Presentación en Bilbao del libro ‘Vidas rotas’

Transcripción de las intervenciones durante la presentación en Bilbao del libro ‘Vidas rotas. Todas las víctimas de ETA’, de Florencio Domínguez, Rogelio Alonso y Marcos García Rey, el 23 de marzo de 2010. Intervienen José Ángel Cuerda, patrono de la Fundación Fernando Buesa, Cristina Cuesta, presidenta de COVITE, y Javier Elorrieta, vicepresidente de la Fundación para la Libertad, organizadora del acto.


Javier Elorrieta

…Alguien ha calificado el libro ‘Vidas rotas’ de definitivo aunque ya hay una víctima que no está, tendrá que tener continuidad. Pero contribuye sin duda a la idea de que cualquier idea de justicia y de democracia no tiene nada que ver con el terrorismo, son antagónicos. Y contribuye a clarificar el verdadero sentido de ese terrorismo. Insistir en la posición de la Fundación, desde la perspectiva de la política: el proyecto político del terrorismo de ETA-Batasuna, algo que la propia sentencia de Estrasburgo ha definido y clarificar, es que no sólo malo por los métodos, sino que es antidemocrático en sí mismo. Y sin más, le paso la palabra a Cristina Cuesta.


Cristina Cuesta

Buenas tardes, queridos amigos. Gracias por organizar este acto a la Fundación, a la Asociación de Víctimas del Terrorismo, a Espasa, a la Fundación Dos de Mayo, gracias a los autores, Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey, una deuda que contraigo con vosotros como víctima del terrorismo, como ciudadana vasca y por lo tanto española y como representante del movimiento asociativo de víctimas del terrorismo. Voy a intentar contestar a tres preguntas que me he hecho desde que tuve el libro entre las manos. Por qué ha sido llamado el primer libro definitivo, creo que por el periodista Santiago González. Lo comparto. Por qué es especialmente necesario presentarlo y difundirlo sobre todo en el País Vasco. Y por qué es muy importante para las víctimas. Razones todas relacionadas.

Es un libro definitivo porque sistematiza con rigor y veracidad la historia personal que humaniza a los ciudadanos afectados por el terrorismo. Contextualiza la época en que se produjo el atentado, recoge datos de la respuesta social que se produjo, relaciona el crimen tonel criminal cuando ha sido juzgado. Integra los distintos puntos de vista desde los que pueden estudiarse las consecuencias humanas del terrorismo de ETA, las estrategias terroristas, las políticas antiterroristas que aplicaban los gobiernos correspondientes, la repercusión social o su falta absoluta, el retrato de la víctima antes, el día del atentado, la vida después, y el significado social del hecho trágico. Como cuadros impresionistas del horror y el dolor con el que ETA ha inundado la convivencia en casi 50 años de actividad. Cada historia es un primer acercamiento global a la verdad de las víctimas, su sufrimiento, su resistencia, su impotencia, su rebeldía cívica, su dolor, su reparación, sobre todo su dignidad. Cada víctima, las morales y las muchas otras que aparecen, son reflejadas como un calidoscopio guiadas por el intento tan loable y necesario de entender la victimación en toda su magnitud. Dando la medida de la macrovictimación que han generado miles de crímenes cotidianos que han alterado tanto la vida, la seguridad y la libertad de miles de ciudadanos.

‘Vidas rotas’ define el significado moral y político de las víctimas del terrorismo y los límites que no se pueden traspasar sin dejar de insultar su memoria. Libre y voluntariamente, en un acto muy importante de valentía y de claridad intelectual de los autores en su prólogo, se sientan las bases de lo que entienden deben ser los principios para construir una memoria de las víctimas del terrorismo digna de tal nombre. Sin estas valoraciones, el libro habría tenido el mismo inmenso valor. En la introducción se añade una guía clarificadora de actuaciones que deberían ser consecuencia lógica de la existencia de las víctimas del terrorismo, de su historia y de su comportamiento. Me gustaría destacar tres por su importancia. La inmensa deuda que la democracia vasca y española ha contraído con las víctimas, porque el sacrificio de todos y de tantos ha contribuido a su fortalecimiento, esto exige obligaciones morales y políticas y yo añado tales como la no negociación con ETA, la imposibilidad moral de contraprestaciones de ningún tipo por dejar de matar y la imposibilidad de una política antiterrorista basada en el olvido y la impunidad.

