si son de diario. El idioma, los comportamientos, el sustrato ideológico. Para mucha gente la ideología hoy se basa en tres patas: la gastronómica, el Athletic y la amatxu de Begoña. Están imbuidos de este espíritu que surge del soberanismo. No quieren un segundo Guggenheim sino un mueso vasco vasco, de los nuestros. Lo interesante no es darle al nacionalismo, que en tres años nos dejan tranquilos, sino saber qué poso han quedado indeleblemente marcados en quienes hoy rigen nuestros destinos.

Respuesta
Es peor. Es cosa de los que gobiernan. Uno hablaba el otro día del modelo de país. Es un problema social, no de los gobernantes. El problema del País Vasco no es el bilingüismo, sino el plurilingüismo, la existencia de lenguajes políticos muy bien conformados y diferentes. Una ironía: pongamos que en el País Vasco se emplean tres tipos de lenguaje. El vasco común, el nacionalista y otro. El vasco común es como el español pero raro. No utilizar nunca la palabra España es norma básica. Yo leí una vez un artículo muy raro, ‘La influencia de la Segunda Guerra Mundial en los espacios peninsulares’. La selección de Clemente, la miss Estatal. España es el agujero negro. No se debe usar en vasco común, se sea o no nacionalista. El nacionalista es un lenguaje igual pero más jatorra. “Qué bonitas son las playas de Euskadi”. Eso era antes. Eso ahora es del PP. Ahora se dice “qué bonitas son las playas de Euskal Herria”. Es más sofisticado… Y el tercero es abertzale avanzado es el que genera lo demás. El abertzale nos dice estuve en el otro lado, que en español es que se fue de compras a Francia. Acto de sabotaje es quemar una cabina. Viene un turista y mete la pata, porque no sabe lo que significa. Depende de quién utilice las frases. En el País Vasco el lenguaje no sirve para comunicar una idea porque ya todos sabemos lo que queremos decir; lo importante es cómo se dice. Con el otro lado a ti no te importa lo que hizo el sábado, sino de qué parte está. Es un lenguaje connotativo que expresa la ideología. A finales de los 70 Euskadi era de nacionalistas Euskal Herria del PP y de Fuerza Nueva. Ahora Euskadi es del PP o socialista, Euskal Herria nacionalista y País Vasco, de abogados o historiadores. No hay más. Así expresamos que uno es lo que es, y no hay más. Si dices España la has liado. Porque somos para decidir y después nos normalizaremos…

Editores, 11/2/2010