Antonio Elorza-El Correo

  • Sánchez no necesitaba ir tan lejos en la legitimación de Bildu, que nunca ha roto su cordón umbilical con ETA

El fondo es demasiado trágico como para ser un esperpento. Las noticias de un mismo telediario dan cuenta sucesivamente de la celebración de un congreso internacional sobre víctimas del terrorismo en Vitoria y de la nueva ley gracias a la cual cuatro decenas de veteranos del terror van a ver acortadas sus penas de manera sustancial. La coincidencia pudiera ser fruto del azar, pero no lo es. El mismo Gobierno español que, asociado a la ONU, organiza la conferencia de Vitoria acaba de probar su excelencia para la maniobra política, colando una reforma, encubierta como adaptación de una norma europea, de la cual saldrán beneficiados algunos de los más destacados ‘killers’ de ETA. La cita de dos figuras emblemáticas resulta aquí obligada. Con Miguel Ángel Blanco en el recuerdo, acaban de conseguir que ‘Txapote’ esté muy pronto en la calle. Ver para creer.

Las asociaciones de víctimas pusieron de inmediato el grito en el cielo, responsabilizando a todos los partidos que aprobaron la reforma por unanimidad. Solo que no es lo mismo engañar que ser engañado. De tratarse de un error, el caso habría sido simétrico del ‘sí es sí’ y con posibilidad de retirada de la ley. Pero la trampa estaba bien preparada, con Sumar, así como la réplica de ser descubierta, descalificando al PP por seguir agitando el fantasma de la inexistente ETA tras su clamorosa exhibición de incompetencia. Es la táctica de maniobra permanente de acoso al adversario que recomendó Miguel Barroso a Sánchez sobre el patrón de Fidel. Todo vale: votas sobre el IVA y restringes las competencias del Senado. Para nada ‘joko garbi’.

La disociación entre la víctima y el terrorista, entre la organización que ejecuta el terror y el sujeto pasivo que lo sufre, la amnesia deliberada sobre la ideología del odio que lo hizo nacer, han sido las claves de la estrategia de reconciliación nacional que fundamenta el discurso reinante en el Centro Memorial de Vitoria. Para ambos nacionalismos, miel sobre hojuelas. Para el PSOE supone tragarse un sapo considerable. Todo saldrá bien si de veras Euskadi ‘is different’ y el poso de la irracionalidad y de la violencia acaba diluyéndose en Bildu. Difícil.

La otra dimensión de lo ocurrido, la espectacularidad de los éxitos recientes de Bildu de la mano de Sánchez, incluida su conversión en protagonista del fin de la ‘ley mordaza’, tiene más difícil explicación. Otegi acierta siendo el mejor defensor de la permanencia de Sánchez. En la base está el firme apoyo parlamentario, sin veleidades venezolanas. Pero eso no basta para tanto favor. Sería preciso acudir al papel que desempeña el tema nacional en Pedro Sánchez, una piedra de toque para la exaltación de su personalidad política, imponiéndola en sus acciones concretas desde el vaivén en las ideas. Cuando en 2015 diseña los grandes temas de su futura actuación como presidente, asume la «contundente» posición del PSOE: unidad de España y Estado federal. De ahí irá deslizándose hasta «el federalismo de soberanías compartidas» de 2019 y la barra libre de concesiones por votos hoy.

¿Oportunismo? Sin duda cuenta, pero no necesitaba ir tan lejos. Sobre todo, en la legitimación de un partido que nunca ha roto su cordón umbilical con quienes protagonizaron los ‘años de plomo’. Si el patrón de Urdaibai dedica su victoria a un preso de ETA, Otegi le felicita. No hablemos de su lucha por conseguir el ‘presoak etxera’, hoy victorioso. Hay paz, no arrepentimiento. Y Sánchez hace de Bildu su interlocutor privilegiado. No por afinidad, sino para exhibir su omnipotencia política. Y es que el presidente prescinde de los contenidos morales y políticos de la realidad. Ésta le es indiferente y si contraría sus deseos, él creará otra sobre la base de su capacidad -y la de su ‘braintrust’- para la maniobra y la manipulación de la opinión pública. Trátese de la amnistía, de la «singularidad» catalana, de Venezuela o la memoria del terror. Frente a la isegoría -la información abierta- de la democracia clásica, la validez exclusiva de su relato.

De olvidarse los daños colaterales para una vida democrática, cabría decir que vivimos una experiencia política fascinante y novedosa. Una especie de ceremonia de encantamiento, en cuyo curso emerge una nueva realidad que se proyecta sobre todos los temas no fruto de unas ideas ni de un proyecto, sino a modo de emanación de la figura del presidente, por sí y ante sí.

Nada debe existir contra él, como acabamos de ver en la batalla sobre el ‘caso Begoña Gómez’, la ‘no causa’. Las actuaciones jurídicas no son tales, sino ataques a su persona. Es falseada desde el Gobierno la resolución adversa de la Audiencia de Madrid y en la querella contra el juez es mutilado sin más el artículo 412 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que admite el interrogatorio a domicilio de altos cargos sobre temas ajenos a los mismos. Para Sánchez no hay duda posible: su condición privada y la de presidente son «indisolubles». No es de recibo la vieja teoría de los dos cuerpos del rey. Solo existe el presidente.