Este libro descubre la dimensión del victimario como un totalitario que aplica la deshumanización de las víctimas como parte de una estrategia de justificación de las reivindicaciones políticas por las que ETA mata. Su consecuencia: deslegitimar el terrorismo es defender la imposibilidad de un proyecto político, como ya se ha dicho, basado en conculcaciones de derechos fundamentales y que, con terrorismo o sin él, es una aberración.

También busca hacer transparente, claro, entendible, el significado político de las víctimas, yo creo que una de las deudas más importantes que tiene esta sociedad vasca. Significado político como constitución de los derechos de la ciudadanía frente a la imposición de la exclusión identitaria de ETA. ‘Vidas rotas’ es la punta de un iceberg de desmemoria, de falta de claridad en los conceptos y en los análisis que definen a las víctimas y a los victimarios especialmente aquí, un antídoto frente a la circunstancia, las justificaciones, las teorías del conflicto y todo tipo de eufemismos para hablar de gente que mata y de gente que es asesinada. Asesinada por el intento de imponer un proyecto político irrealizable.

Desde la publicación del libro la lista de víctimas mortales ha aumentado y también la de afectados. Los autores no han podido contar la historia del gendarme francés asesinado en Francia ni de la impotencia segura y el temor que se ha acrecentado entre la gendarmería francesa. Como una buena novela o un buen ensayo, este libro nos deja con las ganas de más, de seguir contando, relacionando e investigando, creando un puzzle de la memoria que pertenece no sólo a las víctimas, sino a toda la sociedad democrática.

La segunda idea era por qué creo que es especialmente importante para el País Vasco. Presentarlo aquí creo que es una provocación en toda regla. La sociedad vasca y muchos de sus dirigentes, qué decir de la jerarquía de la Iglesia vasca, están a años luz del respeto debido y de la admiración intelectual y moral que este libro debería suscitar. Debería ser leído y comentado en todos los centros educativos vascos, debería ser el libro de cabecera de tantas y tantas personas dirigentes, ser presentado en el Parlamento vasco por su labor y por su significado. Una vez más es la iniciativa y determinación privada la que consigue iluminar, con apoyos, la historia real de las víctimas del terrorismo. En el País Vasco la narrativa del significado moral y político de estas víctimas todavía hoy está ocultada por la de los terroristas y la nacionalista, con una responsabilidad política e institucional evidente de los que han dado durante tanto tiempo cobertura ideológica a los fines de ETA y con un alto poder de control en el subconsciente y consciente colectivo de Euskadi han hecho poco por afianzar el relato de las víctimas del terrorismo. Hoy todavía aun reconociendo la esperanza de una política antiterrorista liderada por el nuevo gobierno socialista más coherente con la dignificación de las víctimas, existen declaraciones de dirigentes incluso socialistas que dicen que el fin de ETA tendrá que ser una combinación de olvido y de memoria. Y hay declaraciones, que no se entienden, cuando se intenta explicar que las víctimas preparadas para contar nuestras experiencias, el significado moral y político de nuestro sufrimiento, tendremos que estar en actitudes conducentes a la reconciliación. No lo entendemos. Antes tienen que pasar muchas otras cosas importantes. Corremos riesgos, por supuesto. Todo movimiento totalitario, y ETA lo es, aspira a prostituir la historia, como se dice en el libro. Dejarán de matar quizá algún día, esperemos que pronto, y a lo mejor nos cuentan que lo dejaron porque el terrorismo ya no era útil para sus fines. A lo mejor no se reconoce el daño causado, no hay arrepentimiento, eso es esencial para decir la palabra reconciliación, un concepto que hiere a las víctimas cada vez que se pronuncia en vano. A lo mejor no se exige colaboración con la justicia y el pago de las deudas pendientes. Estaremos viviendo una situación de facto de punto y final y las víctimas seremos interpretadas, a o mejor, como daño colateral de un conflicto que acabó por cansancio.

