- Sánchez afirma que garantiza, ojo al plural, “legislaturas de cuatro años” con la misma solemnidad que disolverá el Parlamento cuando le convenga
Sánchez ha hecho del dichoso y manido relato una política. No importa el qué sino el cómo. Se planta delante de la cámara, recita con seguridad y aplomo, después se deja preguntar por quienes cree necesario y conveniente, para concluir con un caminar medido y estudiado. Nada dejado al azar. El sanchismo existe. Creado por él a su imagen y semejanza. Quién lo iba a decir en aquel lejano 2015 cuando decidió dar el paso para presentar su candidatura para ocupar el puesto de secretario general: “El PSOE no puede ser Podemos”.
El presidente se expresa como si nada hubiera ocurrido en España y gobernara con mayoría absoluta. Desde junio de 2018 navega en precario, negocia sin escrúpulo su ruta, mira con superioridad a la dividida oposición mientras calcula el día de las siguientes elecciones para otros cuatro años, al mismo ritmo. El manual de supervivencia en la superficie va camino de enciclopedia. Aguantó en funciones casi un año y otro más con todos los poderes gracias a alarmas inconstitucionales. Ahora proclama las bondades de las legislaturas de cuatro años como si no fuera el autor del “no es no” a un Gobierno de gran coalición con el PP de Rajoy y a otro con Rivera para dar estabilidad a un país en crisis política permanente, apoyado en la mayoría moderada, antes conocida como silenciosa.
Después de ofuscarse con la presidenta de la Comunidad de Madrid, se deja llevar, disimula y no choca. La lección del 4M de Ayuso le dejó escaldado, pero no acabado. Ahora adopta el discurso de su adversaria durante las olas anteriores como si de una novedad se tratara. Solemniza el equilibrio entre salud y economía cuando a Ayuso eso mismo le costó un estado de alarma solo para Madrid. Sánchez entendió como un desafío a su poder lo que hoy le conviene para pasar por encima de la ola del contagio más rápido. Demuestra con su frialdad habitual el cambio de carril. No se puede parar la economía salvo riesgo de ruina ya que no hay fondos europeos que alcancen a tanto. En el relato se le va la mano: “La pandemia no ha sido un freno sino un acelerador de la modernización de España”. Por favor, que alguien revise las notas del presidente antes de obviar las cien mil bajas durante el covid-19.
Sánchez elude el enfrentamiento con Ayuso, a quien dejaron sola en su partido y ahora se enfrentan con celo orgánico para regocijo de un exultante presidente del Gobierno
Hace un año mandaba a Illa contra Ayuso, ahora hace suyas las iniciativas de Madrid; se reducen las cuarentenas a siete días y se eliminan para los contactos estrechos si habido vacuna. De las críticas al gobierno regional de Madrid por las pruebas de antígenos hace un año nunca más se supo. Sánchez elude el enfrentamiento con Ayuso, a quien dejaron sola en su partido y ahora se enfrentan con celo orgánico para regocijo de un exultante presidente del Gobierno. Los pronósticos electorales le recomiendan espera para seleccionar el mejor momento. Como si estuviera en una cata de bodega. El presidente pasa a modo avión. Nada altera al pasajero mientras navega a unos cuantos kilómetros de altura, aislado del mundanal ruido.
Vacuna como única palabra de un presidente al margen de la gestión de la pandemia. Su paso atrás ha mutado de táctico a estratégico mientras llega el dinero de la Unión Europea a cambio de una reforma laboral que no modifica la dictada por Bruselas en 2012. El presidente observa desde lo alto a través de la ventanilla en un vuelo panorámico. Ni le preocupa el resultado de Castilla y León donde aspira a ver al PP sometido a Vox. Se frota las manos antes de encender las luces de la alerta antifascista. Se aprende hasta de Iglesias. El PP ha desperdiciado el agua de mayo con la victoria de Ayuso.
Ni siquiera hace falta observar la curva de los sondeos. Basta con certificar que se ha diluido el marco mental de una alternativa al sanchismo, rehecha desde el centro derecha tras el derrumbe de Ciudadanos ante Ayuso en Madrid. El presidente afirma que garantiza, ojo al plural, “legislaturas de cuatro años” con la misma solemnidad que disolverá el Parlamento cuando le convenga. Si los varapalos del Constitucional a sus estados de alarma no le han hecho pestañear -en otras democracias avanzadas el Gobierno hubiera caído- otro compromiso lanzado al aire mucho menos. Basta con ventilar para que desaparezca. No hay más que escuchar cómo trata de convencer al respetable que ha cumplido su palabra con el precio de la luz sin que pase nada más con la inflación a galope tendido.
Lo mismo sucederá cuando vea el momento oportuno para adelantar las elecciones. Hablará con aplomo y permitirá las preguntas que le parezcan necesarias y convenientes como hace desde el comienzo de la pandemia. Por turno y depende, se da la vez como se reparte un bien escaso. Sánchez dobla el cabo de 2021 como si nada ocurriera a su alrededor. La realidad no puede estropear el dicho y manido relato. Bienvenidos a 2022, año en el que Sánchez cumple sus primeros cuatro en la Moncloa.