‘Vidas rotas’ explica con cada relato, en un contexto de interpretación del significado de las víctimas del terrorismo, que todo esto no puede darse sin volver a humillar e insultar a las propias víctimas. Imposibilita la idea tan extendida por estos lares de que todo puede ser defendido sin violencia. Porque el proyecto de ETA, construido sobre el dolor de miles de ciudadanos, es inviable por inmoral, sectario, ilegal y falsario. Es responsabilidad de todos, y de las propias víctimas, contribuir a que el relato de la memoria política triunfe.

Las víctimas hemos luchado por recomponer nuestras vidas rotas, por ser ciudadanos en contra de la imposición del terrorismo y de sus seguidores. Queremos un final con vencedores y vencidos, queremos a ETA fuera de las instituciones y también a todos aquellos que la justifican. Deseamos ser pieza clave de una sociedad vertebrada y sana, que viva en libertad y en su multiplicidad de pertenencias, libre. Deseamos un final justo y de reparación judicial, legal y social. El libro defiende este futuro por el que merece la pena seguir comprometida.

Y, llego a la idea final, este libro es muy importante para las víctimas del terrorismo. Cuando ha sido posible, relaciona atentados, víctimas y responsables penales de los crímenes. Por primera vez, creo, se cuenta su historia desde el punto de vista de estas y sin obviar la autoría penal de quienes cometieron los atentados, con rigor y según las sentencias promulgadas por la Audiencia Nacional. Las víctimas todavía hoy en el País Vasco soportamos relatos paralelos, incoherentes, que por untado intentan devolvernos el protagonismo perdido y por otro legitiman los crímenes y a los criminales; estas dos narrativas conviven en muchos rincones de este país, en los bares, las escuelas, las familias. Pueden estar participando en un acto de homenaje, como hoy, por la memoria de sus familiares y por la tarde soportando pancartas y recibimientos a etarras y hasta del propio terrorista que asesinó a su familiar. El nombre y la historia de la víctima inocente están unidos a los culpables del victimario. Lo importante es el punto de vista, la determinación política y ética para defender la inocencia de las víctimas paralelamente a anunciar la culpabilidad de los verdugos, evitar los discursos legitimadores y los espacios de impunidad. Hasta el momento se hablaba en los medios de tal terrorista implicado en los atentados que costaron la vida a tales ciudadanos. ‘Vidas rotas’ nos cuenta la vida de las víctimas y la responsabilidad de sus asesinos en este orden y sin eufemismos. Existe todavía mucho delito impune, mucho atentado por esclarecer, es urgente y necesario si queremos abordar un final de ETA digno para las víctimas, reformar un sistema penal y penitenciario que olvida la exigencia de información y atención mínima para que las víctimas puedan sentirse también reparadas, reconocidas y atendidas por el sistema judicial.

El libro cuenta que el 23 de marzo, tal día como hoy, de 1979 ETA mató en Vitoria al inspector de Policía Antonio Recio Claver. Casi 20 años después, Ignacio Arakama Mendia, miembro del comando Araba fue condenado a 30 años de prisión mayor. El libro no dice que es autor de 18 asesinatos, que fue dirigente de ETA y que el año pasado se trasladó a la prisión de Logroño al parecer por su disposición crítica contra ETA. Conviene no olvidar. ‘Vidas rotas’ cuenta que otro 23 de marzo, como hoy, de 1992, ETA asesinó en Madrid a un joven economista, Juan José Carrasco Guerrero, hijo de Félix Manuel Carrasco Pérez Manchado, coronel del Ejército de Tierra. Aquel día cogió el coche de su padre para ir al trabajo. Once años después, Ignacio Etxeberria Martín, Mortadela, fue condenado a 30 años de reclusión mayor. Conviene no olvidar.

Gracias Rogelio, gracias Florencio y gracias Marcos por vuestra contribución imprescindible a la verdad, la memoria, la justicia y la dignidad de las víctimas. Quiero acabar con una idea que a COVITE le honra: que este premio COVITE Intencional a favor de la Recuperación, Recuerdo y Apoyo a las Víctimas 2010 sea concedido a estos tres hombres imprescindibles. El acto se celebrará en San Sebastián el 23 de mayo. Gracias.


José Ángel Cuerda

Buenas tardes, amigos todos. En nombre de la Fundación Fernando Buesa, saludos. Y a Cristina nos ha hecho una hermosa presentación con toda su autoridad moral. Gracias a la Fundación por invitarnos y gracias a los tres autores por este trabajo admirable. Son mil trescientas páginas de la historia del sufrimiento de miles de vidas rotas por ETA, historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA. 857 asesinados, hoy más desgraciadamente. Las víctimas son sus familiares y amigos, son periodistas, empresarios, tantos ciudadanos que están sufriendo esta tragedia. Este libro, lo comprobarán, una aportación rigurosa y dramática a nuestra memoria colectiva como pueblo, como sociedad democrática. Es el relato de un crimen contra miles de ciudadanos, contra la dignidad, contra los derechos humanos, con fines políticos, habría que preguntarnos qué entenderán estos de ETA de la política, como acción para alcanzar el bienestar, el bien común. Toda su actuación es la expresión, como dijo Amin Malouf, de identidades asesinas.

Es historia de las víctimas y sus victimarios, de sus epígonos y colaboradores activos o pasivos, directos o indirectos. En un lenguaje claro y directo, sin manipulaciones ni oscuridades como tantas veces ocurre, está escrito para deslegitimar ética, política y socialmente la violencia de ETA, para desenmascarar, interpelar y zarandear la comodidad que anestesia la indignación y el silencio convertido en cómplice de estos crímenes abominables. Permítanme una anécdota personal. Hace como 20 años, cuando era alcalde de Vitoria y asistía a un concierto de la Orquesta Nacional de España en el Teatro Príncipe, dirigido por Halffter, fui acompañado del que era director del Conservatorio, Carmelo Bernaola. Antes de empezar, como gesto de cortesía fuimos a visitar al maestro en su camerino y se daba la circunstancia de que uno o días antes había ocurrido uno de esos 800 y pico asesinatos de ETA. Se me ocurrió un tanto ingenuamente decirle al maestro: le parece a usted que antes del concierto se pueda guardar un minuto de silencio. Y vehemente me dijo que un minuto de silencio no, una vida de grito. Y creo que eso es lo que es necesario, una vida de grito, de esos gritos como el de Ángela Figuera, la gran poeta bilbaína cuando hablaba del no quiero. No quiero que me tapen la boca. Ese grito es necesario. Para poder luchar, desenmascarar la tragedia. Todos tenemos la obligación moral, ética y política de denunciar estos crímenes, de conocer y reclamar la verdad de la historia criminal de ETA y sus consecuencias, y de seguir exigiendo justicia y reparar tanto sufrimiento, de no olvidar nunca y recordar siempre. Sobre todo, también, de trabajar por la paz, por una sociedad más justa y democrática, más solidaria, en la que de verdad sepamos que son los medios los que legitiman o deslegitiman los fines. Como ya dijo Gandhi, el fin está en los medios como el árbol en la semilla.

Este es le recordatorio que nos hace este libro. Es poner de manifiesto y en primer plano nuestro derecho a la memoria colectiva, a mantener viva la memoria de esa infamia que es ETA, del sufrimiento que causa en nuestra sociedad. Por dignidad y por justicia tenemos que propugnar esto. Deseamos que esa memoria colectiva quedara recogida y expresada permanentemente. Es fundamental que existan aportaciones como este libro, y es necesario que junto a ello exista un espacio público que sea la expresión de esa memoria. Un espacio donde esté la voz de los sin voz, que sea el recuerdo de todos los que sufren la historia trágica que no debe repetirse nunca. Instituto, centro, museo, espacio institucional que mantenga vivo el recuerdo de tantas víctimas, de tanta ignominia causada por ETA. Que sea escuela y museo, acogida y respuesta, investigación, memorial permanente y grito contra el horror. Nos permitimos proponerlo desde la Fundación para completar esa Ley de 4 de 2008 del Parlamento vasco de reconocimiento y reparación de las víctimas del terrorismo.

En esta línea ‘Vidas rotas’ es una aportación extraordinaria a la memoria histórica y colectiva de nuestra sociedad. Nuestro agradecimiento emocionado.


Rogelio Alonso

Muchas gracias. Primero a la Fundación por la invitación. También a Cristina y José Ángel por acompañarnos y por sus palabras de cariño. Y a la Fundación de Víctimas del Terrorismo, que siempre apoyaron este proyecto que tiene unos años. Son un ejemplo y un referente y tenemos que estar muy orgullosos de contar con ellos. Son un ejemplo de civismo en un momento en que se habla tanto de educación para la ciudadanía. Humanidad, valor y dignidad. Gracias al Gobierno vasco por contribuir a que este libro viera la luz, gracias a Maixabel, directora del departamento de Víctimas. Al consejero de Interior, que está en el funeral del gendarme Nérin. Son extensivos estos agradecimientos pero voy a presentar el libro. Con él pretendíamos, como decimos en la introducción utilizando una cita de José María Múgica, identificar a víctimas y verdugos. “Se tienen que saber quiénes son las víctimas, decía, sus nombres y apellidos, su historia anónima de persecución, de humillación y de ofensa y se tiene que saber quiénes son los victimarios, que tienen también su nombre y apellidos, se tiene que saber por qué están en la cárcel y qué hicieron. Hay que saber quién murió y quién mató”. Era el objetivo de este libro. ¿Por qué? Porque queríamos reflejar el brutal impacto humano y político que el terrorismo ha tenido en nuestra sociedad, reflejar la dimensión de la victimización en nuestra sociedad. No han asesinado a 857 personas sólo, han creado muchas otras víctimas, no son sólo los asesinados. El drama de las familias y allegados, de los heridos, de los extorsionados y coaccionados, el hiulo conductor son los asesinados. Aspirábamos también a aportar un grano de arena para esa labor de reconocimiento social de las víctimas y devolverles algo de humanidad, porque el terrorista quiso deshumanizarlas a través de la humillación repugnante de la conculcación de los derechos humanos más básicos. Pensábamos que si devolvíamos esa identidad a través de pequeñas semblanzas, podríamos devolver algo de humanidad.

Este trabajo quería contribuir a evitar el olvido y la ignorancia que algunas sociedades reproduce, sobre todo las que han sufrido la violencia. Y evitar que se consolide la impunidad, sería terrible que eso ocurriera después de tantos años de conculcación de derechos de forma tan salvaje. Sería un crimen y un germen de futuros conflictos la impunidad histórica, política, moral y jurídica, que ocurriría s aceptáramos una suerte de prostitución de la historia en la que no hubiera sanciones para los responsables de estas aberraciones, en las que diera lo mismo asesinar que haber asesinado, en la que el asesino tuviera oportunidad de limpiar su conciencia. Por eso es importante rescatar la memoria de los asesinados y también su significado político. Fueron asesinadas por una organización terrorista que persigue unos objetivos nacionalistas a través de la violencia y cada asesinato es una poderosa razón para que esta organización y su proyecto no lleguen a ser viables. Si lo fueran, se habrían construido sobre el asesinato y la violación de los derechos humanos de estas personas. Combinando estas variables podríamos contribuir al reconocimiento social.

No queríamos sólo aportar memoria emotiva, la empatía no es suficiente. La memoria para ser justa no debe haber impunidad construida por olvido y reflejada en distintos planos: jurídico, histórico, político y moral. La historia no puede reproducir como verdad oficial la narrativa del terrorista y para ello es muy importante contrastarla con la del victimario, identificar claramente a víctimas y verdugos.

Queríamos que hubiera justicia no sólo penal. Son oportunas las reflexiones del filósofo Reyes Mate, que insiste en que cuando hablamos de víctimas no debemos hablar de sentimientos, sino de justicia. La justicia a las víctimas es condición necesaria para una política futura sin violencia. No habrá sociedad sana y democrática si se construye sobre la injusticia con las víctimas.

Cito a Maite Pagazaurtundua, es oportuno porque refleja una de las dimensiones del fenómeno terrorista que a mí y a Florencio y a Marcos nos ha llamado mucho la atención. El legado de dolor y de sufrimiento tan terrible que ha generado el terrorismo. La legión de huérfanos que hay en nuestro país por el terrorismo es enorme y hay que reparar en ello, ser muy justos y tener muy presente esto. Tenemos responsabilidades hacia ellos, tenemos que dar respuesta justa a su necesidad de reparación. Ojalá que a través de este libro lo hagamos en alguna medida. Escribía Maite hace unos años: “Imaginemos lo que pasaría si en plena adolescencia los huérfanos de los asesinados por ETA que siguen viviendo en el País Vasco dejaran de asumir la regla no escrita del silencio y el disimulo. O si lo hubieran hecho los que quedaron huérfanos de niños y son ahora adultos. Si no se hubieran contenido, harían frente a los jóvenes rabiosos y violentos en cualquier calle porque los cachorros de ETA ponen carteles a la luz del día, se manifiestan y muestran sus emblemas de forma arrogante. Nos habríamos asimilado, entonces sí, a los estándares de los expertos internacionales en conflictos”. Existen tentaciones de recurrir a mediadores en otros conflictos para solucionar nuestros problemas y eso es algo que tenemos que tener muy presente cuando echamos la vista atrás y pensamos en ese legado de dolor y sufrimiento y las responsabilidades que tenemos.


Florencio Domínguez

Este libro es el resultado de una idea de Rogelio, comenzó a gestarse en Vitoria en un autobús camino de una bodega en La Rioja. Yo traté de disuadirle, le expliqué los problemas que había, las dificultades, el follón. Disuadir a un aragonés es muy difícil. El resultado es que estamos aquí.

Hay libros que defraudan, prometían pero termina mal. Este no termina mal, empieza mal. Es una colección de historias tristes, de tragedias personales y familiares que sufren desde la primera línea todos los protagonistas. Uno de ellos es Luis Martínez Marín. Luis nació en 1896, terminando el siglo XIX, cuando Cuba era provincia española. Otro se llama Silvia Martínez Santiago y nació un siglo más tarde, 1996. Los dos tienen en común una muerte violenta a manos de ETA. Luis fue una de las víctimas del atentado de la cafetería Rolando de Madrid, 13 de septiembre de 1974, el atentado con más víctimas hasta Hipercor. Y Silvia en el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Santa Pola el 2 de agosto de 2002. Luis, la víctima con fecha de nacimiento más antigua: Silvia, la más reciente. Un siglo de diferencia. Entre uno y otro han nacido las demás personas asesinadas por ETA en 50 años de historia. Todos son protagonistas involuntarios de un libro que quiere poner su granito de arena al reconocimiento de las víctimas de ETA. Han sido durante mucho tiempo las grandes olvidadas y a menudo no tenían más protagonismo que el que iba en la noticia del asesinato hasta el entierro. Incluso a veces el perfil informativo era bajo porque para los medios, sobre todo en los 70 y 80, los grandes protagonistas fueron siempre los terroristas. Los periodistas nos hemos centrado siempre en los terroristas, individuales y la organización, nos hemos ocupado de ellos con todo detalle. Sabíamos si le gustaba el fútbol o prefería el monte y si ayudaba de monaguillo en la parroquia o le daba a las danzas y el folclore. De las víctimas sabíamos lo imprescindible, a veces ni siquiera el nombre. Se dio el caso de una que fue enterrada con otro nombre porque llevaba una documentación que no era la suya. Pasaron años para aclarar quién era. No sabíamos nada del guardia civil gallego tiroteado o del policía leonés al que le estalló una bomba. Para el poder político las víctimas de ETA fueron molestas porque ponían en evidencia que el Estado no era capaz de mantener a raya el terrorismo y tener seguros a los ciudadanos. Cada víctima era una muestra de la impotencia del Estado, lo mejor era que se les viera lo menos posible. Las víctimas eran invisibles para los medios y para el poder, y también para la sociedad vasca, que volvía la espalda a todos ellos. Las familias de muchos asesinados se han encontrado con que sus vecinos y hasta sus amigos se alejaban como si estar en el punto de mira fuera algo contagioso. Así las familias de las víctimas, por haber sido atacadas, se encontraban con un doloroso vacío social a su alrededor. Ser víctima de ETA en el País Vasco no era sólo una desgracia, era un estigma. Por eso las había que ocultaban la circunstancia. Lo podíamos leer hace nada, en febrero en el Diario Vasco, en una entrevista a la viuda de un empresario asesinado en 1981. El titular era impactante: ‘He pasado 19 años diciendo que mi marido había muerto de accidente de coche’. Lo habían matado a tiros a la salida del trabajo.

La tragedia de muchas personas y familias comenzaba con el estallido de la bomba, los tiros, que hería o mataba. La desgracia de la pérdida venía acompañada siempre de otros aspectos dramáticos: crisis psicológica, secuelas sociales, desarraigo, sensación de abandono, pérdida de ingresos que obligaban a grandes sacrificios como que los hijos dejaran de estudiar… Un estudio de hace tiempo de Cristina Cuesta revelaba que la situación económica del 65% de los afectados había ido a peor. Además, había que soportar el aislamiento social o la infamia de las acusaciones vertidas por los verdugos y admitidas con complacencia o miedo en medio del silencio de la sociedad vasca. El ‘algo habrá hecho’ tan extendido, cumplía la función de justificar el crimen, compraba la tranquilidad personal y eximía de tener que hacerle frente. La muerte violenta es tan brutal que los ciudadanos han preferido engañarse durante mucho tiempo creyendo que tenía que haber muy buenas razones para que alguien cometiera un crimen así, y más si los criminales eran conocidos (vecinos, hijos de amigos, compañeros de trabajo y estudios). Y si esas razones estaban en alguna parte lo mejor era pensar que sólo quien se buscaba los problemas podía sufrir un atentado.

Las víctimas eran una presencia incómoda para las autoridades porque ponían de manifiesto la incapacidad del naciente estado de derecho. Las autoridades llegaban a las ceremonias con el miedo a las explosiones de ira de los compañeros de las víctimas. La llegada de José Barrionuevo al Ministerio de Interior cambió la escenografía de los actos fúnebres. Los dignificó aunque no por ello fueran recibidos con menos frialdad por la mayoría de la sociedad vasca. Acabado el funeral, los familiares se sumergían en la vida privada, en la soledad del silencio donde tenían que sobrellevar sus penas sin ayuda de nadie. El olvido, cuando no vacío social, deja a las víctimas en situación de desamparo que se añade a todo lo demás. Y sin embargo muchas veces había familias de víctimas de ETA que aparecían en público para pedir a los asesinos pruebas de las acusaciones que estos habían vertido para justificar el crimen. Como si estuvieran ante un tribunal de apelación que pudiera corregir una decisión errónea, o como si la veracidad de la imputación justificara el crimen. E incluso organizaciones democráticas sin sospecha de simpatía hacia los terroristas han entrado en esta lógica perversa de pedir a ETA prueba de sus acusaciones, en el fondo se buscaba tratar de quitar el estigma que se cernía sobre los supervivientes.

Esta situación ha cambiado en estos 12 últimos años y lo ha hecho sobre todo por el trabajo de las propias víctimas, que han luchado por hacerse visibles y por instalar en la agenda política sus reclamaciones, que no eran otras que las de justicia, verdad y memoria. ‘Vidas rotas’ quiere contribuir a conservar en la sociedad española la memoria de las víctimas de ETA porque creemos que supone la derrota de los terroristas. Joseba Arregi, uno de los pensadores que más empeño ha puesto en analizar el papel de las víctimas, ha escrito que la verdad objetiva de los asesinado radica en que cada una de ellas es un obstáculo insalvable para ETA y su proyecto, mucho más insalvables como asesinados de lo que eran en vida. Esa es la gran derrota de ETA, la convicción a que debieran llegar todos los partidos políticos en la medida en que fueran democráticos, de que cada asesinato representa la imposibilidad política del proyecto de ETA o nada parecido.

La propia ETA es consciente de que si se pone el acento en aquellos a quienes ellos han matado se desfigura el conflicto político, es expresión suya, con el que han justificado sus crímenes. A los terroristas les gusta presentarse como víctimas, pero aunque parezca una obviedad hay que señalar que los asesinos no son víctimas, sino verdugos, y que en calidad de tales deben quedar en la historia. Eso se consigue cuando el reconocimiento público de las víctimas les obliga a enfrentarse a las consecuencias humanas de sus actos. ‘Vidas rotas’ es memoria, memoria triste pero necesaria que recoge la historia de los asesinados, y la crueldad y el odio de los asesinos.


Coloquio

Pregunta

He visto en la lista de asesinados un nombre que me ha llamado la atención porque para los que estamos del lado de las víctimas buenas, que aparezca un individuo como ‘Pertur’ perturba un poco. Era de ellos, como ‘Yoyes’ había sido. ¿Hay algún otro caso de posibles víctimas que no esté recogido? Begoña Urroz no era considerada víctima de ETA hasta hace poco. Los del Corona de Aragón, otras situaciones en las que la autoría no está clara… Y no en todos los casos figuran los autores materiales, sólo cuando hay sentencia. ¿Hay muchos casos no esclarecidos? ¿O por estar muertos los verdugos no hay sentencia?

Florencio Domínguez

No están los miembros del Corona de Aragón, porque no hay elementos que especifiquen que son víctimas de ETA. Es un lío establecer cuáles lo son y cuáles no. Hay casos de familiares a los que se ha negado ayuda pública porque no se clasifica así por el Ministerio mientras que en las listas de ETA aparece como tal. Y al contrario. Hemos tenido que sopesar los diversos elementos. Hemos incluido víctimas que no están reconocidas por el Ministerio y otras que no reconoce ETA pero que por informes policiales y otras circunstancias considerábamos que lo eran. Y en cuanto a los ex miembros de ETA, aparecen todos los miembros y ex miembros asesinados por la propia banda. Mikel Solaun, etcétera. Todos los asesinados por ETA incluso aunque fueran miembros.

Rogelio Alonso

Sobre las sentencias: hemos incluido las sentencias firmes. Desgraciadamente son muchos los casos no resueltos y cuando se hace un análisis en perspectiva sólo el 50% están resueltos. Con sus consecuencias en casos que han prescrito o están a punto de hacerlo. A veces no se identifica en esa sentencia al autor material, aunque sí a los colaboradores e informadores, condenados. El porcentaje de casos sobre los que no se conoce el autor material es más elevado. Así es más riguroso, no podíamos aventurar rumores.

Editores, 30/3/2010